La guerra contra el conocimiento y la salud publica

Roberto Cataldi[1]

Donald Trump ha sido tomado de modelo por varios gobernantes con vocación autoritaria y desprecio por el Estado de bienestar, aunque dicen que el verdadero maestro de esta estrategia es Viktor Orbán.

El empresario estadounidense, metido nuevamente a presidente de la mayor potencia, todos los días horada la democracia de su país y genera inquietud mundial con sus caprichos y bravuconadas.

Ha procedido a un recorte drástico sin precedentes en la historia de los Estados Unidos, que afectó la investigación científica, incluyendo programas que persiguen la cura del Alzheimer, el cáncer, entre otras enfermedades.

El presupuesto para el próximo año implicaría, según información pública, la reducción del 57 por ciento para la Fundación Nacional de Ciencias de EEUU (NSF), que apoya la investigación básica, también un recorte del 40 por ciento en la financiación de los Institutos Nacionales de Salud (NIH), acusando a estos institutos, a la NASA y a otros de incurrir en un despilfarro de los recursos.

Claro que, su «gran y hermoso proyecto de ley», aprobado por el Congreso, destina fondos millonarios a la construcción de centros de detención para los «inmigrantes indocumentados».

Dice Andrés Oppenheimer que los funcionarios a cargo de los recortes buscan en los programas de investigación científica las palabras «diversidad» o «inclusión»… Como consecuencia, ya habría una fuga de cerebros hacia Europa, en sentido opuesto a lo que sucedió durante la Segunda Guerra Mundial, pues, gracias a los científicos europeos que emigraron a los Estados Unidos, este país alcanzó el liderazgo científico. En efecto, ahora son Francia y otros países de la Unión Europea los que les abren las puertas con el programa, «Elige Europa para la Ciencia».

La embestida contra las grandes universidades es consecuencia de las manifestaciones propalestinas en los campus, y de la llamada cultura woke. Y no hablemos de sus desatinadas intervenciones en la geopolítica, de las ambiciones imperiales, ni de sus declaraciones agresivas y plagadas de mentiras contra quienes no acatan las directivas.

Por otra parte, no olvidemos que Trump como candidato anunció: «Voy a terminar con la guerra en veinticuatro horas». «El primer día de mi presidencia voy a terminar con la inflación». Se vanaglorió de su capacidad de negociación con Xi Jimping y con Vladimir Putín

En abril prometió noventa acuerdos comerciales en noventa días, mediante su estrategia extorsiva con los impuestos, dando por sentado que pondría al mundo de rodillas a sus pies, pero se cumplió el plazo y solo logró dos acuerdos (con el Reino Unido y Vietnam).

Por otra parte, ha conculcado la división de poderes, ocasionando fragilidad institucional. Su experiencia en el mandato anterior no le ha servido para entender que el poder es transitorio, que exige humildad, visión de complejidad, prudencia en el discurso y en la toma de decisiones. El estado de situación demanda «conciencia de límite», no maniobras insensatas.

En fin, son días de antiintelectualismo, anticientificismo, toxicidad política, represión de libertades individuales y derechos sociales básicos, por eso el clima dominante es de regresión histórica.

Cuando el manejo del poder carece de sabiduría, es peligroso. La arrogancia de la ignorancia conduce a situaciones descontroladas, incluso a que la gente actúe contra sus propios intereses.

Al igual que Trump, Orbán, Erdogan, Xi Jimping, Milei, y otros que se autoperciben «emperadores», la actitud es reaccionaria, porque se procura reprimir el conocimiento por medio de recortes presupuestarios, restricción de la autonomía, combate de todo lo que tenga el nombre «social», y una guerra ideológica a través de las redes sociales donde anida la ficción (el relato sería la partitura de la gobernanza).

La fórmula estratégica que viene dando resultado consiste en alcanzar el poder por medios democráticos, y una vez instalados ejercer el autoritarismo, o una cuasi dictadura, favoreciendo los negocios opacos, detonando el Estado, y usando la violencia contra los opositores.

El Estado de bienestar, que combaten contra el viento y la marea, constituye el mayor progreso social finalizada la Segunda Guerra Mundial, cimentado en la idea de tener un sistema que cubra las necesidades básicas (no las suntuarias) de todos los habitantes, desde el embarazo y nacimiento hasta la muerte; la taimada negación pone en riesgo el futuro de la Humanidad.

En el caso de la Argentina, decía Alfredo Palacios que: «Echeverría fue el albacea del pensamiento de Mayo», que se basó en el progreso y la democracia. «La Nación fue organizada bajo la inspiración directa del Dogma socialista».

Libro que Esteban Echeverría publicó en 1846. Y cuando Sarmiento arrancó con la alfabetización de todo el país, la Argentina fue uno de los países más alfabetizados del planeta. Además, Sarmiento promovió decididamente las instituciones, pues sabía que la fuerza de las civilizaciones residía en las instituciones serias y estables.

Los líderes populistas y mesiánicos no solo descalifican al que piensa diferente y ejerce la libertad de expresión, sino que tienen predilección por disparar cual francotirador contra la prensa independiente, recurriendo a los insultos, la difamación, las injurias, el odio, al extremo que Milei dijo: «No odiamos suficiente a los periodistas».

En principio y en teoría, todos tenemos la libertad de expresar públicamente nuestras opiniones, pero el contrapeso de la libertad es la responsabilidad, y la expresión verbal o escrita encuentra un límite preciso en el «daño a terceros».

Un presidente además de los privilegios y prerrogativas del cargo, tiene protecciones e inmunidad, que lo sitúan en una posición muy ventajosa frente a cualquier ciudadano. Esta situación debería generar una particular responsabilidad, y demandar ejemplaridad, ya que el ciudadano de a pie escruta con atención los dichos de los mandatarios.

Pues bien, no es asunto de generar un clima de autocensura en quien asume una tesitura crítica, ni de silenciar, amedrentar o domesticar a la prensa. Ante los excesos verbales de un presidente, pienso que la justicia debería intervenir, ya que tengo entendido que esos excesos carecen de protección jurídica.

Como sostuvo Joseph Pulitzer: «Las naciones prosperan o decaen simultáneamente con su prensa». «Una prensa cínica, mercenaria y demagógica producirá un pueblo cínico, mercenario y demagógico».

Hoy por hoy es habitual que la gente recurra a lugares comunes que no explican nada. Y se buscan conceptos mediante la observación, el análisis e interpretación, a la vez que se requieren palabras que den sentido a los hechos, construyendo un contexto de ideas que procuren explicar la realidad, la cual se ha vuelto una abstracción contradictoria y compleja. No solo padecemos una crisis económica, medioambiental y política, pues tenemos una crisis conceptual y de valores.

Es necesario precisar conceptualmente el momento actual, más allá de los think tanks, hábiles en construir sofismas y nuevos paradigmas. En efecto, vivimos construyendo narrativas, pero es imperioso que éstas se aparten de la ficción política e ideológica, que reflejen los fenómenos que estamos viviendo, que constituyen la realidad real, la cual es objetiva y verificable.

  1. Roberto Miguel Cataldi Amatriain es médico de profesión y ensayista cultivador de humanidades, para cuyo desarrollo creó junto a su familia la Fundación Internacional Cataldi Amatriain (FICA)
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