En Guatemala la Juventud no es un divino tesoro

Ileana Alamilla[1]

La juventud, que para el poeta es un “divino tesoro”, en Guatemala esa invaluable joya no es apreciada y sus derechos se encuentran en una caja fuerte con combinación indescifrable. Esa riqueza que representa la juventud para cualquier país, especialmente para el nuestro, cuyo porcentaje es significativo, considerado reiteradamente como el bono demográfico, no es tomado en cuenta para la transformación del país, ni como sujeto privilegiado de políticas públicas, a pesar de que constituye el 70% de la población.

Enterarse que las y los jóvenes de menos de 30 años en su mayoría no gozan de los derechos que les corresponden; saber que hasta un 64% se ocupan en trabajos agrícolas, transporte, albañilería, trabajo doméstico, ventas ambulantes o son obreros, es decir, están subempleados o sus empleos no generan grandes ingresos, la mayoría de veces carecen de prestaciones y de seguridad social, es una prueba palpable del desinterés del Estado en darles la atención debida.

La mayoría de víctimas de la violencia también son jóvenes. Cada 4 horas muere una persona entre 13 y 29 años, cada 24 se suicida un joven y cada 12 se denuncia un femicidio; los centros de detención están poblados, en un alto porcentaje, también de jóvenes, cuyo número aumenta año con año. La juventud guatemalteca carece de servicios básicos, presenta problemas de deserción escolar, embarazos tempranos; de 5 mujeres jóvenes, 3 están en estado de gestación. Lo anterior se ve agravado por los alarmantes datos reportados por el Observatorio de Salud Sexual y Reproductiva que indica que el año anterior se registraron 2,906 partos en niñas entre los 10 y 14 años. La mayoría de mujeres violadas tiene entre 12 y 17 años.

El 76% de los y las jóvenes pertenecen a los estratos bajos y medio bajos. Tenemos un panorama para deprimir a cualquiera que posea un poco de sentido común y sensibilidad social. La juventud rural todavía está peor, debido a los altos niveles de exclusión que prácticamente la expulsa del sistema. Ya no existen, ya nadie la toma en cuenta.

Todos los análisis, informes, diagnósticos, estudios de entidades nacionales e internacionales han advertido reiteradamente que sin educación y oportunidades es imposible que un conglomerado se supere, que un país se desarrolle. Es muy valioso y útil que cada cierto tiempo se nos recuerde, con trabajos bien documentados como el que recientemente publicó la Oficina de Derechos Humanos del Arzobispado, sobre la situación de la juventud en el ámbito de la seguridad y la justicia con el respectivo análisis de políticas públicas. Pero si esta información no es asumida por el Estado, este trabajo queda sólo como documento de consulta. Como sociedad podemos aportar, opinar, contribuir, pero la principal responsabilidad recae en el Gobierno, que como los anteriores ha heredado la carga de la injusta situación estructural irresuelta.

Los problemas coyunturales son los que están en el ojo público a diario, mientras tanto, ese tesoro se va enterrando cada vez más en el olvido. No nos extrañe entonces que ante tan irracional realidad, la gente que enfrenta los problemas tome decisiones sui géneris, como sucedió en la comunidad de Cerro Blanco, Lívingston, Izabal, donde una niña de 13 años murió por una hemorragia a las 38 semanas de embarazo, lo que provocó que la sociedad se organizara para emitir un acuerdo ¡que prohíbe a las familias dar a las niñas en matrimonio!

A este paso, perderemos el futuro que solo con este divino tesoro se puede construir.

  1. Ileana Alamilla, periodista guatemalteca, fallecida en enero de 2018.
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