Luis de Luis [1]
Allá por 1988, David Fishof, promotor musical especializado en eventos, se aproximó a Ringo Starr con una idea que le permitiría al legendario baterista reclamar su parte alicuota en la eterna herencia beatle , abandonar su aburrida vida de ex – alcohólica rock star, llenar sus vacías arcas (el jugoso patrimonio beatle seguía atorado en un ovillo que se enredó en 1970 y no se resolvería hasta 1995) y, sobre todo, volver a tocar la batería , volver a ser un músico, volver a dar un sentido a sus tediosos días.
La intención de Fishof, novedosa e inteligente, consistía en formar un súpergrupo en el que, cada uno de sus integrantes debería haber sido responsable de, al menos, un número uno en las listas. El concepto de la All – Starr Band (pues así se llamaría el grupo, en un – más que – evidente juego de palabras entre “star”, estrella en inglés y el apellido de Ringo) iría mucho más allá del socorrido conjunto de viejas glorias que repiten, cansinamente, un desgastado repertorio interpretados con rutina y eficiencia por un puñado de eficientes mercenarios (léase músicos profesionales). Los músicos pondrían en común un repertorio conjunto formado por canciones números uno y temas identificadoas con Ringo que serían interpretado por todos y cada uno de ellos, lo que les forzaría a salir de su zona de comfort para tocar canciones alejadas o distantes de su estilo.
Así fue dicho y así fue hecho y, desde hace casi tres décadas, no ha habido una temporada en que no haya habido una All Starr Band rondando por los escenarios de medio mundo, entre los que se encuentra el del madrileño Palacio de los Deportes (hoy, Winzink) desde el jueves 28 de julio de 2018, más de medio siglo después de que Ringo Starr visitase, con su anterior grupo, España.
Con puntualidad británica la décimotercera formación de la All Starr Band (salvo su líder los miembros del grupo van y vienen a lo largo de los años) arrancó con una versión de “Matchbox”, el clásico rocanrol de Carl Perkins para invocar a los primeros Beatles e “It don´t come easy” , el primer éxito, de 1971, en solitario del baterista.
Y ya con el público puesto en suerte dió como el festín, porque este espectaculo honrado y sincero lo es y estuvo plagado de temas trabajados con oficio (en el mejor sentido de la palabra) y profesionalidad (en el más verdadero sentido de la palabra) en el que todos los músicos jugaron para el equipo y se pusieron, como es ley que tantas veces se olvida, al servicio de la canción.
Todo estuvo bien guisado y sazonado: ya fuese el elegante pop y sofisticado pop británico y setentero aportado por Graham Gouldman de 10CC (destacó una luminosa versión acustica de la sinpar “I´m not in love” al rock latino de Santana (su teclista Greg Rolie hizo subir la temperatura con las clásicas “Oye como va” y “Black Magic Woman” o ya se tratase del contundente rock americano de Toto cuyo onmipresente y, a veces, excesivo guitarrista Steve Lukather, volcó en “Roseanna” y la muy coreada «Hold the line” o el nueva olero pop de Colin Hay, líder de Men at Work, quien ofreció las muy tatareables ( y tatareadas) “Down Under” y “Where can it be now?”.
Nada sobró, nada faltó pero, no se llame nadie a engaño, quienes llenaron el recinto lo hacían para ver a Ringo, para contemplar a la leyenda y, en última instancia, para convocar el espíritu, la magia beatle.
Y el gran Ringo lo sabe y con su carisma, con su simpatía, con su personalidad, convirtió el festín en una fiesta subiendo al público a bordo del submarino amarillo, por cielos azules y mares verdes, y todos los asistentes correspondieron y se convirtieron, por un par de horas, en sus amigos para darle esa pequeña ayuda que necesita y corear de principio a fín “I wanna be your man” , hacer el “pap chua, pappapchua” de “Boys” ( en un sutilisimo homenje, los solos originales de george Harrison no fueron incorporados) , emocionarse con un sentido “Photograph”; garrulear un rato como campesinos de Tucson, Arizona con «Act Naturally” y brincar con un flamante “Don´t pass me by” e invocar a John Lennon con el mantra de “Give peace a chance» y cerrar un concierto tan inolvidable como, literalmente, irrepetible.
- Luis de Luis es crítico teatral y musical