El monumento más emblemático de la República Checa es un grupo escultórico que ocupa el centro de la Plaza de la Ciudad Vieja de Praga y honra al teólogo y filósofo católico Jan Hus, precursor de la Reforma Protestante, declarado hereje por el Concilio de Constanza y condenado a la hoguera.
Se inauguró en julio de 1915, a los quinientos años de su sacrificio, y tras la invasión soviética a Checoslovaquia de 1968, se convirtió en símbolo nacional contra la tiranía.
Cinco siglos antes problemas de todo tipo modificaron de tal modo el mapa demográfico y social de Europa, que se pensaba habían llegado los cuatro jinetes del Apocalipsis: hambre, guerras, pestes y muerte.
La «Peste Negra» de 1348, mató a la tercera parte de la población y redujo el número de campesinos, con la consiguiente disminución de alimentos.
Guerras entre naciones poderosas y la concentración de propiedades y riqueza en monarcas y jerarcas eclesiásticos, que ponían y quitaban reyes, creaban santos y declaraban héroes sin más trámite que sus ambiciones, fueron factores decisivos de esa compleja crisis.
Y las preocupaciones de intelectuales que empezaban a plantear la separación entre Iglesia y Estado, incidieron fuertemente en los cambios.
Una de las regiones menos afectadas por todos estos sucesos fue Europa central; Bohemia se convirtió en centro político, económico y cultural del continente y sus reyes fortalecieron alianzas con otras cortes, mediante matrimonios.
Lo hizo con sus cuatro casamientos y los de sus hijos, Carlos I de Bohemia y IV de Alemania, nacido en Praga en 1316, bautizado como Wenceslao y rebautizado Carlos, el día de su confirmación.
Subió al trono en 1344 cuando el papa Juan XXII destituyó a su padre, el emperador Luis de Baviera y en 1356, fue designado Emperador del Sacro Imperio Romano.
De su reinado datan el Puente Carlos y el Ayuntamiento de la Ciudad Vieja, con su enorme reloj medieval frente al que se concentran miles de turistas, como les platiqué hace ocho días.
Dos de sus hijos, Wenceslao nacido en 1361 en Nuremberg, Alemania, y Segismundo, quien vio la primera luz en Praga y a los once años fue enviado a Hungría para casarse con María, hija del emperador Luis I, también reinaron en Bohemia.
Wenceslao IV a partir en 1363, cuando solo tenía dos años y hasta su muerte en 1415. cuando ascendió Segismundo.
Al iniciar el siglo quince los alemanes, que mandaban en Praga siempre repudiados por los checos, eran apoyados por clérigos que manejaban poder, culpas y conciencias, a través de la venta de indulgencias.
Y entre los estudiantes de la Universidad de Praga, ávidos lectores de los escritos del filósofo inglés Juan Wiclef, crítico de la corrupción y decadencia moral de la Iglesia, surgió un movimiento reformista encabezado por Jan Hus; quien igual que Wenceslao, alentaba su mentalidad independentista.
Ordenado sacerdote el año 1400 fue nombrado predicador por Wenceslao y designado rector de la Universidad Carolina de Praga en 1409.
Hus anhelaba una iglesia católica pobre y evangélica y denunció el poder de la jerarquía, sus enormes riquezas terrenales y la venta de indulgencias; que beneficiaban también a los monarcas.
Censuró las acciones del papa, cardenales y sacerdotes y llamó a desobedecerlos, advirtiendo que Cristo y no ellos, era la cabeza de la Iglesia.
Y organizó procesiones contrastando la imagen papal y sus lujosos ropajes pontificales, con la de Jesucristo vestido con una sencilla túnica y cargando la cruz.
Sus seguidores, husitas, se multiplicaron al ocurrir el Cisma de Occidente entre quienes pregonaban la obediencia al papa Gregorio XII de Roma y los que estaban a favor del antipapa Benedicto XIII de Aviñón.
Intentando solucionarlo, algunos cardenales convocaron en 1409 al concilio de Pisa, que los destituyó y eligió un tercero: Alejandro V.
Como Gregorio y Benedicto no aceptaron ser destituidos, hubo tres papas apoyados por diferentes reyes.
Wenceslao IV a favor de Alejandro V, los alemanes de Praga de Gregorio XII y los cardenales de Italia y Francia, países enfrentados por la Guerra de los Cien Años 1337-1453, formaron bloques en pro de uno o de otro. El único acuerdo era que la Santa Sede debía estar, en Roma.
A la muerte de Wenceslao IV, la llegada al trono de Bohemia de su poderoso hermano Segismundo, poseedor de muchos títulos nobiliarios por su matrimonio con María de Hungría y heredero absoluto de su suegro como emperador germánico, fue fatal para Hus.
Convocó al Concilio de Constanza, celebrado en esa ciudad alemana de noviembre de 1414 a abril de 1418 y logró que le quitara el rango sacerdotal, lo declarara hereje y lo condenara a morir en la hoguera.
Sentencia que se cumplió el mismo día en ser dictada, 6 de julio de 1415, y fue sentida en Bohemia como ofensa a toda la nación.
Encabezados por la reina Sofía, viuda de Wenceslao IV, los nobles desencadenaron revueltas y avisaron al concilio que declararían a Hus héroe nacional.
Y el descontento arreció cuando un año después su defensor, Jerónimo de Praga, fue detenido y también quemado vivo.
Durante los siguientes treinta años, los husitas fueron perseguidos por los poderes civil y eclesiástico, en combates que usaron por primera vez armas de mano como los arcabuces.
Quinientos años después de la muerte de Hus, fue inaugurado el monumento con inscripciones de sus textos más polémicos y que lo representa de pie mirando la iglesia de Nuestra Señora del Týn, principal templo husita, y rodeado de guerreros y figuras del pueblo checo que debieron salir de su país en 1620, cuando fueron derrotados en la batalla de la Montaña Blanca.
Cien años más tarde, en julio de 2015, en la Basílica romana de San Juan de Letrán y teniendo como invitados a dirigentes civiles y religiosos de la República Checa, el papa Francisco declaró que la condena conciliar contra Jan Hus, «hirió de gravedad a toda la Iglesia Católica» y pidió perdón por ella.