Entre una visita a la boutique de moda y una pasada por el supermercado gourmet en Singapur se puede adquirir servicio doméstico en un centro comercial, según recoge en el digital francés Rue 89 el periodista Gurvan Kristanadjaja, a partir de una información publicada por la página web en inglés de la televisión qatarí Al Jazeera.
Expuestos en escaparates como si se tratara de productos de consumo, los aspirantes a servir en las casas de Singapur –donde disponer de varias personas de servicio doméstico es señal de riqueza- proceden de los vecinos países (Indonesia, Filipinas y Malasia). En el centro comercial Bukit Timah existen varias tiendas que llamadas « HomeKeeper » (doméstico) que, siempre según Al Jazzera, llegan incluso a hacer “ofertas” y “promociones”: “Indonesios -20%” ; e incluso a proclamar sus especialidades en pancartas con letras fluorescentes: “Aquí estamos especializados en domésticos birmanos”, “gobernantas”, “domésticos baratos”.
En el interior de las tiendas, decenas de personas, mayoritariamente mujeres, sentadas en silencio esperan la llegada de los potenciales clientes, mientras algunas muestran sus habilidades: cambian pañales a muñecos de tamaño de bebé, empujan sillas de ruedas, planchan camisas o hacen camas.
En general, según la página web Burkinapmepmi, las agencias que “comercializan” a esos trabajadores les respetan muy poco, alimentándoles escasamente y alojándoles en condiciones deplorables -mayoritariamente carecen de “papeles”, lo que les imposibilita para presentar denuncias- con la aprobación implícita del gobierno de Singapur que no se molesta en controlar este tipo de comercio. En 2013, una doméstica birmana denunció que estaba obligada a compartir habitación con el abuelo de la familia, quien la acosaba sexualmente.
Preguntado por el canal televisivo árabe, Jolovan Wham, director ejecutivo de la Organización Humanitaria de la Migración Económica, ha explicado que con frecuencia recibe denuncias de malnutrición y que los domésticos son víctimas del racismo de sus patronos: “quienes acuden a esas tiendas para comprar un sirviente piensan que los filipinos son inteligentes, los indonesios menos brillantes y los birmanos dulces y dóciles, y los seleccionan en función de sus necesidades”.
Hay que tener en cuenta que, lo mismo que ocurre con los subsaharianos que aquí intentan cruzar la valla asesina de Melilla, esos aspirantes a trabajadores domésticos en el paraíso asiático de Singapur han tenido que endeudarse en sus países de origen para pagar sumas desmesuradas para llegar a su particular Eldorado; y que mientras esperan ser “comprados”, siguen teniendo que pagar por una “formación” que les proporcionan las agencias, así como por el alojamiento y la comida.
Este personal doméstico representa toda una industria en Singapur, lo mismo que en los países vecinos donde los trabajadores son reclutados por intermediarios. Según el canal internacional France 24, el total de los empleados domésticos actualmente en Singapur asciende a la cantidad de 215.000, lo que representa el 4% de los habitantes de esa pequeña ciudad-Estado que cuenta con 5,4 millones de habitantes.
Pero Singapur no es un caso aislado. Diversas ONG han denunciado abusos del mismo tipo, en trabajadores domésticos procedentes de países asiáticos, en Hong Kong, China, Arabia Saudí y Qatar.