«Hay secretos que no pueden enterrarse»
En “1945”, el director húngaro Ferenc Török (“Moswcú Square”, “Istambul”) saca a la luz un retazo sombrío de la historia de Hungría sobre la participación más o menos directa de muchos ciudadanos en el expolio y la deportación de judíos durante la Segunda Guerra mundial.
Los hechos narrados se sitúan en la inmediata posguerra y están contados desde el punto de vista de los deportados supervivientes que regresan, y sus consecuencias.
Agosto de 1945. Cuando los aparatos de radio están emitiendo la noticia del bombardeo nuclear de la isla japonesa de Nagasaki, en un pueblo de la Hungría profunda, y en medio de un calor sofocante y un ambiente festivo, sus habitantes se disponen a celebrar la boda del hijo del secretario municipal al mismo tiempo que dos judíos ortodoxos llegan en tren a la localidad, cargados con dos cajas enormes cuyo contenido es un misterio.
Inmediatamente empieza a circular el rumor de que son herederos de deportados y de que podrían llegar muchos más reclamando sus bienes, que fueron expoliados y que ahora disfrutan algunos de sus vecinos; todos los habitantes se preguntan acerca de sus responsabilidades. Esta visita inesperada cambia también el destino de los contrayentes.
Magnífico drama histórico rodado en un blanco y negro muy apropiado para el momento y las circunstancias del relato, basado en la novela “Homecoming”, de Gabor Szanto -un escritor que se define como “el último de los autores judíos húngaros”, quien ha participado en el guión-, plantea el tema de la culpa y el remordimiento, personal y colectivo, en una historia que mantiene el suspense prácticamente hasta el final y encarna al destino en las figuras silenciosas y casi fantasmales de las figuras de dos judíos, eternos errantes que, vestidos del negro riguroso propio de la ortodoxia, suben y bajan las calles en cuesta del pueblo, contribuyendo con su actitud y su hermetismo a crear un terrorífico clima paranoico de contrición y denuncia de las delaciones y la avaricia engendradas en medio de la locura que fue la Segunda Guerra mundial.
(Un asunto tan traumático como es la destrucción masiva de judíos en el país, más de medio millón en un corto espacio de tiempo hacia el final de la guerra, de los que 450 000 fueron deportados a Auschwitz; en la operación nazi estuvieron más o menos implicados los poderes públicos y muchos simples ciudadanos. Tampoco es ningún secreto decir que muchos de ellos se beneficiaron de la deportación de sus vecinos judíos).
Para los habitantes del pueblo, la inesperada llegada de los dos visitantes representa la vuelta a un pasado que pretenden olvidar y el miedo ante un futuro que de pronto se ha vuelto amenazador, “negro como el recuerdo”; para el espectador, la película es algo muy familiar, una mirada penetrante a la mala conciencia de un país enfrentado a sus peores fantasmas
“Ese sentimiento de ansiedad creado (…) intenta describir, mediante un montaje rápido y un cámara en continuo movimiento, que se oponen a los grandes espacios abiertos que rodean a los que llegan en el tren, Török (el realizador) intenta establecer una comparación con el actual aumento del nacionalismo en Hungría; las víctimas son consideradas como invasores peligrosos por los poderos y presentadas como un leitmotiv que se repite (…) Mientras que 1945 fue el año de la liberación del nazismo en muchas naciones, algunos estados de la Europa del Este pasaron de una dominación extranjera a otra”.
Ese es el momento exacto en que se sitúa esta historia, en un tiempo muerto cuando Hungría salía del fascismo pero todavía no era comunista. El humo negro que invade los campos en los planos finales es emblemático, la fiesta se ha transformado en tragedia, no es casualidad que los personajes más positivos de la historia abandonen el pueblo…