En Marina hay tres personajes masculinos que representan diferentes ideales o estadíos del amor: el enamorado ferviente, un pescador al que conoce desde su más tierna infancia pero que no se atreve a declarársele; el del hombre despechado (un capitán Ajab de Moby Dick, o un Heathcliff de Cumbres borrascosas) que por desengaños de la vida ha renunciado al amor y va solo a lo suyo, y el del enamorado celoso como Otelo, un terrible barítono (Ivo Stanchev) que, por su complejo de inferioridad, no se acaba de creer que haya sido él el elegido por Marina.
Marina juega con él para provocar a su novio y ello puede muy bien desencadenar una tragedia de tal magnitud que todavía en estos momentos no sé cómo hemos podido salir de allí sin ver correr la sangre de la protagonista. Ella sufre horrores, víctima de su propio engaño, pero sangrar no sangra.
A esto añádasele toda la belleza del mar Medirerráneo con sus atardeceres y sus amaneceres, con sus romanzas y sus valses y sus habaneras; añádasele el movimiento de masas de todo un coro que representa a toda una aldea pescadora (Lloret de Mar, niños incluidos, en la Costa Brava) meciéndose sobre el escenario a los sones de la música y de las canciones, algunos de ellos también bailando como solistas cuando toca; y por fin añádasele la orquesta titular del Teatro de la Zarzuela dirigida por Ramón Tebar que, desde el foso, marca y manda en cada movimiento de la escena, dirigida ésta a su vez por alguien tan preparado como Ignacio García quien, además de director, también es músico.
«Es la Marina más hermosa que hemos podido imaginar», afirman sus actuales creadores.
Con este montaje dirigido por Ignacio García, que ya en 2013 obtuvo un gran éxito con él, el Teatro de la Zarzuela cierra temporada. Se trata de una producción propia, hecha con el apoyo de Loterías y Apuestas del Estado, a la que se han inyectado nuevas voces (´gente joven pero con trayectoria’) según ideario del director artístico del Teatro de la Zarzuela, Daniel Blanco, y se le ha añadido mucho más ‘fango’ (humanidad), según proyecto de Ignacio García, que quiere que en la obra haya barro, arena, brea. Aquí se ve la dureza de la vida de los hombres del mar, tanto de los pescadores como de los que construyen y calafatean los barcos, que a veces son los mismos y con las mismas fatigas pero sin renunciar por ello al amor. «El mar de Arrieta, a pesar de ser el apacible Mediterráneo, simboliza con sus tempestades, sus olas y sus vórtices, las pasiones descontroladas de los personajes que pueblan la obra. No son marineritos de primera comunión sino lobos de mar y sudorosos trabajadores de los astilleros quienes se enfrentan por la atención, el amor y la compañía de la protagonista». Sólo faltaban los estibadores.
Marina, del maestro Emilio Arrieta, fue estrenada en Teatro del Circo en 1855. La obra, que en principio fue una zarzuela, se incrementó elevándose al empaque de una ópera, con el añadido del tercer acto, que en la versión actual disfrutamos después de una pausa.
Posteriormente, voces tan grandes como la de Alfredo Kraus o Jaume Aragall hicieron populares algunos de sus temas, hoy de todos conocidos, como la habanera Dichoso aquel que tiene la casa a flote, el aria Costas las de Levante o el brindis A beber, a beber y a apurar, sin saber en muchos casos a quién pertenecen.
Ficha:
- Marina, de Emilio Arrieta, con libreto de Francisco Camprodón y Miguel Ramos Carrión
- Dirección de escena: Ignacio García
- Dirección de orquesta: Ramón Tebar
- Voces principales: Leonor Bonilla, Alejandro del Cerro, Eduardo Aladrén, Damián del Castillo, Germán Olvera, Ivo Stanchev y David Oller
- Teatro de la Zarzuela (Jovellanos, 4. Madrid)
- Función comentada: 16 de junio de 2017