Decenas de miles de personas participaron este sábado, 21 de noviembre de 2015, en marchas silenciosas en toda Francia, conmocionada por los atentados del 13 de noviembre en París, los peores de la historia de ese país.
En Toulouse (surodeste), más de 10.000 personas, según estimaciones de la policía desfilaron por segunda vez en cuatro días «por las libertades, la paz, contra la barbarie».
Los manifestantes, que desafiaron un viento glacial, fueron convocados por los sindicatos y diversas asociaciones, entre ellas la Liga de Derechos Humanos (LDH), constató la AFP.
Durante toda la semana, hubo manifestaciones similares: 5000 personas en Estrasburgo (este), unas 5000 a Saint-Brieuc (oeste) y 3000 en Dinan, una localidad del oeste que tiene 10.000 habitantes.
Los atentados, reivindicados por la organización yihadista Dáesh, dejaron 130 muertos y más de 300 heridos.
El impacto de la matanza se hizo sentir en los territorios franceses de ultramar. En Tahití (Polinesia francesa), los habitantes colocan desde hace días miles de flores típicas ante el monumento a los muertos de Papeete, en homenaje a las víctimas de París.
El diario Libération publicó este sábado reportajes en bares y cafés de provincia. «En la oficina, en el café, en el vecindario la gente se muestra más afectuosa de lo habitual. Se da la mano, se abraza», describe.
Como en la plaza de la República en París, al igual que tras los atentados de enero (con 17 muertos en el semanario satírico Charlie Hebdo y en un hipermercado kósher), adultos y niños depositan flores, encienden velas, dejan esquelas o banderas francesas en altares improvisados.
En Le Mans o Chartres (centro-oeste), centenares de estudiantes de secundaria realizaron marchas. «Se necesitará mucho amor», rezaba en letras de color rosa un trozo de papel enarbolado por una joven.
Otro testimonio impensable en otros tiempos: los hinchas «ultras» del club de fútbol Olympique de Marsella desplegaron una pancarta que decía: «Somos París», el lema del PSG, su eterno rival de la capital.
Y La Marsellesa, el himno nacional, se oía en todos los partidos de este fin de semana.
Al cabo de la semana, los restaurantes y bares han recuperado su clientela. No así los centros comerciales, lo que ha dado vida a las pequeñas tiendas de barrio. Los grandes almacenes, blancos potenciales de atentados, podrían cerrar acercándose Navidad, por razones de seguridad.
Al igual que en París, los transportes públicos en las grandes ciudades de provincia registran menos pasajeros que de costumbre. La gente prefiere usar sus propios autos e inclusive compartirlos con terceros.
En enero, la población francesa se «reconcilió» de manera espectacular con las fuerzas del orden, golpeadas igualmente por los atentados, que lograron abatir a los agresores yihadistas sin daños colaterales.
En noviembre, este vínculo se reforzó aún más. La población los apoya. Una palabra amable, una sonrisa al paso de una patrulla en un mercado. «Nos quieren nuevamente», desliza un policía en Burdeos (suroeste).
En el plano cultural, al igual que en París, se mantuvieron muchas giras y conciertos. En Nantes (oeste), la cantante de soul belga Selah Sue comezó su recital con la expresión «¡Fuck terrorism!». Pero otras manifestaciones fueron anuladas.
Este fue el caso de la Fiesta de las Luces en Lyon (centro-este) que atrae anualmente a unos tres millones de personas a principios de diciembre. En cambio en Rennes (oeste), se mantuvieron las Trans Musicales, un festival con un enorme programa y numeroso público.