Vigésimo primer día del primer mes de 2024. Quizás una reciente visita a Japón nos hacía estar más sensibles, por eso la llegada a los cines de Perfect Days estaba marcada en nuestra agenda. Win Wenders quería rendir un homenaje al cineasta japonés Yasujir Ozu y nada mejor que esta intimista película. Una película donde no pasa nada y cualquiera que haya leído algo sobre ella puede pensar que qué misterio tiene la vida de un hombre que se dedica a limpiar aseos públicos en la ciudad de Tokio.
Porque de eso va la película, del día tras día de Hirayama, al que da vida el actor Koji Yakusho en una excelente interpretación.
Pudiera parecernos un nuevo día de la marmota; este hombre se levanta cuando aún no ha amanecido, recoge su edredón, su almohada y su futón, se lava los dientes y la cara, riega sus plantas, se pone el mono de trabajo, saca un café de la máquina de bebidas que hay en la puerta de su casa, se monta en la furgoneta y marcha a hacer su trabajo, que hace meticulosamente, hasta que regresa, ya de noche, a su casa, lee un rato algunas páginas del último libro de segunda mano que compró, apaga la luz y se duerme. Sueña. Se despierta y vuelta a empezar. Y ya está.
Ésta sería la sinopsis de la película y probablemente decidirían no ir a verla.
Pero se perderían, en mi opinión, una auténtica maravilla, y puede que una obra maestra. Porque la maestría está en los detalles, en las sutilezas, en los gestos, en las miradas, en las plantas, en la música que escucha en el reproductor de casetes,. En el trabajo bien hecho, en la paciencia. En los silencios, en los diálogos, pocos, en los personajes que van acompañando cada día Hirayama que nos insinúan algo más de la vida de este hombre.
El agradecimiento silencioso que tributa cada mañana al nuevo día. El respeto que muestra a cada persona con la que se cruza. Su exquisita educación. Su gusto por la lectura, la música y la fotografía.
El poder moverse por una ciudad caótica con la tranquilidad que dan los desplazamientos en bicicleta, recorrer el barrio, pararse en mitad de un puente para ver como la tarde se pierde en el curso del río, continuar porque empieza a llover y cubrirte con un simple chubasquero. Dormir tranquilo recordando las imágenes del día, de un simple día cualquiera.
En los parques, Hirayama, todas las mañanas admira el espectáculo natural y con una vieja cámara analógica hace fotografías de las ramas de los árboles. La lengua japonesa tiene una palabra para definir a la luz del sol que atraviesa las hojas de los árboles mientras se mecen al son del viento, es komorebi, si la palabra les parece hermosa apreciarán este precioso poema visual que nos ofrece Win Wenders con Perfects Days.