El Centro de Estudios Internacionales CIDOB[1] sostiene que año 2016 será recordado como el año en que todas las predicciones fallaron. El mundo empieza a digerir las victorias del Brexit, del ‘No’ a los Acuerdos de Paz en Colombia y de Donald Trump. Y mientras tanto, las emergencias humanitarias se multiplican y el terrorismo no da tregua.
En la Carta Internacional dirigida a sus seguidores en el cierre del año, recuerdan que:
En enero, alertábamos de que el ascenso de Trump en las encuestas era “un indicador de un proceso de frustración y radicalización de parte de la sociedad norteamericana”.
El 8 de noviembre, después de haber hecho balance del legado de Obama, evaluábamos los cambios que podríamos ver a partir de la toma de posesión de Trump como nuevo presidente de Estados Unidos: desde un retroceso de décadas en la lucha contra el cambio climático hasta la redefinición de la cooperación con Europa en materia de seguridad. Paradójicamente, tal y como apuntaba Nathalie Tocci en Atlantic Voices, este contexto podría acabar siendo favorable a Europa si nos hiciera tomar conciencia de la necesidad de l legar a una unión real en defensa.
Una necesidad aún más urgente después de que el Reino Unido manifestara su voluntad de abandonar la Unión Europea con la victoria del Brexit. Después del shock inicial, la Unión Europea tiene la oportunidad de salir reforzada y hacer frente a déficits estructurales, tal y como planteaba Donald Tusk: “Lo que no te mata te hace más fuerte”.
El 2 de octubre, y de nuevo contra todo pronóstico, Colombia se decantó por el ‘No’ a los Acuerdos de Paz, reflejando la polarización social, política y económica del país. Un voto que en ese momento se planteaba como decisivo pero que no impidió que el Gobierno y las FARC-EP reafirmaran su voluntad de mantener el alto el fuego. Después de 41 días de negociaciones, el pasado 24 de noviembre se firmó el texto de un nuevo acuerdo destinado a poner fin a casi 60 años de conflicto. El 2017 parece que será el momento para la paz en Colombia, un momento que analizaremos el 21 de enero en la próxima edición del War & Peace in the 21st Century.
Con el asedio a la ciudad de Alepo en la retina y el final de la guerra en Siria aún lejano, reflexionamos en torno a los retos que plantea el suministro de servicios sanitarios en zonas en guerra: “Bombardear hospitales destruye los últimos resquicios de humanidad en la guerra”, recordaba Marine Buissonnière.
Un año de nuevo marcado por los ataques terroristas nos ha hecho cuestionarnos cómo aproximarse a la organización Estado Islámico, hasta qué punto es eficaz el terrorismo –identificando las condiciones que llevan a su fracaso– o cuáles son las fases que experimenta un individuo en su proceso de radicalización. Dos focos de inseguridad global, Afganistán y Pakistán, se han mantenido entre nuestras prioridades.
Veníamos de un 2015 marcado por la tragedia humanitaria en el Mediterráneo y 2016 ha sido capaz de superar las cifras más dramáticas, situando la inmigración forzosa en el centro de la atención pública y la arena política. La mal llamada “crisis de los refugiados” ha dado lugar a una falla sistémica de la solidaridad escenificada en la externalización del control migratorio por parte de la Unión Europea: “Pagamos pero que lo hagan otros”. Esta situación ha reforzado el papel y la influencia de Turquía, un país que no volverá a ser el mismo después del intento de golpe de estado el 15 de julio.
Por su parte, Rusia ha dejado claro que la fuerza militar es un elemento central de su política exterior y que, a diferencia del grueso de los miembros de la UE, tiene voluntad para utilizarla activamente si lo considera necesario. Mientras la simpatía entre Putin y Trump sigue creciendo, también lo hacen las acusaciones a Rusia de haber ayudado a la elección del candidato republicano a través de ataques cibernéticos.
El 2016 ha sido también el año de la muerte de Fidel Castro. Con la anunciada jubilación en 2018 de su hermano Raúl, Cuba enfrenta el futuro entre la incertidumbre y la esperanza, consciente de la necesidad de transformarse, abrirse y legitimar el gobierno de las nuevas generaciones. La región también vivió las elecciones presidenciales en Perú, con la ajustada victoria de Pedro Pablo Kuczinsky en segunda vuelta ante Keiko Fujimori; las elecciones presidenciales en Nicaragua, con menor -o ninguna- incertidumbre respecto a un resultado que confirmaba el cuarto mandato consecutivo de Daniel Ortega; o la destitución de Dilma Rousseff en Brasil en medio de una crisis política y económica. Venezuela empezó el año con la incertidumbre provocada por la pérdida del control del Congreso por parte del chavismo y lo acaba en una situación de bloqueo político que aboca al país a la quiebra en medio de un diálogo de sordos.
Con los Juegos Olímpicos de Río, se puso de manifiesto el contraste entre el optimismo económico respecto a los mercados emergentes en el momento de su adjudicación y la crítica de la sociedad brasileña asfixiada por una triple crisis nacional (económica, política y social). Este es sólo uno de los numerosos retos que deberá afrontar la ciudad del futuro, una ciudad que hemos definido como sabia y que deberá ser capaz de entender el nuevo orden geopolítico y las relaciones de poder a la vez que se alinea con la Agenda 2030 para el Desarrollo. Y una ciudad que, como en el caso de Barcelona, deberá repensar su modelo de turismo, situándolo dentro de los procesos globales y teniendo en cuenta todas sus implicaciones.
Para CIDOB, 2016 ha sido un año en el que hemos culminado grandes proyectos como Atlantic Future que, durante tres años, ha analizado las dinámicas de cooperación entre Europa, África y las Américas. Otros, como SAHWA, centrado en las perspectivas de futuro de la juventud en los países árabes mediterráneos, presentarán los resultados finales el próximo año. Y otros, como MENARA –que analiza los motores de cambio del orden regional en Oriente Medio y el Norte de África y sus consecuencias para Europa– y NIEM –que evalúa las políticas de integración para los refugiados en 16 estados miembros de la UE– acaban de empezar.
Líderes políticos como Juan Manuel Santos, Federica Mogherini o Nigel Farage, pero también figuras menos conocidas como Kimia Alizade o Maryam Monsef son algunos de los nombres propios que han puesto rostro a este 2016, junto a organizaciones como los Cascos Blancos, Proactiva Open Arms, Hermanos en el Camino o Memorial. Todos ellos forman parte de los 40 protagonistas CIDOB de la agenda internaci onal 2016.
Anne-Marie Slaughter, en su contribución al Anuario Internacional CIDOB, nos decía que “los historiadores mirarán atrás y verán la década de 2008 a 2018 como el equivalente europeo a la Guerra Civil americana: una gran lucha interna 50 o 60 años después de su fundación para determinar el futuro y la forma de la Unión Europea”.
Y cuando volvamos a principios del año que viene, la labor de CIDOB será mirar adelante, anticipando los riesgos y marcando las prioridades de la agenda internacional de 2017.
- CIDOB es un think tank independiente y plural con sede en Barcelona, dedicado al estudio, la investigación y el análisis de temas internacionales. Creado en 1973 como Centro de Documentación Internacional de Barcelona, desde 1979 es una fundación privada.