Por sus avances en materia de transición energética, Suiza, Colombia y Suecia fueron los mejores países en 2017, según el estudio efectuado en sesenta países por el grupo financiero Edmond de Rothschild.
Qatar, donde el consumo de energía por persona es cien veces mayor que en Bangladesh, el país con menor consumo por persona, ocupa la última posición, precedido por Singapur y los Emiratos Arabes Unidos.
España se encuentra en el puesto diecinueve, detrás de Italia y delante de Eslovaquia. Los estadounidenses «consumieron en 2017 tres veces más energía que los chinos»; el ranking del consumo energético por persona lo encabezan Arabia Saudí, Kuwait, Qatar y los Emiratos Arabes Unidos.
El estudio –del que es autora Lisa Turk, economista especializada en medio ambiente del grupo Rothschild- ha tenido en cuenta los datos desde 1980 de cuatro factores: el consumo de energía por persona, las emisiones de CO2 por persona, la parte del consumo de energías fósiles en el consumo total de energía y la eficiencia energética, es decir el PIB generado por cada unidad de energía utilizada.
Más allá de la clasificación de los países, este trabajo «pone de manifiesto que el aumento del consumo mundial de energía excede de momento los progresos que se han hecho en materia de descarbonización. «Lo más sencillo sería reducir nuestro consumo de energía, pero no es esa la previsión», señala la autora. La Agencia Internacional de la Energía (AIE) establece un aumento del 25 % en consumo de energía, hasta 2040.
Por eso, «la principal medida será una mejora de la eficiencia energética», lo que supone por ejemplo la electrificación de todos los transportes y la renovación energética, un factor que «ha progresado en los últimos treinta años: China ha mejorado sus datos en un 167 % y la Unión Europea, que es la única zona que ha reducido el consumo energético, ha efectuado notables esfuerzos»
Si bien es cierto que los tres primeros países clasificados «disponen de recursos naturales que favorecen las energías renovables (hidroelectricidad, energía eólica…), las reglamentaciones adoptadas por los poderes públicos han jugado también un papel importante, ya que no se han contentado con imponer tasas a las energías fósiles y las emisiones de CO2, sino que han creado una fiscalidad favorable a las energías renovables», con medidas de apoyo a las empresas y amplios programas de investigación.
Por otra parte, un estudio de la ONG británica Influence Map, que se encarga de hacer un seguimiento de la influencia de las 350 mayores empresas mundiales, explica que los cinco principales grupos petroleros y gasísticos que cotizan en bolsa han gastado, desde 2015, mil millones de dólares en lobbyng y relaciones públicas «contrarias al acuerdo de París sobre el clima».
ExxonMobil, Shell, Chevron, BP y Total, a pesar de apoyar explícitamente políticas para frenar el calentamiento global, han gastado una media de 200 millones de dólares anuales en lobbyng para «extender sus operaciones en materia de energías fósiles». Según Dylan Tanner, director de Influence Map, el sector de las energías fósiles ha reforzado un programa estratégico que quiere influir en la agenda climática mediante «un continuum de actuaciones de ataque e incluso control de las reglamentaciones, y de orientación de los medios de comunicación».
InfluenceMap ha estudiado las cuentas, registros de lobbyng y elementos de comunicación producidos por los cinco grupos desde 2015, constatando una amplia diferencia entre sus compromisos con el clima y sus actos. El estudio habla de contactos directos con legisladores y políticos, los millones gastados en «marketing climático» y el papel de las asociaciones profesionales.
El estudio de Influence Map se publica después de la audición en el Parlamento Europeo del gigante estadounidense Exxonmobil, acusado de engañar a los consumidores durante décadas respecto al calentamiento global.
El estudio precisa que este grupo gasta anualmente 56 millones de dólares en «marketing climático» y 41 millones en lobbyng.