Los grandes espectáculos de danza del Teatro Villamarta del XXI Festival Flamenco de Jerez de la Frontera dieron comienzo con el Ballet Flamenco de Andalucía el 24 de febrero 2017 y siguen su curso. En esta crónica, dos de las grandes: Manuela Carpio con Al compás de su gente, flamenco puro y duro como ella dice en la presentación a medios. Y el dos de marzo, la auténtica maravilla creada por la compañía de la gran María Pagés, Óyeme con los ojos.
Manuela Carpio, jerezana por todos los costados, heredera de dos linajes de tronío de esta ciudad, los Moneo y los Carpio, empieza a bailar de niña, teniendo como valedor durante años a Manuel Morao y más adelante a Matilde Coral, Teresa de la Peña, Rafael El Negro… Cuenta con un largo currículo internacional, es una de las grandes del panorama actual.
Para el estreno de Al compás con su gente está acompañada como no podía ser de otra manera por ‘su gente’. Por Tomasa Guerrero La Macanita al cante, por Diego de Margara, Israel de Juanillorro y Luis Peña al baile, por cinco cantaores imprescindibles en la estructura del espectáculo, Enrique El Extremeño, Juan José Amador, Manuel del Tañé, Juanillorro, Iván de la Manuela. Las guitarras de Juan Diego Mateo y Juan Requena y Carlos Grilo a las palmas y yunque.
El espectáculo está diseñado cien por cien al gusto de los jerezanos, flamenco puro que arranca por Alegrías, al compás del son que te toquen y ese son incluye a todos sus artistas para entrar en ambiente. Un ambiente que a continuación cambia a solemne y místico con varias versiones de Martinete que da comienzo con una impresionante silueta negra sobre fondo azul del yunque que golpea al compás Carlos Grilo, a lo que sigue una singular y bella estructura de escena dividida en dos partes laterales separadas por una negra columna central, por efecto de una compleja iluminación que transforma haciendo aparecer y desaparecer, o en otras palabras, haciendo ver lo que no hay y haciendo desaparecer lo que si existe. Luz o ausencia de luz que construye y transforma escenografías y colores mediante iluminaciones con alto rango de protagonismo.
El efecto de Manuela saliendo a través de un espejo al fondo, como en el famoso cuento de Lewis Carroll, flanqueada por sus cantaores a derecha e izquierda, en una suave penumbra, dando vida al martinete, con sus letras y voces, es una maravilla coreográfica con danza y cante.
Un Martinete ejemplo de diversidad y arquitectura compositiva y lumínica, da paso a la larga tanda de alegres Bulerías al compás del fuego y del agua con protagonismo para todos los artistas, que como dice Manuela, aquí todos tienen su sitio. Eso es lo que imprime máxima belleza al espectáculo.
Esta mujer que en realidad se apellida Moneo Carpio y es sobrina de los Moneo, Manuel, Luis y Juan. Los Moneo y los Carpio son pura historia de arte jerezano inscrita en los genes de esta artista por derecho propio. Está feliz esta noche, en la que por fin presenta en su tierra un trabajo de alto voltaje.
Flamenco puro y duro. Sigue por Soleá y una Rondeña que dedica a uno de sus ilustres abuelos. Seguiriya, Baile a un lamento, Tientos y tangos, dedicados al otro no menos ilustre abuelo.
Y fin de fiesta por Bulerías, Derroche de compás, con recuerdo coplero a Dolores de Córdoba y extraordinaria intervención de La Macanita, que ya antes había cantado por soleá al baile de Manuela. El fin de fiesta alarga el espectáculo a las dos horas y todo el mundo contento, dispuesto a seguir la fiesta hasta otras horas de la noche y cuando se pone a cantar al estilo de Fernanda de Utrera la gente se rompe las manos. ¡La locura!
Cantaores, guitarristas…Todos al servicio de ese lenguaje universal que es el Flamenco. Ha habido aplausos para celebrar cada palo y ahora al final acaba con este ritmo sureño único en el mundo.
María Pagés: Óyeme con los ojos
María Pagés se ha inspirado en el poema Sentimientos de ausente de la poetisa mexicana Sor Juana Inés de la Cruz para crear este maravilloso ballet. Ha contado con Ana Ramón y Juan de Mairena al cante, con la guitarra de Rubén Levaniegos, el violonchelo de Sergio Menem y el violín de David Moñiz.
Los nueve números del espectáculo son otras tantas adaptaciones de poemas al cante. Universo, un martinete con letras del poeta Ibn Arabi; En mi morada por seguiriyas, con música de Rubén Levaniegos y Sergio Menem y letra del marido de María Pagés, El Arbi El Harti, autor y director de dramaturgia de la compañía. Intimidad, con letras de Fray Luis de León, San Juan de la Cruz y Jalal Eddine Rumí y música de Levaniegos y David Moñiz. Caminemos, poema de Luis Goytisolo Palabras para Julia. Tientos, tangos y zorongo son los ritmos para el poema de Tagore Amemos la vida. Diálogos compuestos por los tres instrumentistas del grupo. Rostros, tangos con letra de María Pagés y música de su guitarrista. Segundo Martinete, esta vez con letra de Mario Benedetti, Dame tu mano, con música popular. Y al final la Granaína Voy a la sombra de la sombra con letra de El Arbi y música de Rubén.
Óyeme con los ojos es una recreación de los sufis y místicos Ibn Arabi, Jalal Eddine Rumí, San Juan de la Cruz, Fray Luis de León, Tagore y la propia Sor Juana Inés de la Cruz. Ocho arquitecturas atravesadas por la música y una coreografía que es en sí misma el gran personaje dramático que da cuerpo al proyecto. Historia y palabra, ritmo y cante, música y zapateado, percusión y voz, son los elementos indispensables interactivos en una casi oración.
La ‘morada’ de la seguiriya es como un templo, ella en el centro, en actitud religiosa, vestida de rojo con cola de volantes que mueve sin moverse, como envolviéndose en ella, como una sufi. Cuando terminan los cantaores, suena un solo de violín estremecedor.
Por fandangos, con sonido de todos los instrumentos, ella es la luz que contrasta con el espacio en sombra, para que las filigranas de manos y brazos que la rodean, o se abren y entrecruzan como algo autónomo, lleno de embrujo. Se va y vuelve, vestida de negro y rojo bordado en negro. Mantón negro bordado en blanco, protagonista absoluto de vuelos que parecen imposibles. Se sienta y suena el recitado de un poema sobre la belleza de la vida. Son las ‘palabras para Julia’. Y en este punto, para relajar la intensidad, sale con un gran abanico y con esa letra tan andaluza ‘¡Ay que calor, que caló, se marca un baile alegre y desenfadado, moviéndose por toda la escena con gestualidad para ahuyentar el calor ¡Deliciosa!.
Sigue el embrujo de la noche por tientos, tangos zorongo, diálogos y rostros, y un segundo martinete precursor de la granaína final, con profusión de cantes y cuerdas y el gran velo transparente que es como un hito que vuela y crea poesía con las ondulaciones de su cuerpo que crece, crece y va desapareciendo hacia un infinito…
Si hubiera que definir este espectáculo con una sola palabra, ésta sería: BELLEZA.
