Los monjes de Yuste trajeron a la comarca de la Vera las plantas de pimentón rojo descubiertas por Colón en su primer viaje a América, y actualmente los setenta socios de la cooperativa de Gualtaminos producen más de 70 000 kilos de pimentón, explica Mondelo en este reportaje fotográfico.
En un Seat Panda amarillo de los años ochenta, el presidente de la cooperativa, Antonio Luis, me hace disfrutar en la plantación El Tudal de los olores de pimientos, aunque también de tabaco, higueras, y frutales. Son cuatro hectáreas con la postal de Gredos y el Almanzor al fondo.
El trabajo es duro e inspira respeto, porque se hace a mano, aunque verlo es casi un espectáculo: Antonio Parrón, su esposa María Luisa y su hijo José van cada uno por su surco, sin levantar cabeza, como si fueran atletas compitiendo para ver quién llena antes su saco blanco lleno de pimientos, mayoritariamente rojos. Son muchas horas de trabajo, arrancando con mucho mimo y experiencia las plantas para no dañarlas.
Cuando los sacos están llenos, se los ponen a las espaldas y los suben por las escaleras a la planta de arriba de los secaderos. Allí los esparcen sobre el suelo de tarima de madera con ranuras de centímetros por donde se filtra el humo y llega el calor producido por unas grandes estufas con troncos de leña de roble y encina que tiene que alimentar continuamente Pedro Prieto. Este proceso de secado y ahumado dura unos quince días.
En la nave de la cooperativa tienen el molino, última fase del proceso. Lorenzo Calero enseña la cadena que recorre el pimiento seco hasta convertirse en pimentón rojo, rojo. 70.000 kilos. Pero el colorido y el olor hacen que se disfrute.
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