Lorenz y Elliott consideran que hay dos tipos de historiadores, García Cárcel habla de tres, y para Prost existen cuatro tipos distintos de libros de Historia.
Dos, tres y cuatro…
Los dos tipos de historiadores de Lorenz (que son al final tres)
Para el filósofo de la Historia holandés Chris Lorenz, hoy en día existe el enfrentamiento claro entre dos tipos de historiadores: de un lado, los objetivistas, centrados en la óptica distante, que creen que la Historia se basa en pretensiones de verdad; de otro, los relativistas, atentos sólo a los actores de la Historia, involucrados en ella, para quienes “sólo hay ciencia cuando existe consenso sobre los hechos y sus relaciones explicativas”, y, dado que en la Historia no se da ese consenso, para ellos ésta es una mera “expresión de cultura” sin pretensión de verdad. Pero hay un tercer camino que supera a ambos, tanto al objetivismo como al relativismo, y ese camino es el realismo interno del pensador estadounidense Hillary Putnam. Voy con él.
El conocimiento histórico es una reconstrucción, no es una construcción, “descansa sobre ciertos presupuestos básicos: primero, que la realidad existe independientemente de nuestro conocimiento de ella; y segundo, que nuestros enunciados científicos —incluyendo nuestras teorías— refieren a esta realidad de existencia independiente”. El punto de partida del realismo interno “es la visión de que todo nuestro conocimiento de la realidad está mediado por el lenguaje”, es decir, “la realidad siempre es realidad dentro del marco de una cierta descripción”. Y “las descripciones expresan puntos de vista o perspectivas desde las cuales se observa la realidad”. Esas perspectivas “pertenecen al marco de descripción y no a la realidad misma”. Los historiadores construimos “una perspectiva basada en perspectivas”, de manera que “esto es lo que explica por qué la elección de una perspectiva en las ciencias sociohistóricas genera el problema de las ficciones militantes”. Lorenz concluye para explicarnos lo que es en definitiva ese tercer camino distinto del objetivismo y del relativismo:
“Damos así cuenta siempre de la realidad dentro de un marco específico de descripción: eso es el realismo interno”.
Y, así, no habrá jamás garantía de consenso en Historia, mientras distintos estados de cosas sean tenidos por hechos por distintos historiadores y que éstos continúen refiriéndose a distintos enunciados como verdaderos. Dicho esto, “los méritos de cada pretensión de verdad particular en Historia no son juzgados por la filosofía del Historia sino por los propios historiadores”. Tanto los hechos como los valores se suponen separados por un abismo infranqueable; las discusiones fácticas resultan decidibles por medios racionales mientras los debates relativos a juicios son presentados como esencialmente irracionales”. Pero, para el realismo interno, este abismo no existe, porque elimina “la tentación de disfrazar los juicios normativos como enunciados fácticos”.
Los dos tipos de historiadores de Elliott
Para el historiador británico John Huxtable Elliott existen dos tipos de historiadores, dos formas de hacer Historia, de escribirla: de un lado estarían los historiadores agrupadores, de otra los fragmentadores. Los unos se equiparan a los paracaidistas de que hablara Emmanuel Le Roy Ladurie, los otros a los buscadores de trufas aludidos por el mismo historiador francés. Si los primeros cubren mucho terreno, los segundos excavan para encontrar un tesoro enterrado. Si los unos se ocupan de los hechos de masas o estructurales y de los hechos institucionales de que hablara Pierre Vilar, los otros lo hacen de los hechos coyunturales.
Y si es que hay dos tipos de historiadores habrá dos tipos de planteamientos de la labor historiográfica. Si los agrupadores-paracaidistas son más “de grandes pinceladas”, utilizan herramientas “de grueso calibre y gran alcance”; los fragmentadores equivalen a los pintores puntillistas y emplean un planteamiento “intensivo, con un enfoque muy próximo”.
Las diferencias entre ambas escuelas o actitudes responden a “un eco de la tensión entre lo general y lo particular en la escritura de la Historia”.
No obstante, Elliott admite que la falla entre ambos tipos no es abismal ni perfecta, pues muchos historiadores son capaces de adoptar ambas perspectivas, pues ambos enfoques no son incompatibles, o no han de serlo. Se exige la síntesis entre la una y la otra, una síntesis que derrote a la extrema profesionalización y al enorme incremento de historiadores que ha fomentado la esfera y el enfoque fragmentario.
Los tres tipos de historiadores de García Cárcel
Otra forma de expresar las visiones historiográficas contrapuestas es la que establece hábilmente el historiador español Ricardo García Cárcel cuando considera tres tipos de historiadores: de un lado, existen los que se apuntan al teleologismo (dicen, por ejemplo: “a la revolución burguesa le sigue la revolución proletaria”; y son capaces incluso de predecir que a esta última le sigue el paraíso ese al que irá la clase obrera) y afirman que su disciplina es una ciencia (se podría decir que su lema es aquel del historiador francés Charles Seignobos que reza así: “la Historia es la ciencia de lo que acontece una vez”), pero también existen los historiadores que dan por sentado que lo que predomina es el afloramiento del azar frente a la necesidad (lo que el autor de La herencia del pasado: las memorias históricas de España llama “el despertar del sueño del progreso”), y, por último, hay historiadores que ven el presente no como legado de la historia, sino como su motor (y aquí estaríamos hablando de la manipulación del pasado, algo que abordaré más adelante, cuando entre otras autoridades reclame la atención sobre lo que ha escrito la historiadora canadiense Margaret MacMillan, por ejemplo, quien apunta que “las ideologías también pueden visitar la Historia, pero en sus manos el pasado se convierte en una profecía»).
Los cuatro tipos distintos de libros de Historia de Prost
Y si, como hemos visto, Lorenz y Elliott nos hablan cada uno de ellos de dos tipos de historiadores, o para García Cárcel son tres, el historiador francés Antoine Prost considera que existen cuatro tipos distintos de libros de Historia. Uno de ellos sería el de los libros de Historia que son relatos, otro el de los que son cuadros, un tercero que incluiría los libros que son comentarios, y un cuarto y último que estaría conformado por formas mixtas pues mezclaría relatos con cuadros.
Los relatos son los libros del por qué. Son un recorrido en el tiempo cuyo plan es principalmente cronológico. Sólo necesitan que existan en ellos como poco dos acontecimientos o situaciones ordenadas en el tiempo. No son necesariamente lineales. Un relato (entendido como tipología de libro de Historia, evidentemente), para Prost, “conviene a la explicación de los cambios” e “implica buscar las causas y las intenciones”. Responde a la pregunta ¿por qué ocurrió?
Los cuadros son los libros del cómo. Un cuadro “es el modo de exposición histórica que pone de relieve las coherencias” respondiendo a la pregunta ¿cómo ocurrieron las cosas? “El cuadro no está centrado sobre el cambio, sino sobre las particularidades de su objeto y sobre aquello que asegura su unidad, conecta una pluralidad de hechos contemporáneos y construye de ese modo una totalidad”.
Los comentarios son más inusuales. Un comentario “aborda su tema a partir de las interpretaciones propuestas por los historiadores, por los contemporáneos”. Es un ensayo “sobre otros textos situados en sus contextos”.
Por último, la tipología libresca de Prost se cierra con las formas mixtas: resulta evidente que “los relatos comportan cuadros, y éstos a su vez relatos”.
Dos, tres y cuatro…