Córcega es el origen del actual campeón mundial juvenil de ajedrez, Marc’Andria Maurizzi, de dieciséis años, quien se acaba de coronar el pasado domingo 1 de octubre, en México. El francés, de origen corso, terminó invicto (seis victorias y cinco tablas) y se une a dos compatriotas que habían logrado previamente este título, Joel Lautier (1988) y Maxime Vachier-Lagrave (2009).
Su carrera la inició como campeón de Europa sub10 en 2017 en Rumanía y sub12 en 2019, obtuvo el título de maestro internacional a los doce años y se convirtió gran maestro, el más joven de la historia de Francia, a los catorce años y cinco días, precisamente consiguiendo sus últimas normas en el torneo de Sitges en España.
Se inició en la escuela Charpak de Bastia y en su club de Córcega todos recuerdan sus primeras y brillantes jugadas. Posteriormente, recibió clases de ajedrez del maestro internacional Michael Massoni, y también vía internet de Gata Kamsky y Lossif Dorfman. Ha confesado en alguna ocasión que no le gusta viajar especialmente.
Marc’Andria juega en un club de Córcega y, desde hace tres años, en el Chartres, uno de los más potentes de Francia y al que pertenece el conocido jugador exiliado iraní, ahora francés, Alireza Firouzja.
Se da la circunstancia que además es un apasionado del fútbol. Marc’Andria jugaba como centrocampista en el equipo sub-16 del SC Bastia (actualmente en Segunda División, Ligue 2) y era aficionado del Barcelona. ¿Quién es su jugador favorito? «Messi». ¿Y en ajedrez? «Kaspárov».
Este éxito es consecuencia de un programa concertado, que ya lleva veinticinco años funcionando, de enseñanza del juego en las escuelas de Córcega.
La Liga de Ajedrez de Córcega, que actualmente preside Akkhavanh Vilaisarn, ofrece a seis mil niños al año, en 75 escuelas de la isla una hora de ajedrez semanal. Se ha convertido en un laboratorio para una revolución de ajedrez corso. Hay casi siete mil jugadores de ajedrez con licencia en la isla con una población de 340.000 habitantes; más de veinticinco veces la tasa de la Francia continental.
«Es el fruto de la política educativa desarrollada en Córcega desde hace dos décadas. Es la consagración de un camino que está lejos de terminar», explica Vilaisarn.
El estilo corso favorece la táctica de improvisación sobre la estrategia, según Vilaisarn… «Existe el método clásico de aprendizaje. Es decir, los grandes maestros tocaban así, así que te aprendes las variaciones de memoria. Con nosotros es al revés, primero jugamos con el niño, miramos su estilo y los movimientos que quiere hacer. La teoría podría decir que hay un mejor movimiento, pero si quieren hacer un buen movimiento en otro lugar, eso es suficiente porque jugarán a su manera».
Otra innovación local fue la regla corsa, introducida en 2003, para prohibir las tablas por acuerdo entre jugadores, una convención que permite a ambas partes evitar perder partidos y puntos de clasificación.
Los jugadores corsos cuentan con cierta reputación en Francia. Vilaisarn recuerda las caras de consternación del equipo contrario en un campeonato nacional hace unos años: «Dijeron: ‘Oh no, jugamos contra los corsos’. Ese es el mejor tipo de cumplido».
Existe un interés internacional por el modelo de ajedrez corso y sus beneficios sociales, el programa se ha replicado en la isla de La Reunión. Turquía y Azerbaiyán instituyeron programas nacionales de desarrollo de ajedrez similares en 2005 y 2009, respectivamente.
Pero sin duda la figura en el empuje del ajedrez corso es Leo Battesti, quien renovó el Club de Ajedrez de Córcega, en Bastia, entonces llena de veteranos, creando la Liga de Ajedrez de Córcega y el programa de extensión escolar en 1998.
Battesti señala sobre el impacto ético del ajedrez: «Es un error fundamental, sobre todo en la sociedad en la que vivimos, olvidar lo socioeducativo. El mundo necesita una revolución cultural, para que la gente esté más tranquila, para que haya menos odio y más fraternidad».
Sobre su experiencia de juventud en prisión, donde aprendió el juego, opina, «para mí, es inconcebible que las personas que juegan al ajedrez juntas, que hacen cierto tipo de amor espiritual y estratégico, puedan matarse entre sí. Al contrario, es la distancia la que permite a la gente matar».
Idioma corso
Córcega tiene unas características propias, entre ellas su propio idioma, aunque la mayoría de las clases son en francés, poco más del diez por ciento son en Corsu, idioma que es hablado por el 42 por ciento de la población.
De hecho, la Liga de Ajedrez tuvo que inventar mucho vocabulario del juego desde cero, donde anteriormente había dominado el francés. Ahora es i scacchi corsu.
En cuanto al nombre de las piezas, pezze: la reina, la regina se convirtió en dama, donna para evitar confusiones en la notación ajedrecística con el rey (rè); el alfil, scemu (traslación del francés fou, loco) o también l’alfieru, inspirado en el italiano, el caballo, cavaddu, la torre, torra y el peón, pione o pedine.
También, ajedrecista, ghucatore di scacchi; tablero blanco y negro, Scacchiera bianchi y nero; Jaque mate, Scaccu Matu o enroque largo y corto, Arrucamentu maiò y minò.
Se da la circunstancia que el presidente francés, Emmanuel Macron, acaba de visitar Córcega donde apostó por favorecer el desarrollo de la lengua corsa, con el bilingüismo del sistema educativo, además de abogar por una autonomía para la isla.
Por último, hay que recordar al corso más universal de la historia, Napoleón Bonaparte (1769-1821), como se sabe, gran amante del ajedrez que desarrollaba, entre otros, en el café La Regence de París.