Blanca como la nieve, roja como la sangre: el vacío del amor

Blanca y roja, el vacío y la sangre. Son los colores a través de los cuales ve la vida un adolescente italiano de ahora, hijo mimado y único de padres consentidores, sin más rebeldía que la de no peinarse y emborronar su habitación.

cartel-Blanca-como-la-nieve-roja-como-la-sangre Blanca como la nieve, roja como la sangre: el vacío del amor¿Patetico, virginal? Sin embargo, a medida que la película avanza, se ponen en juego otras capacidades como la del sacrificio y la entrega sin límites.

De Italia llega esta película de Giacomo Campioti, Blanca como la nieve, Roja como la sangre, protagonizada por Filippo Sciacchitano, Aurora Rufino y Gaia Weiss, entre otros. Basada en el best seller homónimo de Alessandro d´Avenia, no sé si hará llorar a los adolescentes, pero es de presumir porque viene precedida por un gran éxito de público y trata de enfermedades fatales que cortan amores apenas empezados, platónicos, desencadenando en cambio el nacimiento de otros más realistas y duraderos.

Es una historia de caprichos y volubilidades que luego se encauza por la vía de la entrega y el sacrificio sin condiciones. En esa edad se es capaz de todo, depende de la motivación y tal vez sea ésta su principal baza: la motivación, el saber dar a cada uno su oportunidad. Habría que ponerse en la piel de un chaval de 16 años, un adolescente que lo tiene todo para ser un niño pijo: guapo, hijo único de padres liberales, pero que llegado el momento, sabe estar a la altura de las circunstancias.

Pero antes de ser héroe, todo en su entorno es tan perfecto que da un poco de pena: su única forma de rebeldía es no peinarse, pero no pasa nada puesto que lleva un corte de pelo tan bonito, que ni falta que le hace y, por el contrario, ese pequeño desaliño le favorece. Los padres son modernos y comprensivos con todo, es su retoño y si no estudia porque se distrae, aprobará copiando. El capítulo más insulso es el del copieteo, insufrible. Los profes no ven nada o bien son cómplices de tanta donosura.

Por lo demás, el chaval tiene vena artística y su habitación cambia de color según sus estados de ánimo. Blanca y roja, roja y blanca, sus dos formas de percepción de la realidad. El único lunar llega a ese chico y a esa familia y a esa casa cuando se enamora de una belleza pelirroja que va un curso por encima, toma morbo. Para colmo, ella es buena estudiante, guapa y educada que no da un desplante a nadie, ni siquiera a él. Luego veremos su habitación que es todo lo contrario a la de él, toda relax y orientalismo pero ay, ello no aleja la terrible tragedia que acecha. Es aquí cuando la película alcanza su mayor intensidad.

El amor imposible azuza el empeño y la abnegación y el sacrificio del chico no tienen límites. Ahora es otro el que se revela en él, otro yo desconocido muy lejano del niño que todo lo tiene. Mientras tanto, la amiga de infancia sufre en silencio esperando la ocasión que se resiste, enamorada dispuesta a darlo todo sin exigir ni mostrar sus verdaderos sentimientos. Es una comedia blanca a pesar del rojo de la sangre, no habrá besos sino promesas. Las recompensas lo serán a la abnegación y a la bondad.

Resulta patético el aburrimiento de los adolescentes que muestra la película. No es de extrañar que en este contexto la máxima aventura sea engañar a su entorno, fingir un viaje para quedarse en el sótano, ya que todo lo tienen. No es el caso pero es en esa línea de tenerlo todo y no desear prácticamente nada,en la que se mueve la película.

También tiene muchas cosas buenas y divertidas, higiénicas, como la desmitificación de la figura de Dante. Las citas literarias abundan: Leopardi, Manzoni, Dante. Dante nunca conoció a Beatrice. Dante, sin embargo, tenía razón al decir que los tibios y los indecisos no merecen estar ni en el Infierno, y ni siquiera allí, en el último círculo, los colocó. Lo mejor son las caricaturas de los profes, retratados como vampiros de la sangre de los alumnos. Lo peor, ese buenismo atolondrado de quien lo tiene todo, y, lo ya insoportable, el buenismo del profe bueno, muy poco realista aunque necesario para la historia, y el de tantos amigos que colaboran en la forja del personaje de medallón adónico que es Leo.

Nunci de León
Doctor en Filología por la Complutense, me licencié en la Universidad de Oviedo, donde profesores como Alarcos, Clavería, Caso o Cachero me marcaron más de lo que entonces pensé. Inolvidables fueron los que antes tuve en el antiguo Instituto Femenino "Juan del Enzina" de León: siempre que cruzo la Plaza de Santo Martino me vuelven los recuerdos. Pero sobre todos ellos está Angelines Herrero, mi maestra de primaria, que se fijó en mí con devoción. Tengo buen oído para los idiomas y para la música, también para la escritura, de ahí que a veces me guíe más por el sonido que por el significado de las palabras. Mi director de tesis fue Álvaro Porto Dapena, a quien debo el sentido del orden que yo pueda tener al estructurar un texto. Escribir me cuesta y me pone en forma, en tanto que leer a los maestros me incita a afilar mi estilo. Me van los clásicos, los románticos y los barrocos. Y de la Edad Media, hasta la Inquisición.

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