Ileana Alamilla[1]
Probablemente tengan razón quienes dicen que se ha banalizado la conmemoración de las efemérides, pues para muchos ya no representan casi nada, mientras para otros, son una letanía repetida año con año; para unos más, son la oportunidad de colocar en el ojo público problemas que, por el tamaño de nuestra realidad, se pierden en la cotidianidad.
Este mes es especialmente cargado de significados, como lo son la experiencia de un intento de convivencia democrática que una generación pudo disfrutar con los dos gobiernos de la Revolución, las celebraciones del Día del Niño, el Día Mundial de la Alimentación y el Día de la Niña, esa pequeñita que nos inspira tanta ternura, que en nuestro país vive en una diversidad de realidades y que tiene derechos, sueños e ilusiones, que en la mayoría de los casos se quedan truncadas.
Quienes tienen la dicha de convivir, amar, formar, educar o convivir con una niña que goza de todo lo que le corresponde, sabe lo que es compartir sus fantasías, sus juegos, sus planes y hasta sus secretos; ellas, por lo general, son más platicadoras que ellos, tal vez porque se intuye que cuando sean mujeres adultas tendrán que repetir varias veces en voz alta sus pensamientos para que ellos las escuchen o comprendan. Son seres increíbles, con una ilimitada creatividad, alegría y ganas de vivir, de compartir y de ser felices.
Pero ellas son solo una mínima parte de población en Guatemala que está disfrutando esa etapa de la vida, de inocencia, de arcoíris, de regocijo; la otra, la mayoría, carece de todo eso, comenzando por condiciones de vida digna. Sus existencias distan mucho de esa realidad que les correspondería disfrutar. Esas nenitas están tristes, no pueden tener alegría si tienen hambre, si su salud es precaria, si no logran ir a la escuela, si su mundo se cierra en las míseras paredes de sus ranchos o palomares.
Esas otras niñas están trabajando en sus casas o buscando empleo. Muchas laboran sin remuneración, otras están en condición de víctimas de trata, unas más sufren la cruel violencia intrafamiliar, violencia sexual o delincuentes las han convertido en madres. Un estudio del Instituto Nacional de Estadística tiene datos reveladores sobre estos dramáticos ejemplos, muestra cómo el 40.1% de las madres de 10 a 14 años no tiene ningún nivel educativo y 37.1% están en primaria.
El 9.2% del trabajo infantil en niñas es en empleo doméstico, mientras que para las adolescentes es el 14.1%. Otros estudios reportan que las probabilidades de que las adolescentes mueran debido al embarazo o el parto son dos veces mayores que las de una mujer que se encuentra entre los 20 y 30 años de edad.
Estos embarazos están vinculados con la pobreza, la desigualdad basada en género, la violencia, los matrimonios forzados de niñas, las violaciones sexuales, la falta de acceso a la educación y el fracaso de los sistemas e instituciones para proteger sus derechos. En lo que va del año se han reportado 810 casos de embarazos en niñas de 10 a 14 años de edad.
Estado y sociedad debemos contribuir para que esas pequeñas disfruten de lo que les corresponde.
- Ileana Alamilla, periodista guatemalteca, fallecida en enero de 2018.