“Inmersión” es una historia de amor con tintes trágicos que llega de la mano del veterano realizador alemán Wim Wenders (72 años, “El cielo sobre Berlín”, “París-Texas”, “Lisboa”, “La sal de la tierra”), uno de mis cineastas preferidos que esta vez no ha conseguido convencerme.
En una contraposición de mundos, la pareja formada por Danielle Flinders (Alicia Vikander, Oscar 2015 a la Mejor Actriz de reparto por “La chica danesa”, «Jason Bourne”) y James More (James McAvoy, “X-Men: Días del futuro pasado”, “Múltiple”), se conoce por casualidad en un remoto hotel de la costa normanda donde ambos se preparan para peligrosas misiones, y se enamoran. Separados después por miles de kilómetros, él, espía británico, está preso de unos yihadistas en Somalia mientras ella, biomatemática, busca en el fondo de los mares el origen de la vida. “Una historia romántica con forma intelectual”, según la protagonista en la presentación de la película en el Festival de San Sebastían 2017.
Basada en la novela “Submergence” de JM Ledgard (editada en España por Planeta de libros, 2017), la relación entre los dos personajes, un melodrama teñido de tristeza, está rodeado de un halo de misterio al tiempo que denuncia la violencia y el fanatismo en una historia que trasciende los problemas terrenales: “Una parte del problema –ha dicho Wim Wenders- lo ha creado nuestra propia civilización (…) y tiene que ver con el desequilibrio entre pobres y ricos. Declarar la guerra al terrorismo en 2001 fue lo mejor que podía pasarles a los grupos terroristas, realmente hemos creado un monstruo”.
Intenciones aparte, la película –que habla también de la soledad y el miedo- es grandilocuente, pretenciosa y aburrida. Wim Wenders no tenía su mejor día cuando rodó “Inmersión”.