El historiador ruso Yuri Dmitriev, de 64 años, especialista en la época estalinista a la que ha denunciado por su carácter autoritario y represivo, ha sido condenado este 30 de septiembre de 2020 a trece años de encierro en una colonia penitenciaria.
La sentencia habla de «Violencia de carácter sexual sobre un menor» pero las personas cercanas a Dmitriev lo rechazan con firmeza y denuncian que se trata de una venganza del régimen de Putin por trabajar sobre aspectos sensibles de la historia del país.
Viktor Anufriev, el abogado de Dmitriev, ha explicado a los periodistas que el tribunal de la ciudad de Pétrozavodsk en Carelia, norte de Rusia, estima que la hija adoptiva del historiador, minusválida, es la víctima del delito de pederastia que se le atribuye. El letrado, que le define como «una persona muy resistente, que sabe que no es culpable», ha precisado también que su defendido lleva tres años en prisión preventiva.
Yuri Dmitriev fue detenido en 2016, acusado de tener imágenes pornográficas de la niña; en abril de 2018 quedó en libertad sin explicaciones pero, dos meses más tarde, el Tribunal Supremo reabrió el caso iniciando un nuevo proceso. En julio de este 2020, Dmitriev fue condenado a tres años y medio de cárcel, por lo que su abogado aseguraba que había cumplido la mayor parte de la pena y podría quedar en libertad en noviembre; una esperanza que ahora se desvanece.
Dmitriev, miembro de la ONG Memorial, está especializado en la documentación de los crímenes soviéticos cometidos durante la etapa estalinista, «sus trabajos van a contracorriente del discurso oficial» que apuesta por la rehabilitación de aquel período.
Dmitriev ha dedicado treinta años de su vida a identificar a cuarenta mil personas deportadas o ejecutados por el régimen de Stalin en Carelia, región rusa fronteriza con Finlandia, donde también participó en el descubrimiento de una de las mayores fosas comunes en Sandarmokh, donde se encontraron los restos de entre siete mil y nueve mil personas.
La historia oficial de la Rusia actual, lo mismo que el servicio de inteligencia FSB, heredero de la antigua KGB, pretende que los muertos de Sandarmokh no son víctimas de la represión estalinista sino soldados del Ejército Rojo abatidos por los finlandeses.