El historiador, activista de derechos humanos y periodista crítico marroquí, Maati Monjib, de 58 años, ha sido detenido por orden del juez de instrucción del Tribunal de Primera Instancia de Rabat bajo la acusación de «blanqueo de dinero».
El juez ordenó su ingreso inmediato en la prisión Laarjat, en Salé, mientras se completa la investigación.
El año 2020 termina así con mayor represión interna algo que se ha sucedido con otras voces críticas en el periodismo marroquí.
El caso de Monjib se suma a los casos recientes de los también periodistas Omar Radi y Suleimán Raisuni, ambos en detención preventiva y a la espera de juicio. En el caso de Radi, también está acusado de recibir dinero del extranjero, además de por un delito de agresión sexual.
Amnistía Internacional (AI) asegura que tiene pruebas de que los teléfonos móviles de Monjib y de Radi fueron intervenidos y espiados por la empresa israelí NSO Group que trabaja únicamente por encargo de gobiernos, aunque el ejecutivo marroquí lo ha negado.
El Comité de Protección de Periodistas (CPJ, siglas en inglés) exigió «la inmediata liberación de Monjib y el fin de la vigilancia a los periodistas», destacando el hecho de que fuera detenido antes de acabar este año, en condiciones similares a otros periodistas críticos detenidos también en vísperas festivas.
Monjib ya había sido perseguido en el pasado por presuntas irregularidades en un centro de estudios que preside, acusaciones que él niega y que considera responden en realidad a un acoso político por sus críticas al régimen marroquí.
De hecho, medios cercanos al Majzén lo habían acosado y difamado en los últimos años, lo que motivó que la Liga Marroquí para la defensa de los Derechos Humanos condenara, a primeros de este mes de diciembre, estos ataques por parte de páginas digitales creadas para difamar a los disidentes, pidiendo incluso la intervención al respecto del Consejo Nacional de Prensa.
Monjib protagonizó en 2015 una huelga de hambre de veinticuatro días porque las autoridades marroquíes le impedían salir del país -pese a tener también la nacionalidad francesa-, y su caso alcanzó notoriedad internacional al ser apoyado por Amnistía Internacional, así como la organización proderechos humanos Human Rights Watch y Reporteros sin Fronteras.
Además, más de cincuenta organizaciones marroquíes de defensa de los derechos humanos y casi mil periodistas, profesores y militantes asociativos hicieron un llamamiento a las autoridades para que cesaran el acoso contra Maati Monjib.
Se da la paradoja de que entre los que pedían entonces el cese del acoso a Monjib se encontraba el hoy jefe de Gobierno de Marruecos, Saadedín El Othmani, -entonces había cesado como ministro de Exteriores- o el único exjefe de gobierno socialista entre 1998 y 2002, Abderramán Yusufi, fallecido en mayo de este año.
Tras esa huelga de hambre, Monjib hizo posteriormente otras más cortas para protestar por el constante acoso policial contra su persona durante estos últimos años.
Nada nuevo bajo el sol subsahariano y la real corona del prepotente, déspota, dictador y corrupto Mohamed VI un sinvergüenza con pedigrí al que no le importa en absoluto el bienestar de su pueblo y menos aún la libertad de expresión como el de prensa, de ahí las normas que ejerce con puños de hierro en los territorios ocupados del Sahara, donde el Frente Polisario en su guerra para liberar al pueblo ocupado, le está dando no pocos dolores de cabeza. Lo fácil es detener a periodistas y a toda persona, hombre o mujer, que no comparta la doctrina real que no es otra que la aplicación de medidas medievales, si pensamos que estamos en pleno Siglo XX, camino del XXI mientras él, Mohamed, demuestra estar paralizado desde el siglo XV o XVII. Así está el pueblo, sin medios para combatir el Covid, sobre todo en el interior, donde no existen hospitales ni ambulatorios mientras él y su familia y los corruptos que le apoyan y arropan viven mejor que Alá. Es dramático que los EE.UU reconozcan a este gobierno dictatorial y corrupto.