Un estudio dirigido por investigadores de la Universidad de Linköping (Suecia) ha demostrado que los niveles bajos de la proteína GAT-3 en la amígdala, son los responsables de que el sistema de recompensa cerebral cambie sus preferencias y haga del alcohol una adicción.
Este nuevo hallazgo publicado en la revista Science permitiría curar el alcoholismo dado que en el estudio los científicos utilizaron a ratas que podían ingerir todo el alcohol que quisieran y otra fuente en donde podían optar por agua azucarada. La evidencia científica ha comprobado que solo un 15 % de las ratas siguieron eligiendo el alcohol y por ello, pudieron comprobar el comportamiento adictivo de las mismas.
Al ser analizados los genes en las cinco áreas del cerebro pudieron observar que las mayores diferencias en la expresión de genes se encontraban en la amígdala, que es la región cerebral que juega un papel importante en la respuesta emocional.
En este sentido, al disminuir la expresión de GAT-3 en la amígdala los animales cambiaron sus preferencias y optaron por consumir alcohol. Este neurotransmisor, inhibidor del sistema nervioso central, el ácido y aminobutírico (GABA) en torno a las neuronas sugiere que si existen cambios en la amígdala se justifica la adicción al alcohol.
Para ello, se existe en la actualidad un nuevo fármaco denominado Baclofeno, utilizado para el alivio de la tensión muscular en las enfermedades neurológicas, que ha demostrado tener un gran potencial en el tratamiento de la dependencia al alcohol.
El Baclofeno permite suprimir la liberación de GABA y por tanto, podría ser eficaz, determinando las dosis en pacientes con adicción al alcohol.
El componente adictivo del alcohol hace que a pesar de saber que esa adicción tarde o temprano te matará, sin embargo algo hay en el control motivacional que hace que el sujeto recaiga. La averiguación acerca de la amígdala justificaría este mecanismo que hasta la fecha se desconocía y podría justificar la adicción. Según el Instituto sobre el Abuso del Alcohol y el Alcoholismo, los efectos del alcohol varían de persona a persona, según una multiplicidad de factores; desde la cantidad que se bebe, cómo se bebe, la frecuencia, la edad, el estado de salud y los antecedentes familiares.