La niña afgana de Steve McCurry habría sido alterada digitalmente por su autor quien se ha defendido de tal acusación definiéndose a sí mismo como un narrador visual.
«Trato de involucrarme lo más que puedo en la revisión y supervisión de la impresión de mi trabajo pero algunas veces, las copias se imprimen y se envían cuando yo estoy lejos…»
El comité de ética de la NPPA (National Press Photographers Association), asociación nacional de fotógrafos de prensa, ha mostrado su preocupación al respecto porque este caso obligaría a revisar los 40 años de carrera de Steve McCurry.
No sería una cuestión digital, porque este supuesto existe desde hace 15 años, pero sí su forma de exponer y posteriormente revelar sus trabajos. En este sentido, la organización plantea un nuevo debate acerca de la originalidad de los trabajos expuestos tal y como han sido medidos, frente a la alteración de los mismos, que presentaría un supuesto nuevo en relación a otro género fotográfico, antes desconocido.
Hete aquí la cuestión, ¿se debe interpretar que las imágenes de un fotoperiodista renombrado que verifica la historia y la capta también tiene potestad de alterarla? Esta controversia delimita los cauces normales de la captación y posterior exposición de la luz, entendida como el principio básico de la fotografía, sea cual sea su género, y si además, nos metemos en la historia del fotoperiodismo, estas alteraciones, supondrían también un cambio en la visualidad y también en el efecto que ésta podría producir en los ojos del espectador.
Si vemos estos dos casos del mismo autor, el impacto visual, adolece en la segunda frente al marcado contraste de la primera, que supone un compromiso con la imagen y por tanto con lo que ésta nos sugiere; saturación, color intenso, marcado contraste y visualidad. Además habrían desaparecido partes del segundo plano; el carro no está, la señora, es un señor, lo oscuro es claro, el palo, el señor de rojo…¿alteramos también la información gráfica?
En la historia de la fotografía, los llamados puristas, no concebimos, y me incluyo, el apartado de las técnicas nuevas de corrección de luminosidad, saturación, efectos, etc. La paleta histograma altera los valores concebidos como válidos a la hora de medir la luz, y por tanto, inalterables para los que entendemos la fotografía como el arte de medir la luz.
Muchas han sido las fórmulas de encubrir que toda persona que tenga una cámara en la mano, o mejor dicho, una imagen en el ordenador, no haya sentido la tentación de «tocarla», «alterarla», en definitiva, cambiarla.
El manejo de las herramientas que nos proporcionan los editores de imágenes no son otra cosa que nuevos formatos en CMYK o RGB en donde poder alterar, sombras, medios tonos o luces. Eso que antaño se valoraba al subexponer y sobrerrevelar o inconcebible si se trataba de ajustar una información a una foto o al revés.
Al alterar los valores citados, el contraste y por tanto, la resolución de la imagen entendida por vista, dista mucho de lo que incialmente hubiera medido el autor. ¿Hablamos siempre de medir o quizá tendríamos que estar hablando de corregir? Ensombrecer o atenuar, degradar o en muchos casos, aclarar una imagen ya no se hace con los diafragmas porque éstos alterarían la profundidad de campo, por tanto, también la distancia hiperfocal en los usos ulteriores a f 22 y en todo caso, las obturaciones, que también serían «tocadas».
Clonar, corregir, alterar, modificar, cambiar, reparar, blanquear dientes, retocar arrugas, ampliar, reducir, ¿cuántas imágenes se publican alteradas cada día en la prensa? ¿Todas? ¿Casi todas? Efectivamente, concebido como género nuevo, entenderíamos que cualquier persona, en cualquier circunstancia podría apretar un botón y obtener una imagen. Que ésta sea concebida como parte de la prensa no es sinónimo de que sea buena, que suponga un brillante trabajo de interpretación de la realidad y ni siquiera que delimite el estilo del autor, si bien, cualquiera en cualquier circunstancia puede hoy ser capaz de encuadrar un acontecimiento sea el que fuere. La parte periodística de realizar la narración fotográfica, la universalidad de una sola imagen que descubra todo el texto que la acompaña, es otra cosa; quizá, harina de otro costal; ese que le pertenece a los fotoperiodistas que adentrados en la circunstancia, solamente ellos pueden interpretar la realidad.
Este es el comienzo de otra historia del fotoperiodismo; quizá la del relato no expuesto porque aún no se ha cambiado en el ordenador. Llegará una imagen, esté como esté, y comenzaremos a encuadrarla, a cambiar luces y sombras, saturación y luminancia, y posteriormente a la carta, escogeremos qué hacer con ella. La diferencia de una persona de otra solamente es una; quien ha medido, escogido y captado con un carrete y posteriormente ha revelado para positivar a tal efecto, hoy, mide con los ojos, capta con la mirada, y ni siquiera necesita una cámara porque sucede. Ese instante que pudiera ser corregido de forma ulterior, lo hace el que sabe, antes de apretar el botón… Hablamos de saber o no, y eso, de momento, solamente le pertenece a quienes han batallado con un carrete que apenas tenía 12, 24 o 36 fotos; dependía de la información, de tu jefe y de lo que interesaba en ese momento. «Para esa información tres imágenes, te tienen que sobrar 9…» y afinabas, vaya si afinabas.
¿Hablamos del pasado o describimos cómo está siendo tratado el fotoperiodismo actual? Afortunadamente muchos no siguen los pasos de este hombre que hoy está siendo cuestionado por su ética y deontología al tratar las imágenes que han sido premiadas en su historia gráfica. ¿Ha alterado también la historia? No solo hablamos de alterar valores, estaríamos ante un precedente que nos haría reescribir la historia; ¿cuántos han hecho desaparecer personas o han incorporado otras porque la imagen lo merecía? ¿Segumos hablando de ética y de información o cambiamos de profesión?