¿Qué les puedo decir? (I)

Confieso que pocas horas antes de comenzar a redactar este escrito, no había escogido el tema que debía publicar hoy en este prestigioso medio de comunicación social español; pero estaba seguro de que al sentarme frente al computador y echarle mano al teclado, este surgiría, tal como ocurre frecuentemente.

Lo dicho, desde luego, no implica que los comentarios sean escogidos sin sopesar lo antes tratado. Siempre procuro no ser repetitivo, y cuando debo referirme a un asunto que ya fue abordado, lo hago con un enfoque diferente, en aras de que se disipen las dudas que hayan quedado. Este aporte semanal no tiene orden cronológico. ¡Así que, tranquilos!

Muchos de los artículos son motivados por peticiones de los seguidores de este trabajo de divulgación periodística, y por comentarios elogiosos que frecuentemente llegan a mi buzón de correo electrónico y por otras vías, lo cual me facilita el trabajo de selección, como el de hoy, que surgió de una amena y edificante conversación que sostuve por teléfono con mi amigo y paisano Juan Ramón Guzmán, quien me planteó una interesante inquietud respecto de algo que lo preocupaba, con relación a que, partícula que tiene múltiples usos, como múltiples también son las dudas e impropiedades en las que incurren muchos redactores, aun los más cuidadosos.

Juan Ramón es poeta, escritor, intelectual y autor de innumerables textos con alto contenido político, social y venezolanista, que han sido y son el punto de partida para el análisis y la comprensión de la realidad de Venezuela y de la región conformada por países con habla mayoritariamente de lenguas derivadas del latín, que no es otra que América Latina o Latinoamérica, como lo prefieran.

La preocupación de este compañero en el quehacer de la palabra, con quien he mantenido y mantengo una relación amistosa de vieja data, es la misma de muchas personas que usan el lenguaje escrito y oral como herramienta básica de trabajo. Por eso he considerado prudente volver a hablar de que y sus diferentes usos, seguro de que no será nadar contra la corriente.

El Diccionario de la Lengua Española (DLE) registra varios usos, que conviene conocer en función de evitar impropiedades. Para facilitar la comprensión, he tomado los ejemplos que muestra el prestigioso registro lexical de la docta institución, muchos de los cuales los presento de manera textual, así como parte de su enunciado, y de allí que el entrecomillado sea obvio.

La forma que se la usa para introducir una oración relativa y «refiere a un antecedente expreso, generalmente nominal: Se pondrá los vestidos que tú elijas»; «Ella, que finalmente no vino, tenía un compromiso».

Introduce una oración relativa sin antecedente expreso, y se usa con el artículo determinado: «Visitamos las que recomendaban en la guía»; «Se fijaron en el que estaba en el escaparate»; «Eso es lo que no entiendo».

Actúa como pronombre relativo nominal: «Algo que» o «Nada que». Se usa sin antecedente expreso, con los verbos tener y haber: «Siempre hay qué comer en esta casa»; «No tiene qué leer».

Como conjunción introduce una oración subordinada sustantiva: «Quiero que estudies»; «El miedo a que salga mal»; «Es imposible que lo olvide».

Con la función nombrada anteriormente, introduce el segundo término en las oraciones comparativas de desigualdad, normalmente en correlación con más o menos. «Más quiero perder la vida que perder la honra».

También en el oficio de conjunción sustituye a la copulativa y, pero siempre tendrá carácter adversativo: «Justicia pido, que no gracia»; «Suya es la culpa, que no mía».

Tiene el mismo valor que porque o pues: «Levántate, que ya es hora». Para comprobar que la sustitución no altera el significado, basta con visualizar las palabras sustituidas: «Levántate, porque ya es tarde» «Levántate, pues ya es tarde».

Hay casos en los que oficia de conjunción disyuntiva y equivale a o: «Qué quiera, que no quiera».

Esto del que es largo y por demás interesante, por lo que prefiero cortar acá y continuar la venidera semana, ocasión en la que mostraré otros usos y me referiré al caso concreto de la inquietud del poeta Juan Ramón Guzmán, que dio origen a esta entrega.

David Figueroa Díaz
David Figueroa Díaz (Araure, Venezuela, 1964) se inició en el periodismo de opinión a los 17 años de edad, y más tarde se convirtió en un estudioso del lenguaje oral y escrito. Mantuvo una publicación semanal por más de veinte años en el diario Última Hora de Acarigua-Araure, estado Portuguesa, y a partir de 2018 en El Impulso de Barquisimeto, dedicada al análisis y corrección de los errores más frecuentes en los medios de comunicación y en el habla cotidiana. Es licenciado en Comunicación Social (Cum Laude) por la Universidad Católica Cecilio Acosta (Unica) de Maracaibo; docente universitario, director de Comunicación e Información de la Alcaldía del municipio Guanarito. Es corredactor del Manual de Estilo de los Periodistas de la Dirección de Medios Públicos del Gobierno de Portuguesa; facilitador de talleres de ortografía y redacción periodística para medios impresos y digitales; miembro del Colegio Nacional de Periodistas seccional Portuguesa (CNP) y de la Asociación de Locutores y Operadores de Radio (Aloer).

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