En una inédita ola migratoria, Nicaragua enfrenta un desafío de dimensiones históricas. Casi un millón de habitantes se han ido, impulsados por una crisis sociopolítica que dura ya seis años, pero que ha generado ingresos por remesas nunca antes visto en esa nación centroamericana, informa José Mendieta (IPS) desde Managua.
El Grupo de Expertos en Derechos Humanos sobre Nicaragua (Ghren, en inglés), de la Organización de Naciones Unidas (ONU), reveló el 29 de febrero ante el Consejo de Derechos Humanos en Ginebra que, entre abril de 2018 y junio de 2023, al menos 935.065 personas habían abandonado Nicaragua.
Con datos proporcionados por la oficina de la Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur), el Ghren explicó que la mayoría de nicaragüenses buscó refugio en Estados Unidos, Costa Rica y España.
El Ghren reveló que, de esta masa de migrantes, 874.641 son solicitantes de asilo y solamente 60.424 han obtenido el estatus de refugiado que les permite acceder a mejores condiciones de vida fuera de su país.
El Ghren fue establecido en marzo de 2022 por la ONU como respuesta a la profunda y persistente crisis de derechos humanos en Nicaragua, en el contexto de las protestas que comenzaron en abril de 2018.
La crisis en Nicaragua se desencadenó por protestas iniciales contra reformas al sistema de seguridad social, anunciadas por el gobierno del exguerrillero sandinista Daniel Ortega, entonces en el poder por segunda vez desde 2007, tras haber presidido el país ya entre 1985 y 1990.
La respuesta estatal fue reprimir las protestas mediante el uso de la fuerza policial y grupos paramilitares afines al gobierno, detenciones arbitrarias, torturas, exilio forzado, destierro y un sinnúmero de restricciones de libertades civiles y políticas, incluida la libertad de prensa.
Ante la gravedad de la situación, los países miembros del Consejo de Derechos Humanos de la ONU votaron a favor de una misión de expertos en marzo del 2022, para documentar violaciones de derechos humanos, identificar a los responsables y recomendar acciones para asegurar la rendición de cuentas.
Etapas de la migración nicaragüense
Para la socióloga Elvira Cuadra, directora del Centro de Estudios Transdiciplinarios de Centroamérica (Cetcam), con sede en San José, más allá de las cifras y de la historia, es crucial comprender las múltiples aristas de este éxodo.
La especialista explicó a IPS desde la capital costarricense que el fenómeno se dio en dos momentos claves: de 2018 a 2019 cientos de miles de nicaragüenses huyeron del país, principalmente a Costa Rica, en medio de la represión estatal al calor de las protestas sociales.
El primer grupo lo integraban estudiantes universitarios, intelectuales, activistas de derechos humanos, periodistas, empresarios, movimientos sociales y campesinos organizados.
El flujo se contuvo en 2020 con la pandemia y el cierre de las fronteras, pero se retomó con fuerza a partir de 2021 con el fin de la crisis sanitaria global y se mantiene en 2024.
Según los estudios de Cetcam sobre el fenómeno, el segundo momento de la ola migratoria se caracterizó por la movilización masiva de la población hacia Estados Unidos como destino principal y España como tercera opción, detrás de Costa Rica.
«En este segundo periodo las motivaciones para migrar son diferentes, hay más percepción sobre la realidad de persecución política», dijo.
«Sumado a la crítica situación económica que viven la mayoría de las familias por falta de empleo, oportunidades de desarrollo, cierre de espacios y la incertidumbre sobre el futuro del país», agregó Cuadra.
El doble filo del impacto económico
Los efectos de la ola migratoria de Nicaragua han traído consigo una bonanza económica nunca antes vista, a partir del envío de remesas.
El Banco Central de Nicaragua informó que en 2023 el país recibió un récord de 4660 millones de dólares en remesas, lo que representa un 29,7 por ciento del producto interno bruto (PIB) interno.
Esto supone un aumento significativo respecto al año anterior, donde las remesas sumaron 3.225 millones de dólares, indicando un crecimiento de 44,5 por ciento.
Según la autoridad financiera, este flujo de dinero es una inyección vital para la economía nicaragüense, sustentando el consumo y contribuyendo al crecimiento económico.
Sin embargo, esta dependencia de las remesas plantea una vulnerabilidad estructural a largo plazo, observa el Fondo Monetario Internacional (FMI).
Una misión técnica del Fondo visitó Managua del 6 al 17 de noviembre de 2023, con el fin de hacer consultas protocolarias dentro de la actividad de económica del país.
Tras reunirse con las autoridades del Ministerio de Hacienda y Crédito Público, Banco Central, altos funcionarios, representantes de la zona franca, bancos y otras partes interesadas, el Fondo emitió un informe el 22 de noviembre del año pasado en el que abordó el asunto migratorio.
FMI alerta y Nicaragua minimiza
El FMI señaló que la migración masiva a medio y largo plazo puede representar un desafío para el crecimiento económico debido a la disminución de la población económicamente activa, con 8,7 por ciento por ciento de pérdida de población entre 2019 y 2022.
El gobierno respondió que no considera que la migración sea un lastre significativo a largo plazo y que espera un ajuste en el mercado laboral debido a la alta tasa de subempleo.
Además, sus portavoces dijeron que ven oportunidades en el Tratado de Libre Comercio con China para el crecimiento de las exportaciones y la inversión extranjera directa en el país.
En la única ocasión en que Ortega se ha referido a la emigración en el país, achacó a Estados Unidos la culpa del fenómeno.
En un discurso del 27 de octubre de 2022, Ortega dijo que las sanciones que Washington ha impuesto a su gobierno han provocado «oleadas de inmigrantes» hacia Estados Unidos.
¿Qué le depara a Nicaragua el futuro?
El politólogo Manuel Orozco, director del programa de Migración, Remesas y Desarrollo del Diálogo Interamericano, con sede en Washington, compartió con IPS una visión más pesimista sobre el futuro de Nicaragua ante el fenómeno migratorio.
Para Orozco, la fuga de talento y mano de obra representa una amenaza seria para el desarrollo futuro de Nicaragua al aumentar la huida de mano de obra calificada.
Según dijo el especialista desde la capital estadounidense, un millón de habitantes representa aproximadamente 14,71 por ciento de una población total de 6,8 millones de personas, lo cual es una proporción difícil de reponer.
«La pérdida de jóvenes y profesionales debilita el tejido social y económico, comprometiendo la capacidad del país para avanzar hacia un futuro próspero y sostenible», dijo.
«Además, la dependencia creciente de las remesas podría resultar insostenible a largo plazo, especialmente si se normaliza la dependencia de estas y disminuye el incentivo para el envío de dinero», explicó Orozco.
Para el politólogo, solo un cambio profundo en la dirección política y social del país podría revertir esta tendencia y ofrecer a los nicaragüenses la oportunidad de construir su futuro en su propia tierra.
Mitad de la población expresa intención de migrar
Igual opina una persona especialista en migraciones y desplazamientos forzados del Colectivo de Derechos Humanos Nicaragua Nunca Más, integrado por abogados y activistas nicaragüenses exiliados en Costa Rica, que por razones de seguridad, solicitó mantener bajo protección su identidad.
Para su organización, este éxodo es el más grande en la historia de Nicaragua, superando incluso al vivido entre 1979 y 1990, durante la guerra civil, cuando más de quinientas mil personas salieron del país.
En sus informes, el Colectivo ha calificado el éxodo «como una consecuencia directa de las acciones del régimen» que podría empeorar en el corto plazo.
«El sostenimiento de un proyecto político represivo está influyendo en las intenciones de migración de la mitad de la población a corto plazo», señala la persona especialista.
Según el estudio latinoamericano Latinobarómetro 2023, auspiciado por la estadounidense Universidad de Vanderbilt, casi la mitad de la población de Nicaragua expresa la intención de migrar.
Según el estudio, 23 por ciento de las personas encuestadas afirma estar «muy preparado» para dejar el país en un futuro cercano, en un contexto de «profundo pesimismo» ante la situación económica y desesperanza por la situación política en Nicaragua.