«La gente se congregó aquí para decirles a los políticos que se terminó la forma en que usábamos la energía y el ambiente en los siglos XIX y XX», dijo Radek Gawlik, uno de los ecologistas más conocidos de Polonia. «Ya pasó la época de la quema de carbón, y cuanto antes lo entendamos, mejor para nosotros», añadió.
Gawlik acompañó a más de 7.500 personas en una cadena humana de ocho kilómetros de longitud que unió el 23 de agosto al pueblo de Kerkwitz, en Alemania con la localidad de Grabice, en Polonia como protesta contra la expansión de la minería de lignito a ambos lados de la frontera, informan Claudia Ciobanu, Silvia Giannelli de IPS*.
Los habitantes de poblaciones cuyas casas quedarían destruidas por la expansión minera, activistas polacos y alemanes y visitantes de otros países formaron la cadena humana, organizada por Greenpeace y otras oenegés ambientalistas europeas, que cruzó el río Niesse que marca la frontera entre los dos países.
De prosperar, los planes mineros desplazarán al menos a 6000 personas en la parte alemana de la región de Lusacia y a 3000 en el sudoeste de Polonia.
La responsable en Alemania es la estatal empresa de energía sueca Vattenfall, que ampliará dos de sus minas de lignito en los estados alemanes de Brandemburgo y Sajonia, con la aprobación de las autoridades locales.
En Polonia, la empresa estatal de energía Polska Grupa Energetyczna (PGE) proyecta una mina de lignito a cielo abierto que extraerá casi dos millones de toneladas de carbón al año, lo cual supera la capacidad del lado alemán.
Alemania
La política energética de Alemania es considerada un ejemplo, entre otras cosas por la Energiewende, una estrategia para descarbonizar la economía en 2050 mediante la reducción de hasta 95 por ciento de las emisiones de gases de efecto invernadero, un 60 por ciento de energías renovables en el sector energético y el aumento de 50 por ciento en la eficiencia energética.
Hoy, las fuentes renovables producen 25 por ciento de la energía del país.
Ampliar la minería del carbón, como sucedería en la región de Lusacia, contradice los objetivos de Alemania, sostienen los ambientalistas.
«La expansión de las minas de lignito y la meta de descarbonización de Alemania para 2050 con la Energiewende no encajan en absoluto», afirmó Gregor Kessler, de Greenpeace Alemania.
«Alemania debe hacer fuertes recortes a la quema de carbón si quiere alcanzar su propia meta climática en 2020», de reducción de las emisiones de dióxido de carbono en un 40 por ciento, añadió.
«Sin embargo, el gobierno hasta ahora tiene miedo de dar el siguiente paso lógico y anunciar un plan de eliminación del carbón», según Kessler.
Los políticos repiten que «el carbón seguirá siendo necesario durante años para brindar seguridad energética. Pero aun hoy una gran cantidad de la energía generada por el carbón se exporta al extranjero, mientras que cada vez más… proviene de fuentes renovables», sostuvo.
La expansión de Vattenfall amenaza a Proschim, un pueblo de 360 habitantes. La destrucción de esta pequeña comunidad rodeada de minas de lignito es más polémica porque hoy en día produce más electricidad a partir de energía renovable que la necesaria para su población.
El aumento productivo en Nochten y Welzow-Süd, dos minas a cielo abierto de Vattenfall, destruiría a Proschim junto con su parque solar y eólico y su planta de biogás: «Es una paradoja. Tenemos tanta energía renovable… en Proschim. Y este es el pueblo al que quieren arrasar», subrayó su exalcalde Erhard Lehmann.
No obstante, Proschim está dividido, ya que la mitad de sus habitantes aceptan el proyecto de expansión de Vattenfall, entre ellos el teniente de alcalde Volker Glaubitz y su esposa Ingrid, oriunda de Haidemühl, un pueblo vecino que fue evacuado para permitir la expansión de la mina a cielo abierto Welzow-Süd.
Ahora Haidemühl es conocido como el «pueblo fantasma» porque Vattenfall no pudo derribar sus edificios abandonados debido a problemas legales vinculados con la propiedad privada: «El futuro deberá tener energía renovable, pero ahora es demasiado cara y necesitamos el lignito como tecnología puente. Las minas traen muchos puestos de trabajo a la región. Sin el carbón, Lusacia ya estaría muerta», aseguró Volker Glaubitz a IPS.
Johannes Kapelle, un agricultor de 78 años en guerra contra la destrucción de Proschim, opina totalmente diferente. «El carbón ya está desapareciendo, es algo que pertenece al pasado», afirmó el hombre de origen sorbio.
Su casa está cubierta de paneles solares y, desde su jardín, muestra con orgullo el parque eólico que abastece a Proschim con una producción anual de cinco gigavatios.
Para Kapelle, la extracción de lignito amenaza a la cultura sorbia, vinculada espiritualmente a la tierra, desde que comenzó la industrialización de la zona hace más de cien años.
«Cuando un sorbio tiene una casa sin jardín, tierras de cultivo, bosques o lagos entonces ya no es un verdadero sorbio porque carece de tierra sagrada», expresó.
Polonia
En materia climática, Polonia es la oveja negra de Europa porque produce 90 por ciento de su electricidad a partir del carbón y su estrategia nacional de energía reserva al mineral un papel central en las próximas décadas.
El gobierno polaco, dirigido por el primer ministro Donald Tusk, intentó en los últimos años que la Unión Europea (UE) no adoptara metas climáticas más ambiciosas.
Los más de 100.000 puestos de trabajo que genera la minería del carbón en Polonia son un argumento para mantener el sector en actividad, según las autoridades polacas. Además, el carbón constituye una reserva local que puede garantizar la «seguridad energética» del país, añaden.
Pero aquellos contrarios al carbón señalan que las energías renovables y la eficiencia energética también generan empleos. Y según la Organización de las Naciones Unidas, la inversión en la eficiencia energética de los edificios por sí sola podría crear hasta 3,5 millones de empleos en la UE y Estados Unidos.
Los ecologistas argumentan, además, que el carbón no es tan barato como sus defensores afirman. Según el Instituto de Estudios Económicos de Varsovia, en pocos años las subvenciones de la minería del carbón en Polonia alcanzaron hasta un dos por ciento del producto interno bruto.
«En Polonia, el lobby del carbón es muy fuerte», destacó Gawlik. «También tengo la impresión de que nuestros políticos no acaban de entender que las energías renovables y la eficiencia energética ya se transformaron en alternativas reales y no tienen costos míticamente altos», agregó.
- Con los aportes de Anja Krieger y Elena Roda (Alemania)
- Editado por Phil Harris / Traducido por Álvaro Queiruga