Los clanes de poder respiran en Argel. El presidente Abdelmadjid Tebboune, (Abdelmayid Tebún, 75 años), aterrizó el martes 29 en el aeropuerto Houari Boumedienne, tras dos meses de ausencia. Estaba hospitalizado en Alemania tras enfermar de COVID-19. Su primer encuentro oficial fue con el Jefe de Estado Mayor de las fuerzas armadas, Saïd Changrehia.
Tras varios años en los que Abdelaziz Bouteflika pareció un fantasma en la presidencia, desde una silla de ruedas y casi sin poder hablar, el rápido declive de la salud de Tebboune -a los pocos meses de asumir la misma presidencia- parecía una maldición kafkiana. En Argelia, las manifestaciones en favor de la democratización real (hirak, movimiento) sólo desaparecieron cuando la pandemia empezó a ocupar el primer lugar entre las preocupaciones del país.
Ahora Tebboune, aparentemente recuperado, llega a tiempo de firmar el presupuesto 2021 y de poner en marcha algunas de sus prometidas reformas. Mientras, las cifras oficiales hablan de unos cien mil casos de coronavirus y de casi tres mil muertos de Covid-19. La opinión pública empezaba a pensar que el mecanismo clánico que decidía lo que firmaba Bouteflika, o incluso que falsificaban su firma, podía repetirse. Jurídicamente, la ley presupuestaria sólo la puede firmar el presidente en ejercicio y debe hacerlo antes de que termine el año. Tebboune ha aterrizado a tiempo.
Desde el aeropuerto, el presidente deseó un feliz 2021 a sus compatriotas minutos después de su llegada. Su segunda aparición pública, al día siguiente, en el principal telediario de la ENTV (la televisión oficial) marca otra etapa del regreso. Cuando tras semanas de rumores por su ausencia y el silencio oficial, el 13 de diciembre envió un mensaje grabado –desde Alemania- no resultó tranquilizador.
Tenía aspecto de no estar suficientemente recuperado.
Es difícil atajar todos los rumores en un país que los multiplica y sobredimensiona desde hace décadas, con la colaboración de clanes de poder acostumbrados a fomentar secretos y sobreentendidos.
Ahora, la presidencia argelina y el primer ministro Abdelaziz Djerad afrontan la situación pandémica de Argelia en un período en el que muchos países inician procesos de vacunación. Argelia lo hará en enero después de optar por la vacuna rusa Sputnik, rememorando así su carácter de viejo aliado de Moscú.
La pandemia incide precisamente en el decaimiento de los ingresos argelinos por la exportación de sus hidrocarburos. Según el Fondo Monetario Internacional, Argelia podría terminar el año con una recesión y un déficit importantes. El dinar se devalúa día a día, agravando los problemas de desempleo y la precariedad social.
Algunos líderes políticos y la ciudadanía empezaban a bromear y a preguntarse si para ser presidente del país es preciso tener una edad avanzada y una salud muy precaria, para después ausentarse en un hospital extranjero. En Francia y Suiza, como sucedía con Bouteflika. En Alemania, como lo hizo Tebboune apenas unos meses después de asumir el cargo.
El regreso no arregla muchas cosas, aunque desde el punto de vista institucional sirve para que Abdelmadjid Tebboune firme los presupuestos de manera impecable. Y tras su vuelta de Alemania, el presidente argelino también firmó la reforma parcial de la Constitución que fue aprobada en referéndum el uno de noviembre de 2020 con una participación oficial muy escasa: sólo del 23,84 por ciento. Según ese recuento oficial, apenas el 15% del censo electoral votó a favor.
Pero al regresar para firmar esos dos asuntos urgentes, Abdelmadjid Tebboune logra un éxito importante. Se aleja de una hipotética aplicación del artículo 102 de la Constitución que prevé los mecanismos de declaración de incapacidad del presidente y su sustitución. Descartarlo por ahora le sirve al poder para respirar un poco mientras el Hirak sigue bloqueado por la pandemia. No es poco.