El opositor ruso de 44 años Alexeï Navalny se encuentra en estado crítico aunque estable en el Hospital de la Caridad de Berlín, a donde fue trasladado en coma desde Siberia en un avión medicalizado fletado por la ONG Cinema for Peace.
El traslado se hizo tras vencer la resistencia del gobierno ruso de Vladimir Putin y de los médicos del hospital de Omsk, donde fue atendido tras aterrizar de urgencia el vuelo que llevaba desde Tomsk, en Siberia occidental, a Moscú, el viernes 21 de agosto de 2020.
Navalny fue supuestamente envenenado con alguna sustancia añadida al té que tomó en el aeropuerto antes de subir al avión. Una versión que mantienen sus allegados y toda la oposición rusa, habituada a ver desaparecer a sus líderes envenenados por agentes de los servicios de inteligencia FSB (antigua KGB), tanto en el país como en el extranjero, y que han rechazado los médicos del hospital de Omsk, quienes tras impedir que nadie, ni siquiera su esposa Yulia, pudieran verle, hablaron de «hipoglucemia» y finalmente lo diagnosticaron como «un problema de metabolismo».
En el día transcurrido entre la llegada de Navalny al servicio de toxicología del hospital de Omsk y su salida para el de Berlín, el canal ruso de televisión Life difundió un vídeo grabado en el avión por un pasajero, en el que se oye gemir de dolor a una persona y se ve a los socorristas dirigiéndose hacia la cola del aparato.
Por su parte, el canal Telegram 112 fue quién emitió las imágenes de Navalny trasladado en camilla desde el avión hasta la ambulancia que esperaba en la pista de aterrizaje. La información de la agencia estatal rusa Tass publicó la declaración del médico-jefe del hospital de Omsk, Alexandre Murakhovsky, de que «se encontraba en estado muy grave, inconsciente y conectado a un respirador artificial».
Alexei Navalny, principal opositor de Vladimir Putin, quien le impidió presentarse a las últimas elecciones ordenando que le detuvieran por «malversación», y emblemático luchador contra la corrupción de las élites, ha pasado varias veces por las cárceles rusas y ha sufrido varios ataques orquestados desde el poder.
En 2017, cuando salía de su oficina en Moscú, le arrojaron a los ojos un producto antiséptico que estuvo a punto de dejarle ciego. En julio de 2019, mientras cumplía condena, tuvo que ser trasladado al hospital donde denunció haber sido «envenenado con un producto químico desconocido”, que los médicos calificaron de “reacción alérgica a alguna sustancia tóxica».
El sábado 22, en Berlín, en una conferencia de prensa organizada por Jaka Bizilj, fundador de Cinema for Peace, y Leonid Volkovel, responsable del equipo de Navalny, el director de la ONG aseguró haber llevado a cabo la «misión humanitaria» del traslado del político a Berlín por encargo de dos miembros del grupo musical de punk ruso Pussy Riot, mundialmente conocido por organizar performances artísticas prohibidas contra Putin, y por la defensa de los derechos de las mujeres.
En 2011, tras un espectáculo considerado «profanatorio» en una iglesia ortodoxa, tres de las miembros del grupo fueron detenidas y un año más tarde condenadas a pasar dos –que no llegaron a cumplir- en un campo de trabajo por «vandalismo» e «incitación al odio religioso». En 2018, otro de los miembros del grupo, Piotr Verzilov, fue hospitalizado en Berlín tras sufrir «un intento de envenenamiento en Rusia».
Cinema for Peace es una organización humanitaria alemana que se creó tras los atentados del 11 de Septiembre en Estados Unidos, con el objetivo de «influir a través de las películas en la percepción y la resolución de los desafíos sociales, político y humanitarios mundiales». Desde hace dieciocho años, en el marco de la Berlinale (Festival Internacional de Cine de Berlín) organiza una gala en la que entrega recompensas a las actrices y los actores comprometido con la paz y la justicia.
Ya hemos comentado que Navalny no es en absoluto el primer opositor de Putin contra el que se atenta presuntamente en un intento de envenenarle. El diario francés Le Monde recuerda que en los anteriores casos de envenenamientos acontecidos en Rusia «jamás se ha llegado al fondo en las investigaciones» y que solo se han podido confirmar los sucedidos en el extranjero, aunque los expertos están de acuerdo en que «el envenenamiento político es una vieja práctica rusa». El boletín diario de France Télévisions se hace eco de cinco casos probados.
El 4 de marzo de 2018 aparecieron dos personas inconscientes en un banco de la ciudad de Salisbury, en el Reino Unido: «Se trataba de Sergueï Skripal, de 66 años, y su hija Yulia, de 33. Ambos habían estado expuestos a venenos desarrollados secretamente por las autoridades soviéticas durante la guerra fría. Se recuperaron tras permanecer hospitalizados varias semanas.
Sergueï Skripal era un espía doble, reclutado a principios de la década de 1990 por los servicios secretos británico, el célebre M16, cuando trabajaba en la dirección general de Inteligencia del estado mayor ruso. En 2010, el presidente ruso Medvedev intercambio a Skripal y otros tres agentes dobles por una decena de agentes secretos rusos instalados en Estados Unidos y desenmascarados por el FBI. Desde entonces vive en el Reino Unido.
El segundo caso es el de Alexandre Litvinenko, antiguo agente de la KGB «quien animaba a luchar contra la corrupción en el FSB», al que finalmente los servicios de contraespionaje rusos, al mando de Vladimir Putin desde 1998, expulsaron acusado de corrupto.
Litvinenko se exilió en Londres y en noviembre de 2006 tomó un té en un restaurante londinense con dos antiguos miembros de la KGB. Pocos días después fue hospitalizado y murió tres semanas más tarde. En su estómago se encontró polonio 210, un metal radiactivo extremadamente potente, que también estaba en la tetera del restaurante. En la carta que escribió a modo de testamento decía: «Ha llegado el momento de decir algo de los responsables de mi actual estado (…) Vladimir Putin, podréis silenciar a un hombre pero los gritos de protesta del mundo entero resonarán en vuestros oídos durante el resto de vuestra vida. Que Dios os perdone por lo que habéis hecho no solo a mí, sino también a Rusia y a su pueblo».
En 2015, el opositor ruso Vladimir Kara-Murza, de 38 años, vicepresidente de Open Russia, un movimiento que tiene como objetivo «construir y reforzar la sociedad civil rusa» y que en las últimas legislativas apoyaba a jóvenes opositores, ingresó en cuidados intensivos con un «fallo renal agudo. En su sangre encontraron en proporciones anormales manganeso, cobre, mercurio y zinc». Un año más tarde, de nuevo tuvo un fallo renal, y esta vez los médicos le encontraron «substancias tóxicas desconocidas». Kara-Murza fue un amigo muy cercano de Boris Namtsov, viceprimer ministro de Boris Yeltsin, asesinado en 2015.
«En plena campaña de la presidencial ucraniana, el 5 de septiembre de 2004, Viktor Iouchtchenko se sintió enfermo. Hospitalizado en Austria, regresó a Ucrania con el rostro desfigurado y lleno de cicatrices. Denunció haber sido envenenado y los médicos diagnosticaron que había ingerido dioxina en una cantidad diez mil veces superior a la tolerada, que le atacó al hígado, el conducto digestivo, el páncreas y la piel. La investigación llegó hasta los servicios secretos rusos (…) En enero de 2005, Viktor Iouchtchenko fue elegido presidente de Ucrania».
En septiembre de 2018, cuando asistía al juicio de dos miembros del grupo Pussy Riot por desobediencia a la policía, Piotr Verzilov, un activista ruso-canadiense- conocido por invadir el terreno de juego en 2018, durante la Copa del Mundo en Rusia-, se sintió enfermo. Pocos días más tarde «perdió la vista», no podía hablar y no reconocía a su compañera.
Hospitalizado en Moscú fue trasladado después al Hospital de la Caridad de Berlín, donde le diagnosticaron envenenamiento por «substancia desconocida». Se curó en una decena de días. En declaraciones posteriores al periódico alemán Bild, Piotr Verzilov dijo que podía deberse a que «estaba trabajando en un proyecto de película con el periodista Alexandre Rastorgouïev, asesinado el 30 de julio de 2018 junto con otros dos periodistas en Centráfrica, donde investigaban la presencia de mercenarios rusos».