El ilusionista e hipnotista profesional nacido francés y residente en España Jeff Toussaint, presenta en el Teatro Apolo su último espectáculo que lleva por título el ilusionante -y lleno de nostalgia televisiva- 1, 2, 3 hipnotízame. Un espectáculo de hipnosis y control mental pensado para el gran público e -ignoro de momento por qué razones- el entusiasmo de los asistentes es innegable, enorme, tanto que todos desean ser hipnotizados por él. Enseguida entenderé por qué.
Resulta que Jeff Toussaint, francés de nacimiento, criado en Venezuela y desde 1996 español de adopción, de ahí su habla tan característica, su desparpajo y su gracejo en el dominio de la escena, empieza mostrando, como brevísimo aperitivo (esto hay que agradecerlo porque hay que pasar a la acción de inmediato, no estamos para videos) una impresionante documentación cuyas imágenes proyectadas en pantalla muestran cómo duerme a los famosos, cómo hasta los más estirados, por mucho que se nieguen, se convierten con el mero chasquido de sus dedos en muñecos de goma entre sus brazos, literal: ¡que los tiene que recoger al vuelo, que si no, se caen redondos allí donde estén!
Ya son muchos los que se han prestado a ello, es un mago que ha desfilado por los platós, y eso para la gente joven es un aliciente muy grande y se vuelve loca por salir a escena, sobran los voluntarios, todos lo son y sólo unos cuantos serán los elegidos. No queda claro por qué algunos son rechazados más tarde, tan buenos durmientes como parecían, pero así es. Se ve que otros son todavía mejores, pero hasta las expulsiones las hace con estilo y son por algo que dice cerrando el micro, secreto.
Al venir precedido por tal fama, es preferible mantenerse lejos y en un rincón, no sea que nos elija como víctima, pero fuera miedos, los voluntarios son tantos que a una simple llamada, llenan los pasillos de acceso y hay que expulsarlos literalmente del escenario, siempre con esa sonrisa y esa autoridad de la mezcla de acentos que exhibe Jeff Toussaint, ya desde su mismo apellido.
He de decir que, a pesar de mi ignorancia y escepticismo en temas de magia, taumaturgia, misterios insondables a la luz de las candilejas y efectos especiales inabarcables por el ojo humano, lo que allí vi me convenció, me lo pasé muy bien y además me relajé en la butaca como en la mejor de las camas porque algo había en la sala, algo debía de haber para que al conjuro de sus sabias palabras de mago bueno («no temas», «esto es para volverse loco, no lo vas a creer» «no temas»), todas sus órdenes se cumplieran a rajatabla y sin tardanza, verdad y espectacularidad. Ambas van de la mano en este mago, demiurgo, guía de sueños, hipnotizador.
Así habla él, como un maestro de la seducción, al contar hasta 3… lo que él ordene. Puro control mental ejercido por un auténtico guía. Tanto que, obedeciendo sus órdenes, bien a gusto en mi butaca, me relajé por completo y me dormí en varios momentos de la gala, agradecidísima, ya que soy de sueño pajaril.
Algo debe contar el haber desarrollado durante más de 25 años su trayectoria en el mundo del ilusionismo y la hipnosis (yo añadiría que en ello juega sobre todo el control mental) en España y en el extranjero, asesorando a profesionales del espectáculo de forma muy activa antes de asentarse (es un decir, él no para quieto ni se sienta nunca) entre nosotros.
Lo más bonito de ver son las performances, esas esculturas humanas que forma con los cuerpos abandonados al sueño reparador y acoplándose como pueden para descansar: dos desconocidos que caen rendidos hombro con hombro, cabeza con cabeza, dóciles para que sus sueños hagan con ellos lo que quieran. Sin miedo, sin angustia, sin prisas… hasta que se les enseña un billete de 500 euros, ahí es Troya, y cuando el billete se puede multiplicar por un billón, hasta dormidos lo queremos todo.
Y puede que algunos números estén preparados o pactados (los que han trabajado con él aseguran que no, pero la amazona final que se puso como tabla sobre una estructura de Arquitecturas, a mí me lo pareció. Ya sería demasiado creer que hay gente así entre el público y que encima actúa de ese modo espontáneamente para que otro se ponga de pie encima) y que algunas esculturas sean menos bellas e incluso terroríficas porque remiten a algunos momentos del siglo XX que quisiéramos desterrar para siempre, gran lección y gran metáfora como muestran las imágenes, pero en conjunto me pareció auténtico, grandioso, divertido y nada decepcionante.
Como dice uno de sus colaboradores, Iurgi Sarasa Rosales, «no es un fraude que use algún compinche -esto no deja de ser espectáculo- pues lo que importa es cómo te quedes como espectador o participante. Creo que es lo que importa, que no decepcione las expectativas con las que se va a verle.»
Le doy la razón. La música acompaña bien elegida el juego interactivo de la seducción, que es al fin y al cabo lo que allí se produce, entre el mago y el público en general, aunque los elegidos serán siempre los más beneficiados. Seguro que esa noche durmieron como reyes.
- Jeff Toussaint: 1, 2, 3 hipnotízame
Teatro Apolo (Tirso de Molina, Madrid)
Fecha de la función comentada: 30 de septiembre de 2016