La helicobacter pylori es una bacteria gramnegativa espirilada y microaerofilíca que infecta alrededor del 50 % de la población mundial. La colonización del epitelio gástrico por este microorganismo es un factor de riesgo en la aparición de diversas enfermedades gastroduodenales como son la gastritis crónica no autoinmune; la úlcera gástrica; la úlcera duodenal; el cáncer gástrico o el linfoma de tejido linfoide asociado a la mucosa.
La mayor parte de las personas infectadas no presentan síntomas ni tampoco desarrollan afecciones y por ello, es complejo determinar sin clínica la presencia de esta bacteria. Actualmente se sabe que la misma causa daño a las células epiteliales directamente o también cuando estimula la producción de citocinas proinflamatorias. Es por tanto la infección crónica más frecuente entre personas desde la infancia hasta la edad adulta y se reconoce que es el agente causal de la gastritis crónica o aguda.
En América Latina, se puede comprometer hasta el 70 % de la población sin que tenga síntomas claros si bien se adquiere normalmente en la infancia aunque se desarrolle en los años posteriores.
La gastritis producida por la Helicobacter pylori es la condición precursora y causal de la llamada úlcera péptica; del linfoma de bajo grado y del cáncer gástrico. Cuando se erradica la bacteria prácticamente se eliminan las recurrencias ulcerosas aunque es conveniente repetir la analítica para conocer el estado infeccioso tras el tratamiento agudo antibiótico.
Los métodos diagnósticos actuales pasan por la endoscopia, la biopsia de la mucosa antral, el cultivo, o por métodos histológicos además de la serología. El problema del abordaje del helicobacter pylori es el tratamiento ya que no todos son efectivos, tienen diversos efectos colaterales y no está clara su efectividad. El más común y más exitoso es la combinación de claritromicina, amoxicilina, metronidazol con un inhibidor de la bomba de protones. En el 90 % de los casos esto, a pesar de su alto costo, es efectivo aunque hay que reseñar que el seguimiento del paciente debe efectuarse al menos un año después del tratamiento.
En el trastorno por reflujo gastroesofágico es frecuente que el paciente esté infectado por la bacteria helicobacter pylori y que su hallazgo sea casual si no se valora convenientemente.
Las posibles reinfecciones hace que el tratamiento sea ineficaz y lo correcto sería el desarrollo de una vacuna que fuera la alternativa a ser infectado en la infancia. Tenemos que resaltar que cuando ha existido cronicidad por la infección del helicobacter pylori podemos tener un déficit de vitamina B 12 que provoca la desmielinización discontinua, difusa y progresiva a nivel de la médula espinal, los nervios periféricos y la corteza cerebral. Las personas con trastornos gástricos o aquellas que consumen muchos medicamentos pueden presentar una disminución de la absorción de esta vitamina que debe identificarse por el médico.
Es importante ingerir queso, huevo, pescado, mariscos, y evitar el alcohol ya que la vitamina B 12 se almacena en el hígado. También es importante reducir el consumo de cafeína y tabaco y controlar el sobrepeso, el exceso de grasa, chocolate, cebolla o dulces que desencadenen los síntomas.
Al comenzar el tratamiento mejorarán las náuseas, la diarrea o el estreñimiento, el ardor de estómago y el dolor punzante que acompaña a los pacientes entre comidas. La resistencia actual a los antibióticos puede hacer que en primera instancia se siga infectado y sea prescrito un tratamiento con IBP junto a tetraciclina, metronidazol y bismuto. Las recidivas están ahí y debe vigilarse cada seis meses una vez que le hayan dado el alta.