Un libro del historiador Juan Pablo Fusi analiza el tránsito de la cultura española desde el franquismo a la democracia
El régimen que se impuso en España después de la guerra civil puso fin al gran momento histórico que la cultura española había vivido durante los primeros años del siglo XX. Desde el fin de la guerra y durante la década de 1940 el franquismo impuso en todo el país una cultura controlada por los principios del falangismo en lo político, por la moral nacionalcatólica en lo social, por la glorificación del pasado imperial en lo histórico y por la censura en todos los ámbitos, desde la educación y los medios de comunicación a la alta cultura y la cultura popular.
Entre los nombres a destacar en esos años apenas los de Jardiel Poncela y Miguel Mihura en el teatro, Agustín de Foxá o José María Gironella en la literatura, Joaquín Rodrigo en la música y Juan de Orduña en el cine, destacaban en un páramo en el que el oficialismo se apuntaba méritos como la creación de la Orquesta Nacional y la fundación de revistas como “Escorial” y “Espadaña”.
Ni siquiera el regreso del exilio de Ortega y Gasset en 1945 sirvió de revulsivo a una España política y culturalmente adormecida. Las críticas a la cultura española se prolongaron a las décadas siguientes, las de los cincuenta y los sesenta, aunque era evidente que a principios de esta última comenzaba a gestarse un cierto cambio que no pasaba inadvertido.
Fue Julián Marías, un filósofo discípulo de Ortega y opuesto al régimen de Franco, quien en torno a 1960 desconcertó a la sociedad española al afirmar que en España se vivía una nueva edad de oro de la cultura. Para ello aportaba los nombres y las obras de Pío Baroja, Azorín, Xavier Zubiri y Menéndez Pidal (quienes continuaban una labor iniciada antes de la guerra) y los nuevos de Gabriel Celaya, José Hierro y Blas de Otero en la poesía, Rosa Chacel, Miguel Delibes, Ignacio Aldecoa y Camilo José Cela en la literatura, Buero Vallejo en el teatro…
Los años sesenta habrían sido el inicio de una nueva cultura española que iba a alcanzar su mejor momento durante los años de la transición política a la democracia. De este recorrido se ocupa el nuevo libro del historiador Juan Pablo Fusi “Espacios de libertad” (Galaxia Gutenberg), un ensayo sobre la evolución de la cultura española durante la segunda mitad del siglo XX.
Los años sesenta: una década prodigiosa también en la cultura
En el filo entre los cincuenta y los sesenta, ya algunos intelectuales del falangismo (Dionisio Ridruejo, Laín Entralgo, Torrente Ballester, Luis Rosales, Leopoldo Panero) se habían ido distanciando paulatinamente del franquismo, desencantados por la deriva cultural de un régimen cuyo monopolio había quedado en manos de los Emilio Romero, José María Pemán, Torcuato Luca de Tena, Gonzalo Fernández de la Mora, Joaquín Calvo Sotelo. La nueva cultura comenzaba su andadura reivindicando la filosofía de Ortega y recuperando las obras de las generaciones del 98 y el 27. También promoviendo otra literatura desde nuevas editoriales (Seix Barral, Taurus, Alianza, Alfaguara), premios literarios (Nadal, Sésamo, Biblioteca breve) y revistas culturales (“Insula”, “El Ciervo”, “Papeles de son Armadans”, “Cuadernos para el diálogo”).
La generación del medio siglo (Sánchez Ferlosio, Aldecoa, Juan Goytisolo, Luis Martín-Santos, Caballero Bonald) fue la culminación de una trayectoria que empezaba a dar sus frutos en la década prodigiosa de los sesenta relevando a la literatura del realismo social, que había tenido un estimable papel en la denuncia de los excesos de la burguesía, de la marginación, la injusticia social y los problemas del mundo del trabajo y la emigración. Pero ahora los temas de los que se nutría la literatura eran ya otros, entre ellos una nueva visión de la guerra civil lejos de los estereotipos que venían presentándola como una cruzada o una epopeya nacional heroica. Para los nuevos autores la guerra civil había sido un acontecimiento dramático y una tragedia.
Entre los nuevos temas, los novelistas y los escritores de la nueva generación se ocupaban de los problemas de la emigración interior (Raúl Guerra Garrido, Juan Marsé, Francisco Candel), las culturas regionales (Joan Fuster, Federico Krutwig, Alfonso Carlos Comín, Xosé Manuel Beiras), el rescate de las obras del exilio y la edición de las que hasta entonces habían estado prohibidas o silenciadas.
El arte recuperaba poco a poco los lenguajes de la modernidad a través de creadores como Tapies, Oteiza y Chillida. Una nueva generación de pensadores, ensayistas e historiadores aportó desde la oposición al franquismo una producción intelectual dirigida a la formación de las nuevas generaciones en los valores de la democracia. Jorge Semprún, Javier Pradera, Manuel Sacristán, Fernando Savater, Eugenio Trias, Tuñón de Lara, Elías Díaz, Juan J. Linz… se adelantaron a la llegada de la democracia desde los medios de comunicación, las editoriales y la universidad con una obra crítica cuyos aspectos pedagógicos eran evidentes.
Con la llegada de la democracia y la desaparición de la censura los lenguajes de la cultura recuperaron su plena libertad expresiva en la literatura (Juan Benet, Eduardo Mendoza, Javier Marías), el cine (Carlos Saura, Víctor Erice) y el arte (Antonio López, Luis Gordillo, Eduardo Arroyo). Pero es evidente que desde al menos diez años antes ya la cultura española se reintegraba al curso de la modernidad y se manifestaba como una fuerza esencial para la recuperación de la conciencia democrática, a pesar de que la censura mantuvo inéditas hasta bien entrada la década de los ochenta las obras de muchos autores en la literatura, el cine y el ensayo.
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