«Yo había dibujado en la arena / su rostro dulce que me sonreía / después llovió en la playa / y ella desapareció con la tormenta./ Y yo grité ¡Aline!, para que volviera…»
Era el mes de julio de 1965. En plena oleada ye-yé, Christophe, un chico francés rubio, repeinado y guapo, que gritaba por las playas buscando a Aline, daba con la «canción del verano» y encabezaba las listas de ventas en Francia, España, Bélgica, Israel, Turquía y Brasil.
Ahora, 55 años después, el maldito virus se ha llevado este 16 de abril de 2020 a Daniel Bevilacqua, Christophe en el arte, con 74 años, un rostro atravesado por profundas arrugas y larga melena encanecida.
Hacía ya mucho tiempo que Christophe había adoptado una imagen como de cow-boy típico y tópico, con jeans, botas, chupa de cuero y casi tanta plata en el cuello, las muñecas y las manos como Johnny Hallyday (fallecido hace un par de años), otro francés inmortalizado en la mítica portada de 1966 de “Salut les copains”, publicación que guarda en sus páginas buena parte de la memoria de los grandes de la chanson como Jacques Brel, Juliette Greco, Serge Gainsbourg, Leó Ferré, Gilbert Becaud, Jacques Dutroc, Sylvie Vartan, Françoise Hardy, Jacques Brassens, Chales Aznavour, Salvatore Adamo, Claude François, Mireille Mathieu, Hugues Aufray, Eddie Mitchell, France Gall…
Claro que no todos tienen la misma dimensión artística y personal, los hay inmensos, inalcanzables por más versiones que se hagan, y luego están los que, como Christophe, partiendo de un tema muy comercial, convertido en éxito fulgurante cuando apenas tenía veinte años, han ido madurando y han mantenido un lugar en la música popular, con algunas incursiones en el jazz, el blues y las vanguardias, y en la vida social con el reconocimiento de la Legión de Honor de las Artes.
Daniel Bevilacqua nació en octubre de 1945 en Juvisy-sur-Orge (Essonne) donde se había instalado su abuelo, emigrante italiano. Interesado desde muy joven por la música, sus primeros ídolos fueron Edith Piaf y Becaud. Más tarde descubrió el blues, y la «American way of life» que le llevó hasta el rock y Elvis Presley. Fue entonces cuando aprendió a tocar la guitarra y la armónica.
A los dieciséis años fundó el grupo «Danny Baby et les Hooligans». En 1963, después de cumplir el servicio militar, inició una carrera en solitario con el nombre de Christophe. Tras el éxito de la balada «Aline», compuso algunos otros números uno como «Las Marionetas», «J’ai entendu la mer» y «Excuse-moi Monsieur le professeur».
En una carrera que ha durado más de medio siglo, Christophe ha entrado muchas veces en las listas de éxitos con temas como «Main dans la main», «Les mots bleus», «Los paraísos perdidos», «Bevilacqua» o «Merci John», dedicada a John Lennon.
Su tercer gran éxito fue «Succés Fou». También coleccionaba automóviles, «se había cargado» un número inimaginable de Ferrari y había escrito «Enzo», una canción en homenaje al «Comendatore de Modena».
En 2008, Christophe sacó el álbum «Aimer ce que nous sommes», y desde entonces contó en su trabajo con la colaboración de las «musas underground y femmes fatales, Isabelle Adjani, Chrysta Bell, Laetitia Casta, Anna Mouglalis… », escribe hoy su amigo François Armanet, periodista de L’Obs. Su último trabajo, «Les Vestiges du Chaos», publicado en 2016, recibió críticas entusiastas en la prensa especializada.
«En mi cabeza –confesó hace un tiempo a la revista Vanity Fair- no soy un cantante; hago pintura, escultura…Para mí, lo que hago es pintura sonora. A menudo, la gente de mi generación dice que la música de antes era mejor. No estoy de acuerdo. Yo me reinvento con la tecnología que tenemos ahora».