En Mauritania, y por primera vez desde que en 1960 consiguiera independizarse de Francia, el 24 de diciembre de 2014 han condenado a muerte a un ciudadano de 30 años, periodista, por atreverse a “hablar con ligereza” del profeta; lo que en ese controvertido país, muy fundamentalista y con un gobierno siempre con derivas dictatoriales (aunque, todo hay que decirlo, con el consentimiento de un pueblo que elige a su presidente) significa que es culpable de “apostasía”, que ha blasfemado refiriéndose a Mahoma.
El joven periodista, que se llama Mohamed Cheikh Ould Mohamed, de religión musulmana, se negó a reconocerse culpable y se desmayó cuando le leyeron la sentencia, mientras en la sala del tribunal de la localidad norteña de Nouadhibou tenían lugar ruidosas manifestaciones de alegría que celebraban la primera condena a muerte dictada en más de 50 años en el país.
Mhamed Cheikh Ould Mohamed se encuentra encerrado en un calabozo mauritano desde el 2 de enero de 2014. Cometió el delito del que se le acusa en un artículo publicado en Internet, en el que se mostraba en desacuerdo con las “guerras santas” y acusaba a la sociedad mauritana de “perpetuar un orden social inicuo” heredado de otros tiempos, según la información publicada por el canal internacional France 24 y los despachos de la agencia France-Presse.
Ante el tribunal, Mohamed Cheikh Ould Mohamed explicó que su intención “no era menospreciar al profeta, sino defender a una parte de la población mal considerada y maltratada”; al solicitar condena a muerte, el fiscal se apoyó en un artículo del código penal mauritano que establece la pena capital para “cualquier mujer u hombre musulmán que renuncie al Islam, explícitamente o mediante actos o palabras”.
Mauritania es una república islámica que se rige por la charía (ley), aunque desde hace más de tres décadas no se ejecutan las penas de muerte ni las condenas a flagelación; la última ejecución, según los datos de Amnistía Internacional, tuvo lugar en 1987.