El director de cine Javier Rebollo es autor de numerosos cortometrajes, y de dos brillantes y prometedores largometrajes «Lo que sé de Lola» 2006, y «La mujer del piano» 2009, Concha de plata al mejor director en este mismo festival.
«El muerto y ser feliz” es ahora su tercer largometraje de ficción y compite de nuevo para la Concha de oro en la selección oficial. Como en sus obras anteriores, Rebollo ha provocado ahora división de opiniones en el tendido, con su sana obsesión de cineasta autor.
De Lola Dueñas a Carmen Machi, quienes fueron sus obsesiones precedentes en París y Madrid respectivamente, Rebollo ha pasado ahora una página hacia el otro lado del atlántico, en la Argentina, con un papel escrito para el actor español José Sacristán, muy vinculado al cine y al teatro bonaerense.
De sus personajes femeninos entrañables y patéticos pasa Rebollo aquí a un personaje masculino, aunque siempre rodeado de chicas jóvenes y bonitas, como lo repite de forma omnipresente una voz en off, que subraya con ironía lo que va a suceder en cada plano.
El director madrileño nos ofrece ahora en un guión coescrito con Lola Mayo, un road movie a través de dos mil kilómetros en Argentina, de Buenos Aires a Salta, y una vez más busca sorprender al espectador con un toque muy personal y esa voz en off que resulta por momentos excesiva, pero que el cineasta reivindica como elemento conceptual de su relato. Una especie de aviso para que el espectador no se fie de todo lo que ve.
Pero esta vez la acción no se centra en una sola ciudad sino que se trata de un viaje de punta a punta del país, en el que la cámara de Rebollo y su siempre original mirada de cineasta va descubriendo ciudades, rostros, carreteras y paisajes con acentos de documental, pero con un guión en el que vuelca su propio delirio poético y cinematográfico como si se tratara de un western épico.
El veterano José Sacristán interpreta con brío el papel de ese patético asesino a sueldo que, tras haber matado a mucha gente, está muriéndose de un cáncer terminal. Un hombre envejecido y acabado, pero capaz de provocar todavía compasión en su encuentro con una joven que anda huyendo también de algo. Ella es Roxana Blanco y juntos recorrerán un poco de camino buscando la felicidad. Destaquemos tambien en el reparto a Valeria Alonso en el papel de la generosa enfermera joven y bonita que se ocupa de él en el hospital.
Un relato conducido por la propia y personal lógica de su autor en esta reflexión sobre la muerte y sobre esa voluntad del ser humano de ser feliz hasta el final. De su corta y prometedora filmografía sigo prefiriendo el guión de «Lo que sé de Lola», pero no cabe duda de que Rebollo deja siempre en sus películas la huella inconfundible de su mirada genuina.
