Una joven ballena que embarrancó el sábado 16 de marzo de 2019 en la isla de Bohol, en el archipiélago de Filipinas, murió a consecuencia de un shock gástrico tóxico debido a la ingesta de más de 40 kilos de bolsas de plásticos, informa Vincent Coste en la página web del canal internacional Euronews.
Los isleños que descubrieron al animal, un macho de más de cuatro metros de longitud, fracasaron al intentar devolverlo al mar.
Los biólogos de la ONG D’Bone Collector Museum -ubicada en Davao City, en la isla de Mindanao-, que practicaron la autopsia de la ballena, aseguraron que «nunca habían visto tanto plástico en el interior de un animal”. El estómago de la ballena, del género conocido como «ballena con pico de oca», contenía «dieciséis bolsas de arroz, cuatro de las utilizadas para transportar bananas y varias más de provisiones».
El biólogo marino Darrel Blatchley, fundador y presidente de la organización, ha declarado que, en los últimos diez años, su organización se ha hecho cargo de 61 ballenas y delfines muertos, 57 de los cuales habían muerto a causa de los deshechos plásticos, las redes de pesca en las que se enredan y la pesca con dinamita.
Según la información de Euronews, cada vez son más frecuentes este tipo de macabros descubrimientos. En noviembre de 2018 apareció un cachalote en Indonesia que también había muerto a consecuencia de una enorme ingesta de plástico. La ONG estadounidense Ocean Conservancy estima que, si no se hace nada para remediarlo, en 2025 los residuos plásticos alcazarán la cantidad de 250 millones de toneladas en los océanos de todo el mundo.
Por otra parte, los ecologístas rusos han denunciado la existencia de una «cárcel de ballenas a cielo abierto” en la bahía de Nakthodka, cerca de Vladivostok, donde decenas de cetáceos permanecen en condiciones lamentables, en espera de ser vendidos a China, o a algún parque acuático. Los ecologistas aseguran que 87 belugas blancos y orcas orcas llevan meses encerrados, como si fueran ganado.
Según la información del canal France 2, Rusia es el último país en el mundo que autoriza la captura de cetáceos, aunque oficialmente solo para fines científicos y culturales.