En el momento de escribir estas líneas, Julian Assange comparece en Old Baily, sede de los tribunales de Inglaterra y Gales. Se enfrenta a la apelación de Estados Unidos contra él y en oposición a la decisión de la jueza Vanessa Baraitser quien sentenció en enero de este año que Assange no podía ser extraditado por razones de salud mental.
En Washington, siguen tratando de lograr esa extradición para juzgar a Assange por piratería informática, revelación de secretos y espionaje. La jueza Baraitser ya argumentó que es improbable que Assange sobreviviera a las condiciones habituales de una cárcel de alta seguridad estadounidense. Su extradición equivaldría a condenarlo a la pena de muerte.
En este punto, cabe recordar https://periodistas-es.com/la-cia-y-el-plan-para-secuestrar-a-julian-assange-154323 el plan para asesinar a Assange en Londres del que informaron diversos medios, incluida esta misma publicación digital. Además, por parte de Estados Unidos, revelar información de interés público es equiparado a espionaje y revelación de secretos oficiales. Washington alcanza así un hito inesperado: igualarse a las prácticas de los dictadores y/o autoritarios dirigentes de países como China, Turquía o Arabia Saudí, alegando dudosas razones de seguridad nacional.
En la audiencia pública (con firmes restricciones), los representantes legales de Estados Unidos intentarán contestar el testimonio del psiquiatra Michael Kopelman, que ha descrito la fragilidad psíquica de Assange tras una década de encierros diversos.
Cuando Vanessa Baraitser publicó su sentencia el 4 de enero de 2021, la jueza lo justificó así : «Los procedimientos descritos por Estados Unidos no son suficientes para impedir el suicidio [de Assange] por razones de salud mental».
Si la extradición fuera rechazada de nuevo en Londres, quedaría un último recurso pendiente posible ante la Corte Suprema del Reino Unido.