Considerado culpable de «violencia sexual» con su hija adoptiva, un tribunal de Petrozavodsk, capital de la república de Carelia (región rusa fronteriza con Finlandia), ha condenado este 22 de julio de 2020 al historiador ruso Yuri Dmitriev, de 64 años, conocido como «el investigador del Gulag», a tres años y medio de campo de reeducación.
Se trata de una sentencia que todos los analistas internacionales denuncian como «un intento de salvar la cara de una justicia encarnizada», ya que en casos similares la condena nunca ha bajado de quince años, como había pedido la fiscalía, y que sus defensores han venido denunciando como un «montaje político» de principio a fin.
Yuri Dmitriev, quien ha cumplido más de tres años de prisión preventiva, podría quedar en libertad el próximo mes de noviembre, ya que según su abogado le queda por cumplir «menos de tres meses y medio».
Si bien la condena ha sido «inesperadamente reducida», quienes apoyan a Dmitriev consideran que es muy grave porque a partir de ahora lleva colgada la etiqueta de pederasta y lo más probable es que no pueda ver a su hija adoptiva durante muchos años.
Desde 2016 Yuri Dmitriev se encontraba en el punto de mira del poder por sus investigaciones en los archivos y sus pesquisas en los bosques de Carelia, para recuperar la memoria de la represión y las purgas estalinistas, especialmente centradas en Sandarmork, un bosque donde entre 1937 y 1938 fusilaron a más de nueve mil personas que fueron enterradas en fosas comunes, en las orillas del lago Onega.
Director de la delegación local de la ONG Memorial, Yuri Dmitriev –detenido por primera vez en 2016 acusado de grabar «imágenes pornográficas» de su hija adoptiva, y puesto en libertad en 2018- lleva desde 1990 trabajando en los archivos con el objetivo de poner nombre a todos y cada uno de los represaliados –tiene ya una lista con cuarenta mil nombre nombres-, así como a todos los verdugos, y colaborando con sus propias manos en las excavaciones para exhumar los cuerpos enterrados en fosas comunes.
Un trabajo que, evidentemente, va a contracorriente del discurso oficial de la Rusia de Vladimir Putin, empeñado ahora en la rehabilitación del período soviético.