Hace apenas unas semanas, cuando el actual inquilino de la Casa Blanca comunicó su a decisión de abandonar el Tratado sobre el control de Armas nucleares de alcance intermedio (INF), rubricado por las dos superpotencias – Estados Unidos y la URSS – en diciembre de 1987, la noticia fue acogida con aparente calma y una gran dosis de resignación por los estrategas de la Alianza Atlántica.
¿Sorprendidos? No, en absoluto. Desde la ceremonia de instalación, Donald Trump había divulgado el largo elenco de medidas de desconexión imprescindibles, según él, para llevar a cabo su proyecto: América primero. Una opción aislacionista, que pretende alejar a Norteamérica del resto del mudo.
Muy a menudo, las medidas contempladas por el actual Presidente de los Estados Unidos hacen caso omiso de los compromisos adquiridos por Washington en las últimas décadas en materia de seguridad, cooperación internacional, comercio o desarme. En el plano internacional, Donald Trump ha resucitado el viejo mantra de los enemigos de América: Rusia, China, Corea e Irán, creando un insostenible ambiente de psicosis bélica. ¿Estamos presenciando el resurgir de la guerra fría? Los politólogos occidentales tratan de quitarle hierro al asunto. Sin embargo, los nuevos-viejos rivales de Norteamérica prefieren no infravalorar la belicosidad del lenguaje del multimillonario americano. Sí, Trump parece un elefante en una tienda de porcelana… reconocen algunos analistas, sorprendidos por la infinidad de estragos que logra causar la política del Presidente.
En el caso del Tratado sobre Armas de Alcance Intermedio (INF), pieza clave para el mantenimiento del equilibrio estratégico en Europa, Trump acusó a Rusia de haber infringido las cláusulas del acuerdo, al desarrollar misiles ultramodernos capaces de alcanzar objetivos estratégicos situados en suelo europeo. En principio, el INF prohibía a las potencias nucleares producir y almacenar misiles balísticos con un alcance de entre 500 y 5500 kilómetros. La limitación progresiva de armamentos implicó la retirada y la destrucción de numerosos artefactos nucleares rusos y norteamericanos.
Al anunciar la decisión de desvincularse del INF, Trump hizo caso omiso de detalles clave, como por ejemplo la expansión de la OTAN a los países de Europa oriental pertenecientes al antiguo Pacto de Varsovia, los deliberados intentos de incorporar nuevos Estados – Georgia, Ucrania y la República Moldova – a la Alianza, la presencia de buques de guerra de la OTAN en el mar Negro, la proliferación de instalaciones militares occidentales en los países bálticos, Polonia, Bulgaria y Rumanía.
En los últimos dos años, el Kremlin ha protestado contra la presencia de los sistemas Aegis Ashore en Polonia y Rumanía. Para los estrategas de la Alianza, los artefactos balísticos almacenados en la inmediación de la frontera con la Federación rusa no constituye una violación del Tratado INF, puesto que el llamado escudo antimisiles desplegado por Washington y sus aliados tiene carácter meramente defensivo. Los militares rusos no comparten este punto de vista. Para los expertos en balística, se trata de armamentos de doble uso. En resumidas cuentas, el Kremlin y la Alianza Atlántica se acusan mutuamente de infringir las cláusulas del Tratado, denunciado por Rusia veinticuatro horas después de haberse materializado la retirada estadounidense.
Los socios estadounidenses han declarado que suspenden su participación en el acuerdo; nosotros también lo suspendemos”, manifestó Vladimir Putin durante una reunión con diplomáticos y militares rusos. Sin embargo, Putin instó al personal diplomático y militar a restablecer el diálogo con sus habituales interlocutores norteamericanos, con miras a iniciar a la mayor brevedad una nueva ronda de negociaciones de desarme.
Pero apenas una semana después de la reunión, el presidente ruso aprovechó su discurso sobre el estado de la Nación, dirigido a los miembros de las dos Cámaras del Parlamento para amenazar con una nueva escalada armamentista si los Estados Unidos deciden desplegar más misiles en los países de la OTAN. Estamos listos para hacer frente a una nueva crisis de los misiles, parecida a la de Cuba (1962) si Estados Unidos despliega más artefactos en Europa, señaló Putin, haciendo hincapié en la voluntad de Rusia de responder de forma simétrica y asimétrica a las amenazas de Washington. El primer mandatario ruso recordó que la industria de armamentos rusa está ultimando la producción de misiles hipersónicos y de drones submarinos.
Curiosamente, en este caso concreto, la Alianza Atlántica, que no censuró la decisión de Trump de abandonar el INF, condenó la postura del Kremlin, exigiendo… más moderación.
Subsisten los interrogantes: ¿quién rompió la baraja y por qué? Y, ante todo, ¿qué repercusiones tendrá la ausencia de un Tratado de control de armas nucleares para la seguridad del Viejo Continente?