El mismo día en que tenemos noticia, a través de Público, de que una delegación de la ONU visitará España para investigar las desapariciones forzosas del franquismo y el mismo día en que una magistrada argentina ha resuelto dictar una orden internacional de detención preventiva para que sean extraditados cuatro exfuncionarios de seguridad españoles acusados de torturas, entre los que figura José Antonio González Pacheco (conocido por su alias de Billy el Niño), Emilio Silva nos participa la imagen de Darío Rivas abrazando a la presidenta de las Madres de la Plaza de Mayo, Nora Cortiñas.
Aunque este abrazo no tenga nada ver con las dos noticias anteriores, sino con la solidaridad entre dos víctimas de sendas dictaduras (la franquista y la argentina), podría parecer que los protagonistas del mismo celebran sobre todo que tres miembros de la siniestra Brigada Político Social de la dictadura franquista y un exguardia civil implicado en el golpe militar de Tejero y Compañía el 23 de febrero de 1981, hayan sido reclamados por la justicia argentina a través de Interpol para prestar declaración indagatoria.
Escribe Emilo Siva en su blog:
«Veo a Darío Rivas, abrazado a la presidenta de las madres de Plaza de Mayo, Nora Cortiñas. Un abrazo tan digno, con tanto sentido, debería estar en todos los museos del mundo, en todos los libros de texto, en todos los discos duros. Esas dos historias de ida y vuelta, esos dos exilios, esas dos memorias entrelazadas de las víctimas de la dictaduras argentina y de la española ahora emergen a la superficie para intentar demostrar que la justicia debe ser una de las patrias de la humanidad.
Conocí a Darío en un hotel cercano a Madrid, donde él estaba durmiendo, a la espera de coger al día siguiente su vuelo para Buenos Aires. Fue en noviembre de 2008 y en esos momentos este hombre hoy nonagenario estaba muy esperanzado con el proceso que se había abierto en la Audiencia Nacional por parte del juez Baltasar Garzón. Regresaba con un deseo de que por fin se hiciera justicia. Pero cuando se paralizó el proceso, Darío no se detuvo porque en su memoria, en su cerebro, los recuerdos de su padre, asesinado por un grupo de pistoleros falangistas en octubre de 1936, están almacenados a medio milímetro de las neuronas donde se almacena lo que recuerda que hizo ayer. Por eso lo de 70 años no es nada.
Los restos del padre de Darío, un alcalde republicano de la localidad lucense de Palas de Rei asesinado en octubre de 1936, fueron exhumados en el año 2005. Después los trasladaron al cementerio. Allí, este hombre que entonces tenía 85 años colocó una placa en la lápida en la que podía leerse: “Papá, espero que ahora descanases en paz. Te lo pide tu hijo mimado”. Pues eso, que siete décadas no son nada». En la misma fecha que supimos de la determinación en firme tomada por una magistrada de la justicia argentina, alguien relacionado con una asociación de Memoria Histórica -no recuerdo ahora quién- tuvo la frase exacta para describir una situación que no debería admitirse a los ojos del mundo: Si la dictadura franquista sirvió para ser un refugio de nazis -como lo fue la de Pinochet en Chile-, la democracia española no puede servir de manto protector a torturadores.
La respuesta -temblamos- está en manos del actual gobierno, que ignora y hasta desprecia la memoria histórica que la justicia argentina defiende.