Andreu y Anastasia son una pareja que promete mucho en un tema que es muy difícil de concretar: el erotismo de una novela (50 sombras de Grey) de tintes sadomasoquistas que fue la más leída del año, más tarde película y ahora parodia bufa en manos de grandes actores.
Un tío muy simpático el Andreu, que cae bien a todo el mundo al principio y al final, aunque da la impresión de que en «el tema que nos ocupa» todo está siempre a punto de empezar y no bien arranca la función cuando ya se termina. O de que todo puede volver a empezar para poder seguir adelante (coger impulso) y así cumplir con lo prometido, que es deuda.
Ella, Anastasia (Rocío Gutiérrez), es tan deslenguada que él, cuando aparece, resulta casi modosito, un pincel de aseado y «très poli», muy buen chico y trajeado hasta el techo, que sólo le falta el alzacuellos para realzarlo. Porque ella es quien prepara el camino para que cuando él llegue, todo esté llano menos las cuestas y todos con unos ojos bien abiertos en espera de la buena nueva, la que nos libere de complejos y tabúes y nos lleve a tratar con desenfado algo tan íntimo como las relaciones sexuales. ¿Quién no ha conocido un Grey en su vida? ¿Quién no lo ha tenido incluso en la suya? Todo es ponerse a imaginarlo para contarlo, aunque bien pensado, ¿de verdad hay muchas mujeres a día de hoy (¿a ver, que levanten la mano!) que estarían dispuestas a emular a la protagonista del libro o de la película? Esto es lo que quiere hacernos ver Andreu Casanova si es que o he entendido algo, que hay cosas que imaginadas y deseadas a placer, nadie las querría en su vida.
Parece que todo está más en contarlo que en haberlo vivido, como si ya el hecho de haberlo imaginado o soñado le diera un valor igual o superior a la realidad o como si todo fuera realidad aunque de distinto tipo. Una vez le oí a un cineasta genial decir de un famoso actor: «éste cambia de amante como otros cambiamos de malos pensamientos», y lo decía con melancolía y cierta frustración porque sin duda él sí distinguía entre los sueños (malos pensamientos) y la realidad (las amantes del otro). Hoy nadie compartiría esa empanada mental ya que los malos pensamientos son arte puro y se pueden contar. Es más, realidad que no se cuenta, no existió, máxime en el terreno de las conquistas, y esto sí que no es nada nuevo.
Volviendo a Andreu y sus 50 sombras, creo que el tema está en calzones y bien está empezar por algo, aunque de momento nos quedemos en vocabulario y gestos. El problema es buscar la forma de avanzar sin ser groseros, y en eso deben estar los que se embarcan en estas audacias ilustrativas de lo íntimo y oscuro. Andreu no es grosero, y así el tema avanza según la fantasía de cada cual, que va a saltos. Hay un momento en que agarra la botella de agua (el chico tiene sed) y casi se la traga. La marca de aguas en cuestión se caracteriza por tener el morro o pitorro muy ancho, y de ahí compone el chiste con el que empieza a romper el hielo: Este Solán o Solal está tremendo… Es un público muy preparado, que va muy rápido absorbiendo, ¿pero saben acaso que Solán o Solal es el héroe de Bella del señor, la novela erótica, también muy gruesa, de Albert Cohen? Entonces o después, Andreu lanza muchos cabos que atar.
Al público madrileño se le ofrece una nueva oportunidad para conocer al verdadero Grey… de Barcelona. O sea, Andreu Casanova -uno de los humoristas con más proyección en el panorama nacional. Un show de humor para fans y detractores del libro más vendido de los últimos años.
Andreu Casanova y Anestesia protagonizan un divertido cambio de roles con los que parodian y ridiculizan los momentos más conocidos del best seller. El público participa en el espectáculo en muchos momentos, compartiendo con los actores sus experiencias de pareja. Vayan preparados para participar, por si les toca
Título: 50 sombras de Andreu
Reparto: Andreu Casanova y Rocio Gutièrrez
Equipo: Josep Mª Raventós, Andreu Casanova y Rocio Gutiérrez
Fecha de la función comentada: 24 de agosto de 2016
Pequeño teatro Gran Vía