El encarcelamiento a periodistas ha crecido en todo el mundo, batiendo un nuevo récord, con un total de 533 periodistas encarcelados en todo el mundo, según el balance anual de 2022 elaborado por Reporteros Sin Fronteras.
Un dato que viene a reflejar, por un lado, la precariedad existente para poder ejercer esta profesión con seguridad, pero también la necesidad, más que nunca, de seguir denunciando los abusos y las violencias derivadas del poder político y financiero, recuerdan Virginia Fernández y Dale Zaccaria en una entrevista a la periodista Patricia Simón para Pressenza.
Patricia Simón, quien actualmente colabora en La Marea, especializada en un periodismo de derechos humanos y con enfoque feminista, afirma que la persecución a periodistas se ha convertido en un verdadero «termómetro que mide la persecución a las libertades y los derechos».
En ese sentido, opina que el auge de los encarcelamientos responde a «esa ola reaccionaria que recorre el mundo y que se traduce en una persecución a los periodistas tanto por parte de los Estados, como de los entes económicos, que acusan a los periodistas de investigación de tener vínculos con las guerrillas o con las insurgencias».
«Antes se asesinaban más a los periodistas, y ahora se les encarcela más, lo que paradójicamente es una buena noticia, afirma, en referencia a un tipo de periodismo que encuentra su razón de ser en la denuncia de la corrupción y la defensa de los derechos humanos, y que sobrevive teniendo muchas veces que convivir con la precariedad, el exilio o la persecución.
Patricia Simón destaca especialmente por esa razón, el deber moral de seguir ejerciendo el periodismo de denuncia e investigación. Más aún desde los países donde aún podemos seguir haciéndolo sin el riesgo de ser asesinados por ello, y donde tenemos supuestamente un sistema judicial más fortalecido.
También hace hincapié en que desde Europa se está haciendo actualmente un periodismo alternativo de gran calidad, capaz de cuestionarse sus propios sesgos, pero que a la que vez, no podemos olvidarnos de que nos seguimos enfrentando diariamente a una «maquinaria informativa multimillonaria» que también busca generar enfrentamiento y romper con la cohesión social en una ciudadanía potencialmente sensible a «ese discurso del odio», que ha ido calando tan bien en la opinión pública en los últimos años.
En busca de las claves de un periodismo que haga reflexionar pero también movilice a la ciudadanía hemos querido preguntarle sobre el estado de la libertad de prensa en el mundo, pero también por casos más específicos, como son el de los periodistas Julian Assange o Pablo González, entre otros.
P.- ¿En relación a Julian Assange, piensas que sería posible liberarlo?, o simplemente están tratando de mantener un limbo judicial indefinido, con la posibilidad de que acabe muriendo en la cárcel?
R.- No sé si saldrá libre, pero sí que sería de vital importancia liberarlo. Primero porque la libertad de Assange significa la defensa de los valores democráticos y del derecho a la información y a la libertad de prensa, segundo porque es un reconocimiento que le debemos, porque gracias a él, todo lo que intuíamos que supuso la invasión ilegal de Irak y la intervención en Afganistán, sabemos en gran medida lo que hicieron Estados Unidos y sus aliados, incluida España. Y tercero es lo mínimo que podemos hacer, teniendo en cuenta que para nosotras defender los derechos humanos no significa ningún riesgo. Defender a Assange es defender al resto de periodistas que diariamente se enfrentan a la persecución, al encarcelamiento y al asesinado en la mayoría de los países del mundo.
P.- ¿En España no ha habido una movilización ciudadana muy clara con respecto a defender la liberación de Assange, a diferencia de otros países, a qué crees que se debe y qué podríamos hacer para generar una mayor movilización?
R.- Entiendo que hemos estado sometidos a muchas otras luchas en España, entre ellas la de la «ley mordaza», pero sí creo que hay que aprovechar el contexto internacional, primero porque el traslado a Estados Unidos puede ser inminente, y segundo porque tenemos a líderes como Lula da Silva, donde se ha puesto de nuevo en la palestra internacional la importancia de la defensa de lo que representa Julian Assange. Aquí creo que no hemos conseguido entender lo que representa, creo que también por la degradación que vivimos en Europa y sobre todo en España de lo que significa la libertad de prensa. Deberíamos reforzar la colaboración entre medios, entre activistas, defensoras para volver a ponerlo en la palestra.
P.- ¿Similitudes o diferencias entre el caso de Assange y el caso de Pablo González?
R.- Veo la similitud de la falta de un proceso judicial transparente. No es en ningún caso justificable, ni legítimo que a una persona se la tenga encarcelada durante más de un año, sin que se conozca la causa que se le adjudica y las supuestas pruebas y que no pueda defenderse legítimamente ante un tribunal, entonces me parece una absoluta irregularidad que no haya tenido acceso a un juicio justo. Me parece también un síntoma del estado de la deriva antidemocrática, de un miembro de la Unión Europea, como es Polonia, y me parece que eso también demuestra que eso se pueda dar en la Unión Europea sin que haya capacidad para evitarlo, demuestra también la crisis que atraviesa la Unión Europea que ni siquiera puede defender los procesos jurídicos transparentes.
P.- ¿Qué papel jugaría la prensa en la actualidad, en este contexto tecnológico, donde es más fácil la difusión de las fake news y donde el ciudadano tiene que ser más cuidadoso a la hora de elegir sus fuentes informativas?
R.- Creo que en cantidad nunca hemos tenido acceso a información de tanta calidad. Ahora bien, por otra parte, lo que no hemos tenido nunca en la historia de la humanidad es una maquinaria de desinformación multimillonaria, y que está diseñada, y que trabaja diariamente no solamente para desinformar, sino para algo más peligroso, que es donde se mueve la ultraderecha y los populismos, que es el discurso de «todos son iguales, todos mienten y no existe la verdad, ni los hechos.» Precisamente estos medios, que ya no son sólo las páginas web que todos conocemos, sino que son sobre todo televisiones que siguen modulando a la opinión pública y que suponen horas y horas para generar el discurso del odio, para romper la cohesión social, para criminalizar a los pobres y que estos compitan entre sí. Al igual que la sociedad, los medios están muy polarizados, tenemos medios muy diversos, democráticos y por otro lado tenemos medios que están diseñados para secuestrar las democracias a través de las urnas y eso es un fenómeno global.
P.- ¿Cuáles han sido tus referentes de un periodismo que denuncia la violación de los derechos humanos?
R.- Mi escuela fueron los periodistas colombianos. Yo crecí periodísticamente, con referentes que en los años del Uribismo, por una parte eran periodistas locales que tenían que conseguir la financiación de la publicidad en las radios locales, de las zonas aisladas del país, y con ese dinero comprar espacios en la radio para denunciar a los líderes del paramilitarismo, a los vínculos con los alcaldes, incluso, muchas veces, con los propios medios de comunicación, porque tenían clarísimo que su función, y por lo que se habían hecho periodistas era eso. Y eso significaba que si no estaban haciendo, tenían que hacer cualquier otra cosa que no fuera periodismo. Tener presente que si nos hacemos periodistas para cumplir con esa función, sobre todo en países donde no nos cuesta la vida, lo mínimo que podemos hacer es que el caso más visible, más poderoso y que implica al gran actor o a uno de lo grandes actores depredadores de la prensa, que es Estados Unidos, pues es un deber.
P.- De qué manera se podría entonces ejercer el periodismo de denuncia con una mayor seguridad ¿Sería el exilio una alternativa, según qué situaciones entonces?
R.- En España tenemos a muchas compañeras refugiadas que vienen de Afganistán por ejemplo, con la vuelta de los talibanes, y ellas de lo que te dicen es que, pese a todas las limitaciones que tenían antes de la vuelta de los talibanes, afortunadamente, podían seguir ejerciendo el periodismo y ser autónomas, con lo cual hay también un valor emancipador fundamental de las mujeres que significa el ejercicio del periodismo. Y tenemos también a Daria, que es una periodista rusa, que se exilió precisamente hace más de una década, que no quería ser cómplice de la propaganda de Rusia a través de sus órganos estatales, en los que trabajaba, por ejemplo, por lo que significaba el actor que era Rusia, en la guerra de Siria. Entonces, si no denuncias la violación de los derechos fundamentales, sobre todo en los estados como Rusia o Estados unidos, pues no tiene sentido, hacerse periodista.
P.- Es muy difícil hacer un periodismo de investigación serio, ante los riesgos y las amenazas que tienen que sobrellevar los periodistas hoy en día, ¿en qué países resulta especialmente difícil?
R.- En los casos de los países carcomidos por la violencia o en conflicto es más complicado, donde los sistemas judiciales no están tan desarrollados es más complicado. Sin embargo, ahora mismo nos encontramos con muchos escenarios muy complejos para ejercer el periodismo.
Tenemos Centroamérica, donde tenemos a los compañeros de El Salvador, que muchos se han tenido que exiliar, tenemos a los compañeros del Faro, precisamente por hacer periodismo de investigación y por todas las amenazas que se ciernen sobre ellos, como el propio Estado, como Buquele, que ha creado normas que buscan encarcelarlos. Tenemos a los compañeros/as de Nicaragua, que el régimen de Daniel Ortega los ha perseguido, encarcelado y la mayoría están en el exilio e incluso a muchas compañeras les ha impedido volver a su país, cuando han ido a subirse a un avión. En México directamente les están matando, en cualquier tipo de cobertura, con total impunidad además, porque es un país que está al borde de ser un estado fallido.
Entonces, en realidad con lo que nos encontramos es que el ejercicio libre del periodismo se ha convertido en una excepción, en los países con democracias un poquito más asentadas, y que aún así nos encontramos con dos amenazas, por una parte restricciones por parte de normativas como la ley mordaza, que dificulta mucho el ejercicio del periodismo, pero no solo pasa en España.
Luego nos encontramos con medios de comunicación con accionariado por parte de las grandes empresas y grandes riquezas del país que no publica el periodismo de investigación que señala corruptelas y malas praxis y por último está la precariedad que también es una amenaza para el ejercicio libre del periodismo.