Un viejo dicho menciona que si estás en Marruecos que nada te sorprenda, todo es normal. Por este motivo uno no puede extrañarse porque un diputado haya estado ausente, de forma voluntaria, durante más de dos años y mantenga su escaño reapareciendo en el Parlamento (Cámara de representantes) de Rabat.
No se trata de un diputado cualquiera, sino del ex secretario general de la formación más antigua marroquí, el Partido Istiqlal (PI), Hamid Chabat, de 67 años, quien ha estado estos dos años en Turquía –se especuló que pediría su nacionalidad- y Alemania, en concreto, Düsseldorf.
Era ya conocido como ‘el gran ausente’. Durante este tiempo ha estado cobrando su sueldo (30.000 dirhams, 2790 euros) además de los beneficios añadidos. Tan solo ha presentado un certificado médico como justificante, señalando que quiere retomar «su actividad política». Durante su larga ausencia del Parlamento tan solo manifestó: «No estoy en el exilio, ni he huido pero he tenido que dar un paso atrás».
En Marruecos la ausencia en el Parlamento no incluye sanción alguna, tan solo se hace constar la no presencia haciéndolo público. Aunque se anunció, tras el primer año de ausencia, que se le quitarían 1300 dirhams (120 euros) por inasistencia, salvo justificación válida, al final no se llevó a cabo.
Su partido tampoco ha hecho ninguna recriminación por su larga ausencia. Es más, su portavoz parlamentario, Noureddine Mediane, le respaldó: «Chabat sigue siendo miembro del Parlamento hasta que termine su mandato» -concluye el próximo 2021- ya que «fue elegido por los votantes».
Si bien legalmente puede un diputado ausentarse dos años sin muchas explicaciones, lo cierto es que su caso ha motivado la indignación de la opinión pública marroquí que está sufriendo las duras condiciones del coronavirus, ya que el estado de emergencia sanitaria no se ha levantado desde marzo y hay muchas ciudades confinadas.
Por este motivo, ha sido un dirigente del opositor Partido Progreso y Socialismo (PPS), Aziz Driouch, quien ha sido muy claro: «la clase política es corrupta (fassida en árabe), no tiene legitimidad y es la causa de todas las calamidades que sufren los marroquíes».
Además, sostuvo que el regreso de Chabat, como si nada hubiera pasado, da la impresión que Marruecos «se ha convertido en un país de anarquía y caos», añadiendo que la clase política «está robando el dinero de los contribuyentes, disfrutando de salarios y privilegios, sin que se vean resultados positivos sobre el terreno».
Chabat fue además alcalde de Fez durante doce años, 2003-2015, y ahora anuncia que quiere volver a intentar obtener la alcaldía, que actualmente ostenta Driss Azami, del gubernamental Partido Justicia y Desarrollo (PJD).
Hay que recordar las polémicas declaraciones de Chabat hace casi cuatro años, cuando era líder del PI, en las que se refirió a Mauritania como un país «filial, subsidiario» que históricamente «pertenecía a Marruecos», reivindicando lo que se llama el Gran Marruecos, cuyo territorio incluye las «ciudades de Ceuta y Melilla, islas Chafarinas», y territorios pertenecientes a Argelia tras la guerra de las arenas de 1963 «hasta el río Senegal».
El exlíder del partido de la balanza (símbolo del Istiqlal), tuvo a uno de sus hijos condenado por tráfico de cocaína y, en su etapa, el propio Partido Istiqlal presentó una moción en el Parlamento marroquí para legalizar el cannabis.
Este político marroquí perdió el liderazgo del PI en octubre de 2017, frente a Nizar Baraqa, quien fuera viceministro de Economía y que es nieto del fundador e histórico dirigente del PI, Allal el Fassi (1910-1974). Como curiosidad, habla bien español.