Jorge Covarrubias*
El Diccionario de la Lengua Española ha abierto sus páginas a las novedades del siglo XXI con términos como tuit, wifi, bíper y nube informática, ha ampliado el registro de las relaciones humanas incorporando palabras improbables en ediciones anteriores como amigovio, papichulo y platicón, y ha dejado entrar 19 000 americanismos como reconocimiento a un idioma universal que tiene un 90 % de sus hablantes en el continente americano.
En las 2312 páginas de la 23ª edición que acaba de publicarse en conmemoración de los 300 años de la Real Academia Española, América está representada con un sinnúmero de términos como la lonchera para llevar el almuerzo, el taquito para lucirse en el fútbol, la motoneta para pasear, el miguelito para pinchar neumáticos, o las acciones de cajonear y conflictuar para hacerse mala sangre.
El nuevo diccionario, el primero que se publica en trece años, ya no es presentado por la Real Academia Española sino por la Asociación de Academias de la Lengua (ASALE), que es la organización que nuclea a las 22 academias del idioma español en tres continentes, como una reafirmación de la política panhispánica que se aplica desde hace unas dos décadas. Y en su nueva actitud de apertura incorpora los términos que requieren las novedades de suma actualidad como el dron, la burka o una definición de matrimonio que admite la unión entre personas del mismo sexo.
Marco Martos, el presidente de la Academia Peruana de la Lengua, dijo a la AP que «la Real Academia Española está cambiando lentamente de actitud y empieza a considerar el punto de vista americano en el diccionario que se considera de todos». Y Mario Antonio Sandoval, director de la Academia Guatemalteca, afirmó que el nuevo diccionario «recoge de manera clara el trabajo de colaboración de toda las academias hispanoamericanas. Por eso se le puede llamar Diccionario de la Lengua Española, no de la Real Academia Española. El significado de la obra, entonces, es su espíritu y tarea panhispánicos».
Para Francisco Javier Pérez, presidente de la Academia Venezolana de la Lengua, la obra «señala un antes y un después en la concepción del más importante diccionario de la lengua». Nancy Morejón, directora de la Academia Cubana de la Lengua, dijo que el Diccionario representa «un feliz acontecimiento para la enorme comunidad hispanoparlante».
Y Susana Cordero, quien dirige la Academia Ecuatoriana de la Lengua, afirmó que el nuevo Diccionario «se abre a interminables sugerencias y consigue que todos nos sintamos representados en él: desde España, de tricentenaria academia, hasta los Estados Unidos».
Sin embargo Francisco Arellano Oviedo, director de la Academia Nicaragüense de la Lengua, quien al igual que sus colegas hispanoamericanos accedió al requerimiento de la AP por correo electrónico, opinó que para la próxima edición «habría que pensar en un diccionario más acorde con la realidad, menos españolismos y más americanismos».
Los americanismos incorporados representan un 10% de las 195 439 acepciones que traen las 93 111 entradas del nuevo diccionario. Como dijo José Manuel Blecua, el director de la Real Academia Española, el Diccionario es cada vez más descriptivo y menos normativo, es decir, refleja el habla de la gente. Aunque los académicos españoles se apresuran en señalar que también existe un Diccionario de Americanismos, ciento por ciento descriptivo y cero por ciento normativo, que refleja todo lo que se dice en América sin pasar por alto hasta la más crasa vulgaridad.
Mientras algunos académicos del continente aplauden la incorporación de términos de América y otros reclaman una cuota más generosa, la Academia Norteamericana de la Lengua Española (ANLE), que representa a la segunda comunidad hispanohablante del mundo solo superada en número por México, según el Instituto Cervantes, tiene a la vez motivos para celebrar y reclamar, después de haber sido entre las 22 academias la segunda con mayor número de contribuyentes a la nueva edición del Diccionario, solo detrás de España.
«Como es natural, y puesto que residimos en los Estados Unidos, lo que más nos interesaba era que el Diccionario recogiera por primera vez una serie de términos que usamos los hispanohablantes en este país», afirmó el director de la Academia Norteamericana, Gerardo Piña-Rosales. «A estos términos los llamamos estadounidismos, y me satisface muchísimo ver ya ese término en el Diccionario, que lo describe: «estadounidismo: palabra o usos propios del español hablado en los Estados Unidos de América». Además el Diccionario presenta ahora la marca EE. UU. para referirse a los términos propios del español en Estados Unidos.
Otro gran triunfo de la ANLE fue lograr, después de muchas insistencias, que se modificara la definición que el Diccionario de la Real Academia Española en internet había dado de espanglish cuya versión inicial ―totalmente rechazada por la Academia Norteamericana― lo definía como «modalidad del habla de algunos grupos hispanos de los Estados Unidos, en la que se mezclan, deformándolos, elementos léxicos y gramaticales del español y del inglés».
Según aclaró el director de la ANLE, «a petición de nuestra Academia, en la versión impresa del Diccionario se ha eliminado eso de ‘deformándolos’, porque nosotros, avalados por prestigiosos lingüistas expertos en el tema como Domnita Dumitrescu, Silvia Betti, Ana Zentella y Carmen Silva Corvalán, pensamos que las lenguas en contacto no se deforman sino que se enriquecen».
Hasta allí los motivos de satisfacción para la academia más joven de todas con 40 años de vida. Como dice Piña-Rosales, «en esta vigesimotercera edición del Diccionario se han incluido 19 000 americanismos, lo que es encomiable; no obstante, muchísimos de los estadounidismos que nuestra comisión envió a la Real Academia Española siguen brillando por su ausencia. Tengo la impresión de que ni en la RAE ni en las demás Academias de la Lengua se dan cuenta ―o no quieren darse cuenta― de que el futuro del español no está ni en España ni Hispanoamérica, sino en los Estados Unidos. Y no tanto porque se hable de 40 o 50 millones de hispanohablantes en estos predios del Tío Sam, sino porque el español no es ya, como todavía creen algunos, una lengua de segunda categoría, sino que en los ámbitos culturales (la televisión, la radio, la prensa, etc.), económicos y hasta tecnológicos (por no decir científicos) campea por sus fueros, sin competir con el inglés, lo que sería ridículo».
Muy pocos de los estadounidismos propuestos por la ANLE entraron en el Diccionario, como por ejemplo congresional y billón, que llevan la marca EE. UU. Pero a la vez quedaron afuera muchos otros como bagel, hispanounidense, parada, paralegal, pretzel y rentar según las acepciones generalizadas entre los hispanohablantes en Estados Unidos. La próxima ocasión que tendrá la Academia Norteamericana de insistir en sus propósitos será la reunión trienal de la Asociación de Academias de la Lengua Española que sesionará en México en el 2015.
- Jorge Covarrubias es secretario general de la Academia Norteamericana de la Lengua Española y, al igual que la mayoría de los directores citados en el artículo, figura en la nueva versión del Diccionario de la Lengua Española entre los «Académicos responsables de la vigesimotercera edición del Diccionario».