La frontera entre Argelia y Marruecos sigue siendo un foco de tensión entre los dos países. Una parte de sus 1550 kilómetros de frontera común cuenta con murallas y vallas de separación por ambos lados.
Recientemente se ha conocido que la cadena de televisión argelina ‘Ennahar TV’ mostró imágenes de las alambradas de púas que separan la frontera.
Según esta misma fuente, la muralla separadora fue instalada en la provincia fronteriza de Tlemecén, para «impedir la entrada de traficantes de droga e inmigrantes clandestinos». Además, se intensificaron las patrullas de control a título preventivo «ante un posible flujo migratorio procedente de la parte oriental de Marruecos». Hay que citar que muchos inmigrantes clandestinos subsaharianos suelen ser trasladados desde territorio marroquí a estas zonas fronterizas y abandonados allí.
Por su parte, Marruecos ya había anunciado que reforzaba sus fronteras con Argelia y el Sahara el pasado mes de noviembre de 2017. Hay que recordar que desde 2015 construye un muro de 150 kilómetros con los mismos argumentos que usan los argelinos, para «asegurar la frontera contra las redes terroristas, el tráfico de drogas, el contrabando y la emigración clandestina».
Los militares marroquíes aumentaron sus patrullas utilizando modernos métodos de vigilancia por radar e infrarrojos, especialmente en la provincia de Yerada, localidad que ha sido recientemente noticia por tensiones sociales.
Las vallas fronterizas tienen una altura de 3,5 metros y cinco de longitud, cuentan con radares y telecámaras, así como puntos de control.
La frontera entre ambos países, que se extiende como se ha citado, a lo largo de 1550 kilómetros, fue cerrada en 1994 después de que Marruecos acusara a los servicios de inteligencia argelinos de ser responsables del atentado en Marraquech, en el que murieron dos turistas españoles.
El ministro de Asuntos Exteriores argelino, Abdelkader Messahel declaró a una radio argelina que la frontera «no estará cerrada siempre» y explicó que la cooperación bilateral «no se trató» en la reunión del 5+5 de los países miembros del Mediterráneo –a la que asistió España- celebrada en Argel y a la que acudió el ministro de Exteriores marroquí, Nasser Bourita.
La tensión entre ambos países tuvo un episodio previo con las recientes declaraciones del primer ministro argelino y líder del partido oficialista Agrupación Nacional Democrática (RND), Ahmed Ouyahia, quien culpó a Marruecos, de «inundar Argelia de hachís y cocaína». Añadió que trata «de envenenar a los jóvenes argelinos e impedir el desarrollo de Argelia» y añadió que «todo el mundo sabe dónde hay hachís en el norte de África, éste no viene de Afganistán».
Anteriormente, en octubre de 2017, fue Messahel quien acusó a los bancos marroquíes de «reciclar dinero del hachís» y a la línea de aviación de Marruecos, Royal Air Maroc, de «transportar algo más que pasajeros» en alusión a comerciar con droga, lo que motivó la llamada del embajador marroquí en Argel.
La respuesta del ministro marroquí, Nasser Bourita, en el reciente encuentro de Argel fue que la estabilidad de la región del Magreb «no se hace con declaraciones descabelladas» y la cooperación regional «nunca ha progresado con acusaciones» añadiendo que la estabilidad «no es compatible con la irresponsabilidad».
Por último y como curiosidad, un plato típico, el cuscús puede ser el medio para unir a los dos países y reconciliarlos, en principio, en el aspecto gastronómico. El director del Centro argelino de Investigaciones prehistóricas, antropológicas e históricas, Slimane Hachi, quiere que el cuscús sea declarado patrimonio inmaterial de la humanidad de la Unesco con la colaboración de sus países vecinos, Marruecos y Túnez.