España se rinde ante el modelo del bipartidismo y sucede lo inevitable. Cuando las barbas de tu vecino veas pelar, pon las tuyas a remojar; Rubalcaba se va. Ya no es posible y no puede serlo tampoco.
Lo que tenemos ahora sigue sucediendo hoy; es decir, los parados de larga duración, las personas que se quedan sin hogar, los niños malnutridos que van a la escuela sin un vaso de leche, desahucio, desamparo social, discapacidad olvidada; eso que no es lo propio de un país que no está en el continente que ayer votó. Y sucede, porque hoy, tras las elecciones miramos para adentro y vemos lo que hay, que sigue siendo lo mismo que ayer; un panorama desolador pero con un ápice de esperanza.
Un país que puede porque es ingenioso y trabajador pero que en parte se rinde ante la evidencia de lo que no puede suceder. España es una gran nación que emergerá porque los españoles somos únicos y podremos. Ante lo de ayer, vemos que la ciudadanía se desmelena y lo posible; un partido hecho por personas desencantadas cuyo modelo de trabajo no es otro que considerar que España puede ser otra, sucede.
Mientras Madrid se rompe en dos ante la diosa Cibeles y el mundo bota de alegría. Más de catorce millones de personas se concentran ante un televisor, pero solo la mitad de los que votan, van a hacerlo. Échame pan, y llámame perro, pero eso es así mientras sigamos viviendo en este mundo en donde Alfredo ya no quiere luchar y tira la toalla convocando un congreso extraordinario para julio y contrasta con la pasión de Cholo y las palabras de los que gritan ¡Hala, Madrí!
La tarta europea se rompe en mil pedazos y hace que casi la mitad de España sea un popurrí de la Izquierda y de los diversos partidos que ofrecen algo más que no es más de lo mismo. El Pepé y el Pesoe asisten a la caída de su imperio ante la pérdida indescriptible de votos teniendo en cuenta que los votantes de ayer, no son sólo los de hace cuatro años, sino muchos jóvenes que ya tienen voz y no saben a qué votar; a ellos seguro que no. Ante el panorama se decantan porque pueden y dan su confianza a otros que recién constituidos son una oferta inmensa llena de esperanza. Si todos van a robar, al menos damos la confianza a unos que parecen como nosotros, decía ayer un joven en un colegio electoral…
¿De dónde ha salido el desencanto? ¿de dónde la nueva perspectiva que va a dar forma a las elecciones generales? Del paro, de la corrupción, de la educación, de la sanidad y de toda esa retahíla de problemas con los que se enfrentan las personas que con la mejor educación de la historia no son capaces de llevarse un pan a la boca porque no les dejan. Podemos no sé si lo hará; lo que si es cierto, es que si no lo intentan, jamás lo sabremos; al menos, aquí no existe el refrán, más vale malo conocido que bueno por conocer.
Rubalcaba dice adiós y su mein kamp se termina. Ahora queda que vayan cayendo peones hasta que también desbanquen al rey. Y entonces, solamente entonces, España emergerá de sus cenizas como lo hiciera tras la contienda. ¿Arrastramos aún esos valores, esos conceptos de rojos y fachas y seguimos votando con esa idea? Quizá si, parte de la población mayor siga con esa idea, y mientras eso no cambie, no podremos pero sabemos que podemos, al menos, estamos en el camino de la esperanza y como ellos, saldrán otras apuestas de cara a los comicios que se acercan.
Volvemos al refrán de las barbas… ¿Podemos? ¿podremos?
El Papa cree que si y ya está uniendo lo que todos creían que era imposible. Condena los crímenes en nombre de Dios, se avergüenza de la monstruosidad del Holocausto y reza con un amigo rabino y otro musulmán. Y de paso, los cita en Roma, para que se den una vuelta por Europa y vean algo más que un circo romano.
¿Podemos o no?
