En Marruecos los ginecólogos ganan mucho dinero

En Marruecos las madres solteras son una deshonra y sus hijos unos bastardos

Adaia Teruel

Llevamos veinte minutos perdidos, dando vueltas, pasando una y otra vez por los mismos lugares. Aunque tengo la dirección bien escrita e incluso me he dibujado un pequeño mapa en la libreta antes de salir de casa, al taxista le cuesta orientarse. Al final, resignado, baja del vehículo y empieza a preguntar a los transeúntes. Pero ni así. En menos que nada, vuelve a subir refunfuñando. 

Viven aquí pero no saben ni los nombres de las calles… ¡Hay que ver!

Una madre de la asociación 100% mamans de Tánger con su hijo recién nacido.

 

Hoy tengo una cita con Claire. Hemos quedado en vernos en la Asociación 100% Mamans, que tiene su sede en uno de los barrios periféricos de Tánger. Calles. Callejones. Y callejuelas. A esta hora de la tarde, las terrazas de los cafés están llenas de hombres. Las aceras, hasta los topes de mujeres. Vendedores ambulantes ocupan las esquinas y en un portal, sentado a ras de suelo, se ve a un ciego pidiendo limosna.

En el barrio de Florencia —que es así como se llama el lugar— todas las calles tienen nombres de mártires del Islam. Nosotros buscamos a Stitou y, de momento, no ha habido suerte. Cuando ya hemos agotado todas las posibilidades, consigo hablar con una de las voluntarias de la asociación y ella nos indica como llegar. Cinco minutos después el taxi me deja en la puerta y esa misma chica sale a recibirme.

Claire todavía no ha llegado —me dice— y acto seguido me lleva frente a la mesa de Rhimou, la responsable. Ella será quien me presente al personal y me enseñe las instalaciones. Rhimou me cuenta que empezaron su andadura en 2006 y, que desde entonces, han acogido a más de mil madres. Chicas jóvenes. Solteras. Y embarazadas. Repudiadas por sus familias y marginadas por la sociedad.

El artículo 490 del código penal marroquí castiga con la cárcel las relaciones sexuales fuera del matrimonio. Aunque es raro que los jueces dicten sentencia, la estigmatización y el rechazo que sufren estas mujeres es su peor condena. Ser madre soltera es una deshonra. A la chica se la considera una puta y al bebé un bastardo. A pesar de eso, cada año nacen en el país unos treinta mil bebés sin padre. Las madres no pueden darles su apellido ni tienen derecho a cobrar la pensión alimenticia.

La Asociación 100% Mamans se gestó hace tiempo en la cabeza de Claire, quien ideó un proyecto con la intención de ayudar a estas madres y, también a sus hijos. La idea se concretó más rápido de lo que ella había imaginado y actualmente la asociación —financiada con donaciones; la mayoría provenientes del extranjero— cuenta con tres locales. Rhimou y yo empezamos el tour en las oficinas, donde justo en este momento una chica está impartiendo un curso sobre sexualidad. «A parte de las más de treinta voluntarias —dice Rhimou—, aquí trabajan dieciocho personas entre educadores, psicólogos, médicos, ginecólogos, administrativos y otros profesionales».

Situado a tres o cuatro calles de distancia se encuentra el piso de acogida. Un lugar donde las chicas embarazadas pueden quedarse hasta que den a luz. Actualmente residen en él diez jóvenes. La mayoría analfabetas y menores de edad. Cuando me ven entrar corren a darme la bienvenida. Recibo muchos besos en muy poco tiempo. Todas quieren mostrarme a sus bebés. “Esto no es una cárcel. Funciona como una gran casa familiar—. Me explica Rhimou. —Las madres se organizan entre ellas. Unas ayudan a las otras. Es importante que se responsabilicen y que trabajen su autoestima, que suele estar muy dañada cuando llegan”. Ahora todavía lo desconozco, pero una de ellas perderá a su hijo recién nacido la próxima semana. Muerte súbita. Claire me llamará expresamente para darme la noticia y asegurarse de que no saque la foto del niño en el reportaje. No lo podría soportar, me dice. No te preocupes, le contesto.

En la planta superior han montado una guardería. Tienen capacidad para cuarenta niños. Abren a las seis de la mañana y no cierran hasta las ocho de la noche. “Las madres necesitan trabajar para poder salir adelante y, sin marido ni ayuda familiar de ningún tipo, es muy complicado conseguirlo —me explica Rhimou. —Aquí pueden dejar a sus hijos mientras ellas van a trabajar y recogerlo cuando terminan. Es un servicio gratuito”.

Cárcel para las relaciones sexuales fuera del matrimonio

Rhimou y yo dejamos el edificio y andamos quince minutos hasta llegar a otro local, que es donde las chicas asisten a los talleres y reciben formación profesional. Mientras caminamos me explica que el objetivo es conseguir que las madres sean autónomas e independientes. Que puedan hacerse cargo de su vida, sacar adelante a sus hijos y hacerlo de una forma honrada, dice. De vuelta en las oficinas nos cruzamos con Claire, quien acaba de llegar. Es una mujer menuda, guapetona y desbordante de energía. Me saluda rápidamente y lo primero que hace es disculparse.

Ahora no te puedo atender. Tengo una entrevista telefónica con Radio Nacional de España. Tendrás que esperar a que termine. Lo siento.

Mientras espero me fijo en su bolsa de mano. Lleva un texto escrito en francés. Traducido al español sería, más o menos: Hoy nada es imposible. La observo hablar por teléfono. No para de gesticular. En cada uno de sus movimientos se refleja la pasión que siente por lo que hace. Claire se despide de la periodista de Radio Nacional, cuelga el aparato y me hace un gesto con la mano para que me acerque. Nos sentamos en un rincón. Y ella vuelve a disculparse. Dispone de poco más de una hora, me dice, después tiene otra reunión con los demás miembros de la asociación. Y tengo la sensación que así es su día a día; siempre con prisas y citas pendientes.

Claire me cuenta que es francesa de origen español. Sus abuelos se refugiaron en Argelia durante la guerra. Allí nació su madre y, también allí, vivió hasta cumplir los veinte. Después se trasladó a Francia, que es donde dio a luz a Claire y donde ésta estudió derecho y se especializó en temas de derechos humanos.

Adaia Teruel: ¿Cómo se te ocurrió la idea de crear una asociación para madres solteras en Marruecos?

Claire: Con veinticinco años empecé a trabajar en Ceuta en un centro de acogida para menores. Estuve cinco años coordinado el proyecto y allí fui consciente de esta problemática. Me impactó mucho.

AT: ¿Por qué en Tánger?

C: Porque en el norte del país no había nada. Y me lancé a la aventura. Sin más. Sin saber lo que me esperaba.


AT: No te ha ido mal…

C: Sí. Desde que empezamos no hemos hecho más que crecer.


AT: Hace algunos años se aprobó el nuevo código de familia. ¿Ha mejorado la situación de las madres solteras con la nueva ley?

C: Ha permitido legitimar su situación. Ahora pueden registrar a sus hijos, cosa que antes era impensable. Aún así no hay responsabilidad alguna para el padre o sea que queda mucho por hacer.


AT: Si el sexo fuera del matrimonio no está permitido e incluso puede ser motivo de cárcel ¿Cómo puede ser que haya tantas chicas solteras embarazadas?

C: Porque es como todo. Una contradicción. Mira, en Marruecos se folla mucho. Más de lo que la gente se cree. Aquí los ginecólogos ganan mucho dinero con dos cosas: los abortos clandestinos y las reconstrucciones de himen.


AT: (silencio).

C: Por eso nosotros trabajamos tanto en temas de educación. Vamos a los institutos, a las universidades. Organizamos charlas. Damos información. Incluso repartimos preservativos en las escuelas, eso sí, a la salida y de forma discreta, no sea que nos acusen de fomentar la prostitución.


AT: ¿Habéis tenido algún problema con el gobierno?

C: No. Ninguno. No nos ayudan pero tampoco nos impiden hacer nuestro trabajo, que ya es mucho.

Claire me cuenta muchas cosas. Charlando con ella te das cuenta que existe otro Marruecos. El que no sale en las guías turísticas. Claire me habla de asociaciones y personas que luchan para mejorar estas otras realidades escondidas bajo la superficie. Todas son iniciativas personales. Llevadas a cabo por gente con muchas ganas y pocos recursos pero que están consiguiendo grandes logros; como ella.

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