Desde la segunda mitad del siglo XIX, tres etapas cruciales marcaron las relaciones entre Marruecos y España: la guerra hispano-marroquí (Guerra de África o de Tetuán: 1859-1860), la cuestión marroquí en la Restauración española (1875-1912) y la presencia española en Marruecos durante el Protectorado (1912-1956).
El precio de la derrota
Para desalojar a las tropas españolas de Tetuán, el Sultán Sidi Mohamed Ibn Abderrahman se comprometió a garantizar caladeros para los pescadores españoles en Santa Cruz la Pequeña (en la costa atlántica), ampliar la zona jurisdiccional de Ceuta, autorizar la apertura de una “Casa de Misioneros” en Fez, y prometió la conclusión de un nuevo acuerdo comercial.
Para la recuperación de Tetuán, el sultán manifestó el deseo de finiquitar de inmediato la indemnización exigida en plazos de 20 millones de duros (equivalentes a 100 millones de pesetas o a 30 toneladas de oro fino).
Marruecos debía finalmente aceptar la más dolorosa solución al autorizar la presencia de funcionarios españoles en los puertos de Tánger, Tetuán, Larache, Rabat, Casablanca, Mazagan (El Yadida), Safi y Mogador (Esauira). Estos tenían que supervisar la recaudación en aduanas hasta el pago total de la indemnización de guerra.
Para que las calles de Tetuán se liberaran de los militares españoles, el pago se haría en cuatro plazos de 25 millones de duros cada uno, del 1 de julio hasta el 28 de diciembre de 1860. En definitiva, los negociadores españoles consiguieron todo lo que se esperaba de un país humillado por la derrota: el pago en metálico de la indemnización de guerra, conquistas territoriales, ventajas comerciales y penetración religiosa.
Desde el primer pago, las finanzas de Marruecos se quedaron muy mermadas hasta tal punto que el sultán se vio obligado a solicitar al pueblo donativos voluntarias. El segundo pago fue honrado por medio de un empréstito inglés de 10 millones de pesetas, concedido el 10 de marzo de 1862, y otros 15 millones de pesetas aportadas por los notables del país.
Un acuerdo, firmado el 30 de octubre de 1861, autorizó a España confiscar la mitad de las sumas devengadas por los derechos aduaneros en los ocho puertos marroquíes por el pago de los 50 millones de pesetas restantes. A cambio, los 40.000 hombres del ejército de ocupación debían abandonar de inmediato Tetuán. Las últimas tropas españolas dejaron la ciudad seis meses más tarde, el 2 de mayo de 1862.
Un ejército de funcionarios españoles, traídos de la península, se repartieron a partir de abril de 1862 por los ocho puertos marroquíes. Hasta el pago de la última peseta en 1884, actuaban como intérpretes, interventores y recaudadores bajo la supervisión de la legación española en Tánger.