La galería Blanca Berlín nos ofrece en esta exposición una selección de gelatinas de plata, negativos maestros de Ramón Masats inéditos hasta el momento actual. Nos encontramos ante un rico y sorprendente material que el fotógrafo de Caldes de Montbuí ha sacado a la luz expresamente para esta muestra, con la que la galería participa en la XVII de PhotoEspaña.
Son imágenes captadas en diferentes momentos del siglo XX que nos convierten en testigos de una realidad ya pasada, fotografiada con el lenguaje libre, intuitivo y carente de artificios con que este gran maestro nos ha deleitado en las distintas épocas que han marcado su excepcional trabajo.
La muestra se mantendrá expuesta entre el 28 de mayo y el 26 de julio de 2014.
…SOBRE EL AUTOR
En 1957, a sus 26 años, llega Ramón Masats a Madrid para dedicarse profesionalmente a la fotografía. Como su paisano Josep Plá casi medio siglo antes, Masats traía de Barcelona ecos de la vida lugareña y la sabiduría antigua de las gentes sencillas, hechas al hábito del sacrificio y la incertidumbre. Y, al igual que el maestro ampurdanés, llegaba a la capital pertrechado de un infrecuente sentido común, un intuitivo recelo hacia todo tipo de verdad canonizada por la costumbre y una aversión visceral por lo solemne, campanudo o pretendidamente artístico. Una mirada que no convocaba a la nostalgia, sino al gozo y al deslumbramiento visual.
Indotado para la metafísica, recelaba de la mediocridad de los que entonces pasaban por maestros indiscutidos, aunque tampoco era fácil hallar una doctrina con la que pudiera identificársele, al margen de la que tozudamente iba construyendo para sí mismo con una determinación silenciosa y obstinada, atesorando, además, un sentido más irónico que sarcástico y una profunda socarronería, sobre la que fue construyendo ese carácter suyo, trasgresor e irreverente, que marcaría luego su mejor fotografía.
En tan largos años de profesión, lo único que no ha perdido Masats es su propensión a la misantropía y su afición a la soledad y el apartamiento. No es sorprendente que haya sido uno de los fotógrafos españoles menos frecuentados por expertos y galeristas. No obstante, no ha podido sustraerse a algunas solicitudes, como la que le llevó en 1999 a realizar una monumental exposición retrospectiva o geroantológica, como él irónicamente gusta de repetir.
Atrincherado en su tozuda obstinación, recibe los reconocimientos -en los últimos años se le van acumulando: Premio Nacional de Fotografía, Premio de las Artes Plásticas de la Comunidad de Madrid, Premio Bartolomé Ros…- con indulgente complacencia y cierto regocijo socarrón.
Catalán en Madrid y madrileño en Cataluña, este ciudadano del mundo que nunca busçó la fortuna o la celebridad, sólo ambiciona ya, como su admirado Walter Benjamín, la gloria sin la fama, la grandeza sin brillo y la dignidad sin sueldo. Aunque esto nunca se sabe.
Publio López Mondéjar. Mayo, 2007