Es la cuarta vez que disfruto en este 2016 de Alonso Núñez Fernández Rancapino Chico: en el Auditorio Nacional de Madrid a dúo con su padre, el veterano maestro Rancapino; en la Caja de Música de Centro Centro Cibeles del Ayuntamiento de Madrid, en ciclo de conciertos de Año Nuevo; hace poco en la Suma Flamenca madrileña.
No sé que tiene este Festival del Cante de las Minas, que parece que aquí los artistas se crecen, se superan a sí mismos, porque el Rancapino que hemos visto el lunes 8 de agosto de 2016, por primera vez en su vida actuando en la Catedral del Cante de las Minas, acompañado a la guitarra por el maestro Antonio Higuero y a las palmas por Chicharito de Jerez y Pepe Rubichi era otro. El cantaor de Chiclana de la Frontera, maestro en Cantes de Cádiz estuvo más rotundo, centrado en la más pura entraña flamenca, feliz quizá por estar actuando en el festival flamenco más importante del mundo, no sé; pero fue el mejor Rancapino que he visto este año.
En honor a la tierra que pisa da comienzo por unos Tarantos inspirados en las sierras mineras de Almería y Murcia que dedica al público unionense. El chiclanero se mete en la piel serrana y desarrolla una larga serie de matices y ritmos y melismas, como si fuera un tarantero de toda la vida. Una gozada.
Sigue por Malagueñas, se pone de pie, hay mucha complicidad y dúo más que acompañamiento con la guitarra sabia y maestra de Antonio Higuero, un profesional serio y comprometido con su arte donde los haya. Un gran guitarrista, en suma; Tenerlos ahí actuando juntos un gran privilegio. Cuerdas en sintonía perfecta y plena de bellezas conjuntas.
Después Rancapino se va para Cádiz, su tierra, y empieza por unos tangos en los que coprotagonizan cantaor y guitarra, cantes festeros impregnados de la gracia y el duende de la Bahía, con tercios entrecortados, rápidos y salpicaos. Tangos herederos de Enrique el Mellizo, Manolo Vargas o La Perla de Cádiz, Chano Lobato y Mariana Cornejo. Pero con el estilo y personalidad de Rancapino, que alcanza su cúlmen aquí esta noche. Y va y sigue con unas Nanas con letras de García Lorca sobre el compás de Soleá por Bulería. Esta vez a capella, al borde del escenario, con la guitarra sonando maravillas por detrás.
Un poquito de Bulerías, dice ahora y ahí todos se emplean a fondo en el ritmo vivo del cante jerezano, gran trabajo de los palmeros en esa letra que dice Tengo…Tengo una novia morena/que se llama Andalucía…y luego otra: ¿Qué quieres de mí? /No ves que me estoy muriendo/que así no puedo vivir…
Finaliza el concierto con una Zambra en la que se deja el alma cantando, arqueando el cuerpo para mejor expresar el sentimiento gitano del Sacromonte; zambra que dedica a su padre y a su fuente de inspiración, el gran Manolo Caracol y por supuesto a Camarón de la Isla.
Son las doce de la noche. ¡Qué corto se ha hecho!
Farruquito Improvisao
Vi por primera vez el espectacular Improvisao de Juan Manuel Fernández Montoya Farruquito, hace un año en Pamplona, en el Festival Flamenco on Fire, cuando ya llevaba casi dos años de recorrido por escenarios del mundo. Este año ha estado en Madrid en el Festival Suma Flamenca, en la Sala Roja de los Teatros del Canal. Y ahora aquí, en la Catedral del Cante con su elenco habitual, Antonio Villar al cante, coros y palmas de María Vizarraga y Pepe de Pura, las guitarras de Román Vicente y José Gálvez y Antonio El Polito a la percusión.
Siempre hay un hilo conductor en este Improvisao, pero como dice el propio Juan Manuel esta noche, ‘el arte es necesariamente improvisao, porque es la manifestación de quienes somos y como estamos cada día y cada día somos y sentimos de diferente manera’, ‘el flamenco se aprende en la calle, en casa, con los padres, los abuelos, por eso su origen está en la improvisación’. También recuerda aquí esta noche, las palabras de su abuelo Farruco, ‘prefiero bailar mal de verdad que bailar bien de mentira’.
Farruquito, gitano de alma clara, bailaor sin par, incluso va más allá del baile. Es tan complejo, tan lleno de belleza, con ese cuerpo tan disciplinado capaz de crear y sintonizar posturas, gestos, torsiones y pasos imposibles, fruto de de su herencia artística, de un trabajo de años y de una organización y concentración mental única y contagiosa. Perpleja, me hundo en reflexiones, ¿cómo lo consigue? ¿Sigue trabajando a diario, fuera de escena, perfeccionando el dominio sobre su cuerpo, sometiéndose a una preparación física rigurosa, haciendo una dieta pensada para mantener esa musculatura firme y tensa, que produce una sensación de movimiento único, incluso cuando camina atravesando el escenario, mandando y templando? No hay palabras, Farruquito es hoy por hoy la esencia del baile flamenco en versión única y personal. El número uno del mundo, se comenta por aquí.
Por soleá, por tangos, alegrías y bulerías, palos festeros bordados, pero donde imprime un silencio absoluto de respeto en la sala es en la siguiriya, solemne, con desgarro, de belleza indescriptible. De hecho, Farruquito es inclasificable, no hay palabras, sobran sentimientos y emociones llevadas a profundidades del alma sin fin.
Hay que mencionar el dúo entre guitarras, en un diálogo dulce, con enorme sabiduría, en una pieza orientalizante, morisca, a la que imprimen sabor y fuerza las palmas de Antonio El Polito, María Vizarraga y Pepe de Pura. Palmas, la mejor percusión que existe. Y hay que mencionar ese hilo conductor del Improvisao, el dúo de cortejo entre María Vizarraga y el bailaor en el que las esencias del más puro baile del gitano de oro llegan al asombro.
Para el final de fiesta por bulerías invita a escena a Rancapino, otro cantaor que ahora también baila para poner broche de oro a una noche inolvidable.
