Blind, del director noruego Eskil Vogt, es la historia de una obsesión y como tal tiene vida propia y así se ofrece a la contemplación del espectador. Lo cierto es que no puedes apartar los ojos de la pantalla por mucho que, dentro de su belleza deslumbrante, haya algo que te desconcierte o te extrañe. Para ser la ópera prima de Eskil Vogt, se diría una obra maestra.
Su génesis está en una historia escrita por un amigo que cayó en sus manos. Cuenta que la leyó y cómo en adelante no podía olvidarse de la mujer protagonista de esa historia, una mujer ciega por accidente. Pues bien, esa obsesión consigue transmitirla al espectador.
Su protagonista Ingrid (Ellen Dorrit Petersen) vive con su marido Morten (Henrik Rafaelsen) en un piso de ensueño si pensamos en una sociedad en la que el espacio es el principal valor. Un piso de techos altos y mucha luz, casi vacío de objetos si exceptuamos los muebles estrictamente necesarios donde la vemos acomodarse y divagar. Su marido le ha asegurado que ellos dos están en lo más alto del edificio, nadie los puede ver.
Así, a salvo accidentes fortuitos que, sin embargo, resultan inevitables, ella podrá moverse sin tropezar, ubicarse en su espacio ocupando siempre los mismos sitios y salvando la rutina del día a día casi con las mismas posturas. Nunca sabe a ciencia cierta si su marido está en casa y la observa en silencio, ella así lo siente o lo imagina, juega con la incertidumbre que este hecho le crea.
Desde que se quedó ciega, vive encerrada en ella misma, cree ser un estorbo y sus inseguridades la tienen recluida. Se diría encerrada en una caja mágica que contiene todo su mundo.
No le conocemos más familia que el marido, su único contacto con el exterior, además de los sonidos de la ciudad que le llegan por un gran ventanal ante el que se sienta cada día a escribir, a estudiar inglés, a escuchar lo que pasa en la calle o en los pisos de enfrente. ¿Es la suya una ventana indiscreta?
Ella no tiene la culpa de no ver, ella no tiene la culpa de oír, ella no tiene la culpa de tener una imaginación que dota de vida a todo cuanto le rodea, hasta el punto de proporcionarle una doble vida (pornográfica, infiel) al soso de su marido y a otras almas solitarias de la vecindad o que ella conoce de otro tiempo (la escuela, las salas de cine, los gimnasios, las separaciones dolorosas) y que son para ella el vivero de donde extraer a partir de las imágenes que guarda en su archivo personal de vidente, los ingredientes para nuevas vidas que encajen en su mundo personal enriqueciendo la suya.
Con esto Ingrid logra no sólo construir un mundo alrededor de sí misma sino reconstruir su propio mundo que considera roto y en suspenso a partir de la ceguera. Porque para Ingrid, lo real existe sólo en la medida en que consigue visualizarlo, de ahí que le preocupe enormemente perder su memoria visual.
El director Eskil Vogt, estrecho colaborador de Lars von Trier logra así una narración de una verosimilitid abrumadora y llena de esperanza, tanto como la posibilidad de enriquecer nuestra vida, nuestro mundo partiendo de nuestras limitaciones en lugar de hundirnos en ellas.
Eskil Vogt presentó Blind en Sundance, donde ganó un premio por el guion, y se ha proyectado en la sección Panorama Europa Cinemas Label de la Berlinal 2014.