Percepción de inseguridad y prosperidad

A pesar de que «el narcotráfico es una amenaza que pesa sobre América Latina, las elites esquivan el tema porque no saben cómo abordarlo», alertó en entrevista con Marianela Jarroud Z. (IPS) la socióloga chilena Marta Lagos. La inseguridad y la sensación de que aumenta están asociadas a la prosperidad y no a la pobreza, añadió.

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El último informe divulgado el año pasado por la corporación Latinobarómetro, que dirige Lagos, indica que la seguridad ciudadana es en 11 de los 18 países analizados el principal problema mencionado por los consultados, con porcentajes que van de 20 por ciento en Perú a 61 por ciento en Venezuela, lo cual hace un promedio regional de 28 por ciento.

Esta consultora internacional se encarga de elaborar y difundir estudios de opinión pública que distribuye anualmente en 18 países de la región. El próximo informe sobre esta materia está previsto que se publique entre agosto y septiembre.

Lagos indicó que la recuperación de la democracia en los años 80 y comienzos de los 90 en muchos países latinoamericanos trajo consigo una apertura de información que, progresivamente, fue concientizando a la población sobre la importancia de la violencia callejera, el crimen y la delincuencia.

IPS: ¿Cuál ha sido la evolución de la seguridad pública en América Latina en los últimos años?

Marta Lagos: Hay dos cosas que considerar: una es la cantidad de delitos y de crímenes que se registran de manera recurrente en las sociedades, y la otra es el conocimiento público de la existencia de ellos. Las dos cosas no tienen la misma evolución, eso es lo que el informe 2012 demuestra.

Hay países donde durante muchos años la pobreza, la represión del Estado, el autoritarismo, la dictadura, ponían de manifiesto la existencia de otros problemas que eran más importantes que el crimen y la delincuencia. Entonces, estos no aparecían como los temas principales de preocupación de la sociedad.

A medida que se va solucionando el problema de la pobreza y que los países vuelven a la democracia y van teniendo más información sobre lo que pasa, independiente de que los niveles de crímenes y delincuencia no varían demasiado, crece progresivamente la importancia de la violencia callejera y la delincuencia común.

A partir de 2009-2010, el peso del tamaño de los crímenes, la victimización, la violencia y la delincuencia se empiezan a equiparar con el peso que tiene la opinión pública, por primera vez. 

Eso hace que la percepción de delincuencia en América Latina se dispare a niveles muy altos en promedio, incluso en países donde aparentemente los niveles de ese problema son menores, como Chile y Uruguay.

IPS: Eso explicaría que países como Argentina y Uruguay aparezcan con los más altos indicadores de sensación de inseguridad y, como contraste, presenten índices delictivos menores que otros países.

M.L: Exacto, es que el índice de cantidad y crimen no es tan relevante como la congruencia entre los dos a lo largo del tiempo para cada país.

Por ejemplo, durante muchos años en Venezuela y en México la percepción de crímenes y de violencia estaba en uno o dos por ciento, mientras que los crímenes llegaban a 30 o 40 por ciento.

En la actualidad, el crimen y la violencia en esos dos países están al mismo nivel que la percepción del crimen.

Hay un segundo fenómeno que es el aumento de la delincuencia y del crimen. Es el caso de Honduras, Venezuela y Argentina, que duplican el impacto de la presencia del crimen y de la seguridad pública como el tema principal de América Latina.

IPS: ¿Existe relación entre la inseguridad y los niveles de pobreza?

M.L: En principio ninguna, porque los países latinoamericanos han sido históricamente muy pobres. La percepción de inseguridad tiene que ver más bien con la prosperidad, se produce sobre la propiedad. 

Lo describe la ciencia política de manera muy clara: las revoluciones no suceden en momentos de depresión o de grandes dificultades económicas, porque nadie tiene nada. Las alertas y las preocupaciones y problemáticas, se producen cuando las propiedades se empiezan a acumular.

Los años del llamado quinquenio virtuoso, entre 2003 y 2008, cuando se da el gran crecimiento económico, la estabilidad que se ha venido incrementando en América Latina, la manera cómo se enfrentó la crisis hace que de alguna manera en muchos países aumente la delincuencia porque hay algo que robar.

IPS: Y entre seguridad y educación, ¿hay alguna relación?

M.L: Hay una relación, pero es cada día más débil porque desgraciadamente en los últimos cinco o seis años es el crimen organizado el que se ha tomado la calle.

Antiguamente, cuando los crímenes eran esporádicos, había una relación más importante.

IPS: ¿Los países han sabido afrontar el crimen organizado y el narcotráfico?

M.L: Creo que no se le ha dado suficiente importancia a la influencia del narcotráfico en la instalación organizada del crimen y de la delincuencia.

Me parece que ahí hay una correlación oculta que de alguna manera se ha ignorado en los gobiernos como Perú, en donde lo que se denomina delincuencia en el fondo es el narcotráfico.

IPS: ¿Los planes de organismos internacionales para ayudar a los gobiernos a combatir el problema han surtido efecto?

M.L: Difícil hablar de los organismos internacionales, pero lo que sí se puede saber a ciencia cierta es que la inversión de dineros que hace la Administración de Control de Drogas de Estados Unidos (DEA) ha aumentado de manera exponencial casi a la misma velocidad que ha aumentado la penetración del narcotráfico. 

En ese sentido, uno podría decir que hay un fracaso total en las estrategias de combate al narcotráfico. Además, no hay una política preventiva.

Esto es como la evasión fiscal, uno podría decir que la Unión Europea logró evitarla, pero esta se produce en las Islas Vírgenes. Con el narcotráfico sucede lo mismo, por más que los organismos de Estados Unidos sigan invirtiendo millones y más millones de dólares, no han logrado triunfar en la lucha contra el narcotráfico.

Me parece que esa es una amenaza que pesa sobre América Latina y que no está suficientemente presente en la agenda y que ha penetrado en todos los países, en las clases medias, en la juventud, y es un tema que las elites esquivan.

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